CAPITULO 5

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_Max ¿Se ha despertado ya mi hijo Héctor de su siesta?

_Si señor, bajará en unos minutos. Ya le mencioné que quería verle en la biblioteca.

_Gracias, puedes retirarte.

_No seas muy duro con el Broderick. Ha vuelto que es lo importante.

_Cálmate querida, solo será una conversación de padre e hijo nada que pueda alarmarte. Quiero saber que es lo que le ha traído después de estos años vagabundeando por Londres. Creo que se lo ha pensado bastante, me refiero a lo de volver a casa.

_La última vez que habló contigo le dijiste que no estaba en tus planes que él interviniera en los temas de la familia, que no le veías preparado. Pues bien, no esperes milagros Brody, Héctor ya no es un niño al que puedas manejar a tu antojo, ya no depende de ti que regrese.

_Pues tendrías que intervenir tu Martha, lo quiero aquí, en la hacienda junto a su hermano trabajando codo con codo. Este es mí legado para ellos y tu sabes mejor que nadie lo que he luchado para que todo esto fuera algún día de ellos. Tu hijo pequeño te escuchará a ti si es a mí a quien no quiere oír.

_Ya te he dicho que no pidas milagros, mas ganas que tengo yo de que se quede aquí no las tiene nadie, pero se que Héctor hará lo que su cabeza le dicte no su corazón. Ha aprendido de tus continuos rechazos y de que David siempre tuviera el protagonismo en la familia, es mi hijo mayor y no puedo tener ninguna queja de él, es un buen hijo, un buen marido y un buen esposo, pero como hermano también ha dejado mucho que desear. Solo espero que no te lleves una decepción con lo que él decida hacer y que …a pesar de que no te guste su decisión, le apoyes. Yo lo haré.

 

 

_Francis te doy el nombre y me buscas todo lo que sepas. Lo quiero todo, hasta el color de su cepillo de dientes.

Me lo mandas a mi correo, ya sabes cual es. A ser posible antes de que termine el día.

Y colgó. Se miró en el espejo, se arregló su camisa, se miró de cuerpo entero a su espejo y se encaminó a la biblioteca donde aguardaban sus padres. Esa noche había cena familiar. No podía faltar.

Recordaba la casa, con un cariño especial. Su padre siempre les había hablado de lo duro que fue para sus abuelos el llegar allí. Adoraba aquella casa en la que había crecido, en la que solo recordaba a su madre a Max y a Josephine. Su hermano en un internado hasta que cumplió los 18, no recordaba haber jugado con él como solían hacer otros hermanos, la mano dura en esa casa la llevaba su padre que según él siempre quiso la mejor formación para sus hijos. Desde luego lo había hecho, de eso no había duda, pero siempre y cuando se refiriera a David al cual tenía siempre a sus faldas. David era un buen chico pero siempre fue muy manipulado por su padre. En cambio Héctor fue el rebelde, no quiso ajustarse a los parámetros de la disciplina de los Mackenna y el mandarle a Londres no hizo sino aumentar ese carácter independiente con el que forjaría años después su carácter.

 

Se acercó a la puerta y la abrió lentamente.

Su padre de pie frente a la gran chimenea esbozó una sonrisa al verle, parecía forzada pero al menos lo intentaba. Su madre en uno de los sillones le miró con dulzura y estiró sus brazos para acogerle como cuando era un niño. La quería más que a nada en este mundo.

SEDUCIENDO A MI ENEMIGO #02Donde viven las historias. Descúbrelo ahora