CAPITULO 2

2K 87 3
                                    

Wichita, Kansas en la actualidad

 

Los Mackenna eran una de las familias más notables del Estado. Broderick Mackenna el padre, descendía de aquellos primeros colonos. Rudo, de alma noble, terco y rondando los sesenta. De aspecto imponente como sus antepasados y orgulloso de ser de origen escocés, aunque ya con alma americana. Empresario influyente. Se casó a los 27 años con la Sta. Martha Wellington de ascendencia inglesa, que daba a la familia cierto toque de distinción. Tuvieron dos hijos varones, David y Héctor.

Eran totalmente distintos, tanto en apariencia como en intelecto.

David era cinco años mayor que Héctor, de aspecto corpulento, pelo rojo como su madre de carácter irracional como el padre lo que le hacía ser su preferido. Se licenció en Economía y rápidamente entró a trabajar en la empresa de los Mackenna. Estaba casado con una mujer muy dulce llamada Emily y tenían tres hijos.

Vivían en la hacienda.

Y estaba David, todo lo contrario a su hermano. Contaba con veinte años, era delgado y de aspecto débil y enfermizo. De pelo rubio y unos grandes ojos azules, igual a los de su padre.

Broderick no se lo pensó mucho cuando decidió mandarle a Europa a estudiar. No daba el perfil para trabajar y su madre quería que Héctor se cultivara del saber. Le envió a Londres donde estudió Derecho y a Suiza donde cursó los estudios de Ciencias políticas. Aprendió varios idiomas y…sabía que su coeficiente era digno de ser envidiado. Le gustaban los deportes de riesgo, algo de lo que sus padres no tenían noticia. El paso de los años y el no regreso de Héctor a su hogar solo servían para recibir las críticas de su padre y hermano.

_Que ya se había hecho un hombre y le necesitaban en la empresa y que su madre le echaba de menos, decía siempre su padre.

En definitiva, que Héctor y su forma de ser no encajaban con el carisma de los varones que hasta entonces habían predominado en los Mackenna.

Pero Héctor no había perdido el tiempo en todos esos años. Había hecho grandes amistades en todos los campos y los que le conocían sabían de sus habilidades para solventar cualquier contratiempo.

La vez que fue llamado a su casa, fue para la boda de su hermano David con Emily y cuando le recibieron en el aeropuerto no podían creer lo que veían. Se había convertido en un señoritingo, altivo, remilgado de carácter templado y  pausado, nada que ver con los Mackenna y su padre quedó totalmente desecho ante aquella imagen. En cambio su madre sabía que todo lo que su hijo mostraba era parte de una máscara. A una madre jamás se la podía engañar y Héctor la adoraba por eso.

 

Contaba con treinta años cuando decidió regresar a su casa.

Ya no volvía aquel chico imberbe, temeroso y aturdido. Su formación académica había dado sus frutos.

Regresaba todo un hombre, un hombre con un poder de autocontrol que nadie podría imaginar. Había creado una empresa de transporte con un primer camión,  a este siguieron muchos mas y se especializaron en transportes blindados lo que supuso muchos ingresos. La crearon un amigo y él, pero Samuel murió en un accidente y él se hizo cargo de todo. Tenía sedes en Inglaterra, Francia, Suiza, España y Nueva York y ahora abriría su primera sede en Kansas.

Había trabajado duro y tenía un capital envidiable gracias a todos sus contactos en Europa.

Héctor era un hombre alto, de pelo negro, ojos azules y un porte distinguido. Tenía un cuerpo escultural gracias a su constante ejercicio en su gimnasio y piscina y se había dejado el pelo largo, lo que sumado a sus horas de sol en algunas playas del mediterráneo hacían de Héctor el hombre ideal para cualquier mujer.

Vivía en una de las zonas más lujosas de Londres donde tenía la sede de su compañía en Europa la M.K Unión Company.

No había galería de arte en Europa que no precisara de sus servicios. Transportaba todo tipo de cosas que tuvieran un gran valor y hasta la fecha bien haya sido por tierra, mar o aire jamás había tenido ningún percance. Pagaba a una compañía aseguradora una gran cantidad de dinero al año para que eso siguiera funcionando.

Amasaba una pequeña fortuna y tenía a más de dos mil empleados trabajando para él. Era el prototipo de hombre emprendedor, joven y rico al que muchas mujeres ya habían intentado …pillar.

Había tenido sus affaire con algunas mujeres, algunas hijas del magnates, escarceos que si bien salieron en las revistas del corazón no parecieron tener demasiada repercusión allá en el estado de Kansas. Gracias a Dios su padre no se había enterado de nada y seguían dando por hecho que la asignación que se le enviaba la gastaba en fiestas y mujerzuelas.

Héctor tenía amigos en los puestos mas importantes, en el MI5 en Londres y en el FBI en Nueva York.

Si su apartamento de Londres, en Kensington era un alarde de riqueza y buen gusto el que poseía en Nueva York era de lo más austero en comparación. Estaba situado en plena Quinta Avenida y había sido comprado a un viejo y  pertinaz vendedor que pedía una fortuna por ella (que lo valía) que no tenía a nadie a quien dejársela en herencia y Héctor le convenció dándole razones de su próxima boda y futuros hijos.

El hombre quería hacer un viaje  por todo el mundo, algo que había soñado desde siempre y esta era su oportunidad, así que no escatimó en pedir una verdadera millonada. Llegaron a un acuerdo económico y se saldó a gusto de los dos.

Pero Héctor había dejado pasar el tiempo y la casa necesitaba reforma urgente. El verano sería la mejor época para hacerlo.

SEDUCIENDO A MI ENEMIGO #02Donde viven las historias. Descúbrelo ahora