CAPITULO 12

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Esa misma noche Héctor recibió noticias confusas desde California. El señor Benjamin Boots había sido trasladado y el FBI no tenía jurisdicción alguna en esa zona pero había podido averiguar donde había sido llevado. Se trataba de una cárcel de mala muerte a las afueras de un pueblo custodiada por dos agentes y el Sheriff.

Si por las buenas no había modo de sacar al abogado, lo haría por las malas.

_Francis, que esté listo mi avión a primera hora de la mañana, necesito viajar a San Diego, California, habla con los técnicos si hay algún problema me avisas.

Esas fueran las palabras escuetas que ordenó Héctor a su asistente tras saber las noticias de Boots por boca de su abogado.

Sabía que no iba a ser pan comido, le tenían vigilado y tendría que trazar un plan para poder sacarlo de allí.

_Francis, dame la dirección de la señorita Ollerson, quiero hacerle una visita.

Eran casi las doce de la noche.

Claire había estado trabajando todo el día en el proyecto de la mansión Hamilton junto a su equipo de trabajo. Estaba agotada tanto física como mentalmente.

Seguía sin comprender la reacción de Héctor para con ella. Menuda escena tórrida habían hecho, allí  delante de sus secretarias, menos mal que Anny decidió salir a trompicones del despacho en cuanto lo vio y llevarse consigo a la secretaria del susodicho.

Y todo para quitarle el lápiz de la boca y dejarla totalmente perdida esperando algo que nunca iba a llegar, el beso.

¡Qué vergüenza!

Se estaba desnudando. Había preparado una bañera llena de sales para que la relajara, tenía los pies molidos otra vez. Necesitaba un masaje corporal o no habría modo de volver al trabajo al día siguiente. Se había recogido el pelo y a modo de pinza se había puesto un lápiz, no se había dado cuenta de lo que había hecho y empezó a recordar la escena, cómo se abalanzó a por ella cuando se metió el lápiz en su boca.

Vio en sus ojos algo que la descentró por completo. El modo en que la cogió, como le levantó la cabeza y como la quitó el lápiz suavemente.

_¿Estaba intentando…seducirme?¿Que me pusiera cachonda, allí en su oficina delante de todo el mundo?

¡Ese hombre está loco!

Claire entró despacio en las cálidas aguas de su jacuzzi y dejó que el mundo siguiera dando vueltas.

Cerró los ojos, conectó sus auriculares y empezó a relajarse.

La encantaba escuchar música suave mientras se bañaba,  la relajaba y la hacía pensar en paisajes maravillosos.

Empezó a pensar en la mansión Hamilton, en como la decoraría, todo a su gusto por su puesto, así lo había decidido él.

Él. No se le iba de la cabeza. Estaba empezando a preocuparse por ese obstinado recuerdo cuando sus bocas estaban a punto de rozarse.

Instintivamente se llevó la mano a los labios.

_ ¿Me habría besado? ¿A mi?

¿Podría gustarle?

No creo que sea el tipo de chica que él busca, por las pocas fotos que aparecen en Internet, le gustan muy altas, planas y estilizadas.

Yo no es que me queje de mi físico, que lo cuido, pero no soy muy alta y tengo demasiadas curvas que en muchas ocasiones intento ocultar. No me privo de comer nada, eso es cierto, pero el gimnasio ayuda.

Decididamente no, no creo que sea su tipo, lo que pretendió esta mañana era ponerme nerviosa, le debe gustar hacer eso con las mujeres, llevarlas al límite para luego dejarlas como me dejó a mi que no sabía ni donde estaba.

¡Seré imbecil!

Pero le aclaré los puntos importantes de nuestra relación comercial y quedó bastante desconcertado. Si pensó por un momento que después de aquello me iba a venir abajo….JA!

Soy demasiado mujer para ese caramelo.

El apartamento de Claire se encontraba en uno de los edificios más altos de la zoa.

Llevó su Audi hasta la puerta y le indicó al mozo que se lo aparcara.

El conserje le dio las buenas noches desde su emplazamiento en el vestíbulo del edificio preguntándole donde quería ir.

Héctor le respondió que la señorita Ollerson tenía una cita con él, le dejó sobre la mesa un billete de 100 dólares con la consigna de que no les molestaran en toda la noche.

Héctor le guiñó un ojo y el conserje le entendió a la primera.

Le guió hasta el ascensor y le indicó cual era la vivienda de Claire.

Le agradeció el esfuerzo y las puertas del elevador se cerraron.

Sonrió ante la perspectiva.

¿Se alegraría de verle? Volvió a sonreír.

Después de subir los 36 pisos hasta llegar a su ático, localizó la puerta, sacó una tarjeta del bolsillo y la pasó por la vertical de la ranura de la puerta, lo había hecho en varias ocasiones y siempre había dado resultado y BINGO!  La puerta cedió y se abrió muy despacio. Una vez dentro se quedó quieto. No se escuchaba nada.

La casa estaba en penumbra.

La poca luz que pudo apreciar salía desde el fondo del pasillo.

Se quitó la chaqueta, el reloj y los zapatos y avanzó muy despacio.

Cuando por fin llegó a la luz, vio que se trataba de un dormitorio, muy grande decorado en rosa palo y blanco, dos lámparas pequeñas con bombillas rojas daban a la habitación una calidez asombrosa y al fondo había una puerta, de allí salía otra luz y se acercó.

Y la vio, tumbada dentro del jacuzzi, apoyada su cabeza sobre una toalla y con unos auriculares puestos. Se estaba frotando las piernas con una especie de toalla pequeña, estaba preciosa, pensó.

Tenía que aprovechar el momento, a eso había venido, lo que no imaginó era encontrarla así. Aquello iba a ser divertido.

Tenía toda la noche para ella, al día siguiente se marcharía a California y quería saber hasta donde podría llegar con Claire.

Entró en el baño,  se puso a su espalda y la miró, estaba sonrojada por el calor que desprendía el agua. Pudo apreciar sus estupendos pechos que flotaban a la deriva del oleaje que ella proporcionaba.

No lo dudo.

Se quitó la ropa que llevaba puesta y se quedó tan desnudo como ella. La iba a causar una tremenda impresión pero ese era su juego y ella tendría que jugar también.

Además…la debía un beso.

SEDUCIENDO A MI ENEMIGO #02Donde viven las historias. Descúbrelo ahora