CAPITULO 16

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Era tarde, más de las 1 de la madrugada. Había salido de un coctel que daban unos amigos en su casa, hacia semanas que no sabía nada de Claire. No estaba preparado para lo que en aquel momento sintió. No la había llamado en todo este tiempo. Aquella noche, después de comprobar que se había dormido, se vistió y salió corriendo del apartamento de Claire.

Las cosas no le estaban saliendo como había calculado en un principio, la cuestión era pedir por las buenas a su padre mediante un abogado que abandonara toda la propiedad, que firmara un memorándum bajo notario y no supieran más de él, pero las cosas se complicaron y tuvo que viajar en persona él a San Diego, fue esa mañana siguiente. Hizo la visita al señor Ollerson por la noche, cuando todo estaba en calma y sabía que se encontraría en el despacho de la casa junto al jardín donde meses atrás hizo igual.

Ollerson no se retractaba y juraba y perjuraba que la propiedad era de él, que lo que pudiera decir el abogado de los Mackenna le traía sin cuidado. Entonces Héctor le amenazó con denunciarle, pero Ollerson sabía que las amenazas no iban a servir de mucho, ya sabía por boca de su abogado que todo lo concerniente al tema en cuestión, había prescrito.

De modo que Héctor solo tuvo una salida, amenazarle con lo único que no podía jugar, con su hija.

Regresó a Kansas y habló con Max. Su servicial aliado le comentó que habían tenido noticias del señor Boots, que alguien le había sacado de la cárcel donde se encontraba y que estaba a buen recaudo. El señor Boots les dio malas noticias, después de investigar el paradero de las escrituras originales datadas de aquellas fechas, viajó a Sacramento donde a través de un despacho colaborador le dijeron que todo ese tema ya había prescrito. Que por supuesto podrían entrar en litigios, pero que no aseguraría nada. Había buenos abogados que se encargarían del asunto si por medio había un buen fajo de billetes.

El señor Mackenna hizo honor a su célebre cita de la familia y pidió paciencia, pero su semblante cayó cuando se quedó a solas. Si antes fue difícil, cada vez lo era más, las tierras de sus antepasados acabarían en manos de esa gente y él no podía hacer más de lo que había hecho. Sabía que tenía una hija, si hablara con ella, si ella pudiera comprender la situación…

Fue cuando Héctor le dijo a Max que estaba en ello y que todo se resolvería satisfactoriamente para todos.

Su padre continuaba sin decirle nada al respecto y él no sería quien sacaría el tema. Su plan seguía en marcha y ya era hora de dar la vuelta a la rosca.

Regresó a Nueva York a la semana siguiente y decidió no llamarla. Quería dejar un tiempo, que ella anhelara su presencia, tanto como él lo hacía aunque no quisiera reconocerlo.

Pero esa noche, quería verla, quería olerla y sentir su presencia, aparcó el coche cerca de la puerta de su edificio y salió del coche.

Al entrar en el vestíbulo vio al conserje y éste salió de manera precipitada de su lugar de trabajo y se acercó a el.

_Buenas noches, dijo Héctor. Conozco el camino.

Pero el conserje le frenó en seco

_Lo siento señor, pero no me está permitido dejarle pasar.

Una placa distintiva con su nombre iba colgada de su chaqueta en ella se leía JOSEPH.

_Joseph, me puede explicar qué ocurre.

_Señor, discúlpeme pero la señorita Ollerson me dejó claras instrucciones sobre usted, prohibirle el paso, sino lo hacia así me despediría y no daría buenas recomendaciones sobre a mí a mi empresa. Quiero que lo entienda. Por favor abandone este lugar.

Héctor se quedó parado mirando el elevador.

_Me preocupo por ella, solo quiero saber si está bien, ¿podría responderme a eso?

_Si señor, lo único que puedo decirle es que se marchó de viaje hace un par de días, pero no me dijo donde.

_¿De viaje?

_Si señor, y aún no ha vuelto.

Héctor no sabía que pensar.

Hizo el ademán de irse cuando se dio la vuelta, le entregó una tarjeta personal y le dijo que le avisara a cualquier hora del día o de la noche cuando ella volviera que esperaría la llamada. Se sacó un billete de 100 dólares y se lo metió en el bolsillo.

_Gracias por todo Joseph, es un buen hombre.

La cara de Joseph era todo un poema, le saludo dándole las buenas noches y Héctor salió del edificio rumbo a su casa.

Mañana por la mañana iría a la oficina de Claire, le tenían que dar muchos detalles de ese viaje y porqué él no sabía nada. La dejó claro que la quería en su obra todo el tiempo disponible, no quería sorpresas de ningún tipo.

¿Dónde estaría? Sabía que no había otro hombre en su vida y no esperaba que estuviera haciendo otro trabajo que no fuera el de él.

 

SEDUCIENDO A MI ENEMIGO #02Donde viven las historias. Descúbrelo ahora