Capítulo 9

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El vídeo está dando vueltas desde hace 15 días. Al principio mi hermana intentó calmarme argumentando que era cuestión de tiempo para que se olvidasen de mí, que pronto alguien más haría una locura y la prensa iría a acosar a ese otro. No obstante, pasan los días y la situación sigue igual.

¡Ya no lo tolero! En lo que va de la semana ya me llamaron tres emisoras de radio y dos programas de televisión rogándome por una nota, todos están desesperados por averiguar mis intenciones al fingir una convulsión, porque sí, lo descubrieron. Como el vídeo es lo que está de moda, llamaron a un grupo de especialistas a analizarlo, y según los médicos invitados mi comportamiento fue muy diferente al de las personas que realmente sufren crisis convulsivas.

Nota para el futuro: Investigar antes de actuar.

Esto desencadenó un montón de llamadas de todos mis conocidos para preguntarme qué había pasado. La llamada más inesperada fue la de mi psicóloga, con la que dejé de tener contacto hace unos meses cuando ya no podía pagar más sesiones, me habló preocupada por mi estado mental y se ofreció a que hagamos consultas gratis. Claramente, le corté el teléfono sin dignarme a responderle, no me gusta que me traten como un desquiciado.

Ahora vivo con el teléfono en silencio, antes me entristecía que mi WhatsApp no tuviera ningún mensaje nuevo y ahora me molesta que cada persona que me escribe lo hace con motivo al vídeo, ¿es qué acaso a nadie le importa saber cómo estoy?

Inclusive mis excompañeros del colegio, con los que hace años dejé de hablarme, armaron un grupo de WhatsApp únicamente para hablar de mí y la interrupción a la boda. Insisten con una reunión a la que obviamente no iré. A esa gente solo la quiero ver bajo tierra.

Lo único relativamente bueno fue que también me escribieron algunos ligues pidiéndome volver a vernos, obviamente acepté y pasé unas buenas noches, el problema era a la mañana cuando no se querían ir y pretendían pasar horas charlando y contándome cosas que no tenían la más mínima importancia. Desde el principio me gusta dejar las cosas claras, no buscó una relación solo que ambos la pasemos bien y nada más, detesto cuando intentan cambiarme.

Pasé días enteros sin dormir, si no era porque tenía una compañía que me hacía mantenerme despierto, era el celular que no dejaba de sonar, cada vez que cerraba los ojos me llamaba alguno de los empleados de los programas de chimentos para insistirme hasta el cansancio.

Para colmo estuve a punto de desnucarme varias veces cuando me duchaba gracias a que los sonidos inesperados hacían que perdiese el equilibrio. Estaba relajado e inesperadamente sonaba el timbre de mi casa y eran nuevamente los reporteros que no se daban por vencidos.

Ya que también descubrieron mi dirección gracias al imbécil de mi casero que se comunicó con un periodista amigo para que revele la noticia que rápidamente se expandió en todos los medios. Sé que en mi situación debería lamerle los pies al casero para que no me eche, pero no me sale y quizás por ese motivo aún no me echo, es un hombre solitario que le divierte tener con quien discutir y a quien molestar llamando a la prensa.

Lo peor de todo fue cuando salí del baño como Dios me trajo al mundo y descubrí a un camarógrafo filmándome desde la ventana del living que inconscientemente dejé abierta. ¡Ya ni siquiera puedo tener privacidad en mi propia casa!

Al final agotado ante su insistencia, acepté dar una nota para contar mi versión de los hechos. Comprometerme a hablar fue una de mis peores decisiones. Me acribillaron a preguntas sobre mi vida y mi trabajo, escarbaron en cada aspecto de mi historia y al final me calificaron como un mentiroso frente a toda la audiencia. Y al ver que acepté dar una entrevista el resto de los programas insistieron aún más para que les conceda una a ellos.

No pude apaciguarlos ni contarles la verdad para no comprometer a mi cliente. Que aunque no nos pagó le tengo fidelidad al secreto profesional, bueno eso y que nos está extorsionando con llevarnos a juicio por incumplimiento de contrato.

¡Juro que nunca más voy a hacer un negocio con un enviado del demonio comúnmente conocido por su profesión: abogado!

No puedo permitir que lleve nuestra pequeña empresa a tribunales, nuestra reputación quedará por los suelos, más de lo que ya está desde que empezó toda esta pesadilla. Cualquiera pensaría que es bueno estar en la boca de la prensa porque es publicidad gratis pero déjenme decirles que es una mierda. Todos los novios con los cuales habíamos hecho contrato para los próximos meses llamaron para cancelar ya que según ellos: "no podían poner en riesgo el que será el mejor día de sus vidas con personas irresponsables".

Les insistimos para que no se dejen llevar por las malas lenguas, les ofrecimos otros servicios e incluso les quisimos bajar el precio de nuestro presupuesto, pero nada sirvió.

Mi cara es el hazmerreír de la ciudad desde hace dos semanas. Ir al supermercado nunca fue tan feo como ahora, tengo que ir prácticamente disfrazado para que no me reconozcan, ropa ancha, gorra y anteojos de sol, no sé qué es peor que los vendedores me vigilen pensando que entré a robar o que me reconozcan y me pidan una foto.

¡Si hay cosa que odio es sacarme fotos y más cuando estoy prácticamente obligado a hacerlo! ¿Cuándo se acabará esta tortura?

¡Si hay cosa que odio es sacarme fotos y más cuando estoy prácticamente obligado a hacerlo! ¿Cuándo se acabará esta tortura?

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Holiiis mis pequeños animadores, ¿cómo andan? ¿Cuáles son sus opiniones con respecto a este capítulo?

¿Les gustaría salir en televisión? Si la respuesta es afirmativa, ¿sobre qué les gustaría hablar?

¡Los espero en el capítulo 10! ¿Cuento con vos?

El animador de fiestas Donde viven las historias. Descúbrelo ahora