Estoy parado debajo de un árbol intentando protegerme del azote del agua, la tormenta eléctrica estaba pronosticada desde hace algunos días pero fui lo suficientemente tonto como para dejar el paraguas en mi casa. ¡En mi defensa los meteorólogos siempre le erran al pronóstico! ¿Cómo iba a saber yo que esta vez acertarían?
Me doy ánimos mentalmente para animarme a cruzar la calle corriendo y, de esa forma, mojarme lo menos posible, sin embargo, terminó empapado dado que me resbalé en pleno trayecto y caí en un charco de agua. ¿Alguien vio mi dignidad? No se puede tener tanta mala suerte.
Me levanté y busqué resguardo bajo un techo. Exprimo mi ropa para intentar sacarle la mayor cantidad de agua y lo único que me alivia es que después de lo ocurrido en aquel programa de televisión, ya nadie habla de mí, Rick se encargó de destruir mi mínima fama y puso de moda el caso de un hombre que prometió recorrer toda la ciudad de rodillas. Compadezco a ese hombre, ya con el pequeño golpe que me acabo de dar tengo las rodillas adoloridas no me quiero ni imaginar lo que va a sufrir ese ser humano.
Siendo sincero extraño un poco encender la televisión y ver mi cara pero debo conformarme con que la gente sigue reconociéndome en la calle.
La ropa mojada se me pega a la piel congelando cada uno de mis huesos y lo que más lamento es que a la bolsa que traía con las pertenencias de Brenda le entró agua mojando la caja de cartón que hay dentro. No se la puedo devolver así como esta, se la presentaré como corresponde, la abriré para pasar el contenido a otra bolsa.
Cuando abro la caja me encuentro con un conjunto de lencería con encajes color blanco y casi se me salen los ojos de sus órbitas, no puedo evitarlo y me imagino a Brenda con estas prendas.
La voz de un hombre diciendo que me pescaría un resfriado si seguía bajo el agua me hizo salir de mi ensueño y reaccionar, metí todo donde estaba, le agradecí al hombre por su preocupación y seguí mi camino aún con la idea en mente.
Llegué a la casa que me tocó espiar hace no mucho tiempo y toqué el timbre. Mientras esperaba que alguien me permitiese ingresar, el agua siguió resbalando por mi piel. El olor a tierra húmeda era lo único que podía percibir y decidí concentrarme en eso y en los truenos para olvidar los latidos desbocados de mi corazón.
Sentí pasos acercándose y el cerrojo de la puerta siendo deslizado antes de que la abran. Una Brenda en pijama me recibió en la entrada.
— ¿Qué haces acá rojito? ¿Te dieron día libre en el Infierno?
Abro la boca para darle una respuesta ingeniosa pero termino estornudando y llenándola de saliva.
— Aghhhh —dice asqueada intentando limpiarse.
— A eso lo llamo yo karma instantáneo.
Ella me mira con desagrado pero al fijarse en mi estado me hace entrar a su casa preocupada de que me agarré una gripe.
Para cuando me quiero dar cuenta, una frazada cubre mi espalda y una taza de café calienta mis manos. La bolsa con la lencería descansa en la mesa ratona del amplio living de la casa que comparte con su madre, la cual parece estar ausente porque solo se oyen las gotas chocando contra los vidrios y unos cuantos truenos a la distancia.
Brenda me mira desde el sofá en el que está cómodamente sentada esperando que hable, porque sabe que no vine solamente a devolverle sus cosas.
Bebo un sorbo grande de café quemándome vivo por dentro, está demasiado caliente, antes de tomar la palabra:
— Por si te lo estás preguntando ya renuncié al trabajo de tu ex pareja.
Ella no hace ningún gesto y eso me obliga a seguir hablando sin pensar:
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El animador de fiestas
Aktuelle LiteraturSimón se encarga de animar fiestas y hacer que todos pasen una linda noche. Él disfruta demasiado su trabajo y junto con su socio son conocidos en el sector, lo que atrae muy buenos clientes. Uno de los cuales le hace una propuesta sorprendente: T...