Me recorrí todos y cada uno de los pisos buscando a Brenda, le pregunté a cada persona que se cruzaba en mi camino si la había visto, pero nadie lo había hecho. Me cansé y decidí emprender el viaje hacia mi casa, mañana será otro día y podré buscarla, además Segundo nunca se enterará que la perdí y el día lo cobraré igual.
En el camino a mi hogar fui desprendiéndome de cada prenda de mi disfraz y volví a ser yo, me puse los auriculares y empecé a silbar una melodía tranquila. Todo iba bien, el olor a eucaliptos llegaba a mí refrescándome y haciendo más amena la caminata, mi mente por primera vez en días estaba relajada y un paso seguía al otro casi sin esfuerzo.
Pero como a mí me meo un dinosauro, al llegar a casa y poner la llave en la cerradura sentí unos brazos femeninos que me agarraban por desprevenido la cara y me volteaban, llegué a ver unos ojos azules antes de que me tiraran una especie de spray que entró directo a mis ojos los cuales se cristalizaron en seguida y empezaron a arder como nunca.
Como acto reflejo los cerré, mala idea porque al abrirlos el ardor se incrementó y solo veía negro, me empecé a desesperar por no poder ver y por miedo a perder el equilibrio, me senté como pude en la entrada de mi hogar.
¡Ni cuando me quemé con aceite hirviendo haciendo papas fritas dolió tanto!
Ya me había olvidado de la presencia de esos ojos azules porque estaba más preocupado en llorar intentando que salga esa sustancia cuando sentí su voz y si no fuese porque acababa de atentar contra mí, me hubiese dado el gusto de deleitarme con su acento.
— ¡Eres tú! —Exclama asombrada.
— Sí, generalmente yo soy yo —respondo entre gemidos.
— ¡Sos el demente que interrumpió mi casamiento!
Me guio por su voz ya que no puedo ver nada , calculo que está a mi izquierda a unos cuantos pasos de distancia y allí me dirijo para decirle irónicamente:
— Sí soy yo, no hace falta que me agradezcas Brenda, ¿ahora me podes explicar porque me tiraste gas pimienta?
— No hasta que me digas por qué me estuviste siguiendo toda esta semana. ¿Y cómo sabes que me llamo Brenda?
— Que inteligente, pensé que no lo habías notado. ¡100 puntos para Gryffindor! —le contesto sarcásticamente.
Escucho que se aproxima pero la ignoro, estoy demasiado ocupado refregando las manos en mis ojos en un vano intento de calmar la sensación de molestia.
— Así solo lo empeorarás, solo espera unos minutos y ya pasará —me recomienda.
— No entiendo para qué te molestas en aconsejarme, es obvio que no confiaré en la palabra de alguien que me quiso dejar ciego.
— Temporalmente ciego, para ser más precisos.
— Que yo sepa podes tener un cuchillo ahora mismo y rebanarme en pequeños trozos —digo asustado ante la perspectiva.
— También puedo tener un arma y disparate justo en tu amiguito para dejarte sin descendencia —menciona a la ligera.
Aprieto mis piernas y me llevo las manos allí para protegerlo. Ante mi acción escuchó una risa estruendosa de parte de la maniática a la que se me encomendó perseguir.
— Solo bromeaba —avisa haciendo que me relaje—. Aunque lo de rebanarte no es una mala idea.
Retrocedo aún con los ojos cerrados y choco con la puerta de mi casa.
— Ahora que te veo mejor, no pareces tan psicópata como cuando me perseguías vestido de negro. Por un momento creí que eras la muerte hasta que vi tu cabeza de fósforo —admite entre carcajadas.
— Voy a conseguir un fumigador, no puede ser que las pulgas estén tan groseras —murmuro.
— Eso ni siquiera tuvo sentido —me reclama indignada.
— ¿Cómo qué no? ¿No lo entendiste? Pulga, por tu altura —le explico—. Pero no te preocupes si no te gusta también te puedo llamar chichón de piso.
Ella se queda en silencio y yo sigo probando nuevos apodos.
— También puedo llamarte inspectora de zócalos...
Brenda sigue sin responder así que hago uso de mi artillería pesada.
— No te alejes mucho, no sea cosa que te pierdas en el pasto y te confundan con un duende —le digo intentando contener una carcajada aunque no lo logro.
— ¡Escúchame una cosa zanahoria, antorcha con patas, volcán en erupción, no estás en condiciones de hacerme enojar, decime ya quién sos, por qué interrumpiste mi boda, por qué todas las personas parecen conocerte y por qué me estás persiguiendo! —Exige enfurecida.
— Te despertaste preguntona hoy, ¿no?
— Sí, y vos por lo visto con ganas de perder la vida —replica.
De a poco voy recuperando la vista, puedo ver pero aún hay algunas manchas que obstaculizan mi visión, llevo unos minutos viéndola hablar pero ella aún cree que estoy ciego, y no pienso hacerla caer en cuenta de su error.
Está parada a unos tres pasos de distancia en una postura defensiva, o al menos eso es lo que interpreto: tiene las piernas flexionadas, una levemente más adelanta que la otra, los brazos en alto y con uno de ellos sigue apuntándome con el gas pimienta.
Por mi propio bien intento tranquilizarla y me predispongo a aclarar todas sus dudas.
Holiiis mis pequeños animadores, gracias por llegar a este punto que por ahora es mi capítulo favorito de la historia, me divertí mucho escribiéndolo y espero que ustedes también lo hayan hecho leyéndolo ♡
¿Qué opinan de este nuevo personaje que se suma a la trama?
Pregunta loca para conocernos mejor: ¿Qué preferis: que una invasión alienígena llegué a tu ciudad o que haya un apocalipsis zombie en el mundo?
Ya sé, ya sé, mis preguntas son algo raras pero si ustedes son como yo y tienen alguna otra pregunta extraña pueden dejármela en comentarios que las voy a estar leyendo.
¡Gracias por leerme! ¡Los espero en el capítulo 17!
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El animador de fiestas
General FictionSimón se encarga de animar fiestas y hacer que todos pasen una linda noche. Él disfruta demasiado su trabajo y junto con su socio son conocidos en el sector, lo que atrae muy buenos clientes. Uno de los cuales le hace una propuesta sorprendente: T...