Con más dudas que certezas le envío el lugar del encuentro a Brenda. Aun no sé si está jugando conmigo o si realmente le gustaría que pongamos en práctica toda la teoría del curso en los retos de una semana que le propusimos al alumnado. Anoche quiso dejarme en suspenso y se despidió en la playa sin agregar una palabra más del asunto.
Me perfumo más de lo habitual porque aunque Brenda nunca me lo haya dicho sé que le gusta esta fragancia, en los momentos en los que estamos más cerca de lo habitual la veo respirar complacida mi perfume.
Estoy un poco nervioso por la cita de hoy ya que me voy a exponer demasiado al explicarle porque me gusta hacer algo tan inusual, no quiero que piense que estoy loco.
Llego a la dirección establecida y saludo a un amigo que conocí practicando este deporte, él se montó una pequeña empresa de alquiler y siempre que vengo me deja pasar gratis. Nos ponemos al día ya que hace mucho no nos vemos hasta que Brenda entra en el local, ella mira alrededor desconcertada buscándome y cuando me ve parece relajarse un poco más.
Me saluda con un beso y se pone a parlotear:
— Creí que estaba perdida, ¿por qué estamos en un negocio de alquiler de parapentes?
Me rasco la nuca incómodo y nos alejamos un poco de la clientela para no molestar y poder charlar tranquilos.
— Bueno... No sé cómo empezar... Se reduce al hecho que vamos a volar en parapente —digo titubeando.
Ella me mira como si se me hubiese soltado un tornillo y empieza a negar frenéticamente con la cabeza.
— ¿Volar? ¿Un parapente? ¿Acaso no me viste? Mido un metro cincuenta, estoy más cerca del piso que de las nubes. El cielo es hermoso pero para mirarlo con los pies en la tierra —me dice a toda velocidad y sus gestos me demuestran que está asustada.
— ¿Te dan miedo la alturas?
— ¿Acaso no es obvio? Sí, y mucho.
Ante eso no hay nada que yo pueda hacer, no la obligaré a volar si le da miedo, bajo la cabeza algo desilusionado y escucho como los clientes de mi amigo se acercan. Levanto la cabeza y veo a un grupo de mujeres de unos treinta y tantos años que tienen el traje a medio poner.
— Mira que volar es un viaje de ida —le dice una de ellas a Brenda.
Ella se pone lívida y la mira con terror.
— ¿Eso quiere decir que se tiran de lo más alto para no volver jamás?
La muchacha que le había hablado arruga el entrecejo y le aclara:
— No, me refería que una vez que empezas con este deporte no lo podes dejar, la sensación de estar volando es incomparable, te da una adrenalina que no se puede explicar con palabras, tienes que vivirlo para experimentarlo.
Brenda la mira un poco más interesada y se ponen a charlar entre ellas con la intención de motivarla a hacerlo.
No sé como pero al cabo de unos veinte minutos pasé de tener un ratón escondidizo a tener un águila que quiere volar en lo más alto.
— No, no y no, no voy a dejar que te tires sola y menos de un sitio tan alto.
— Pero yo quiero... —dice juntando sus manos como si fuera a rezar.
— Y yo quiero ser Brad Pitt —la interrumpo poniendo los ojos en blanco.
La ayudo a ponerse el traje y el casco y le doy las indicaciones básicas sobre este deporte. Ella está tan entusiasmada que no me pone atención y se queda mirando a las mujeres con las que antes habló que ya están volando en el aire.
La diferencia principal entre el paracaídas y el parapente es que en el último no hay que saltar de un avión y se puede disfrutar aún más la naturaleza porque el vuelo dura mucho más. Amo este deporte, hace años que lo práctico, empecé a los doce años cuando mi mamá se hartó de verme tirarme del techo de la casa al piso con la intención de volar cual Superman y quiso sacarme las ganas llevándome a un club donde enseñaban a usar el parapente. Su idea era que fuera el tiempo suficiente hasta que me aburriera y decidiera hacer otra cosa, pero los años pasaron y aún no me cansé de esta sensación.
Perdido en mis pensamientos fui preparando las cosas automáticamente, sabía los movimientos de memoria y no necesitaba analizarlos mucho, nos puse el arnés y acomodé el ala del parapente, le indiqué a Brenda que debíamos correr para tirarnos por la colina y así lo hicimos. Volví a la realidad cuando empezamos a tomar vuelo y los gritos de mi acompañante se hicieron sentir alejando a todas las aves de la zona que huyeron despavoridas.
— ¡¡¡ESTOY VOLANDO!!!
Yo me reí ante su emoción y ella no paro de admirar el paisaje desde la altura y de agradecerme por haberla traído. Siendo sincero nunca disfruté tanto un vuelo como el de hoy, su emoción fue contagiosa y me encontré a mí mismo sonriendo como un tonto.
El viento en la cara fue revitalizante y ambos sentimos la adrenalina propia de este tipo de deportes, ni siquiera habíamos aterrizado cuando ella me pidió volver a tomar vuelo, y así lo hice, estuvimos toda la tarde planeando por el campo y riéndonos ante cualquier cosa, fue un día muy especial para los dos.
Holiiis mis pequeños animadores, ¿soy la única que después de este capítulo quiere volar en un parapente?
¿Le tienen miedo a las alturas como Brenda?
Tengo un aviso jeje ya preparé el booktrailer de esta novela, pronto lo subiré así que estén atentos!!!
Los espero en el capítulo 24 ¿estarás presente en estos últimos capítulos de El Animador De Fiestas?
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El animador de fiestas
General FictionSimón se encarga de animar fiestas y hacer que todos pasen una linda noche. Él disfruta demasiado su trabajo y junto con su socio son conocidos en el sector, lo que atrae muy buenos clientes. Uno de los cuales le hace una propuesta sorprendente: T...