Capítulo 24

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Seguimos el plan de estudios al pie de la letra: Al cabo de una semana ya habíamos dedicado un día para la actividad favorita de Brenda y uno para la mía, habíamos quedado en un bonito restaurante para comer, nos encontramos justo antes de irnos a dormir, y al día siguiente recién levantados, también dedicamos un día a hablar de temas polémicos para conocer nuestras opiniones sobre política y economía. Solo restaba un día, el domingo, que habíamos determinado en el plan con Thiago que fuese un día libre pero con sorpresas y para este entonces puedo decir que he caído como un tonto a los pies de Brenda.

Yo, que hace un tiempo no sabía ni lo que era el amor. Yo, que solo me interesaba por los ligues de una noche. Yo, que había organizado todo para que sean los demás quienes se enamoren, más que ser un Cupido fui la victima de este ser mitológico, pienso en Brenda a todas horas, espero ansioso nuestras citas y no quiero que se acaben. De maestro del amor pase a ser un simple mortal que cayó en sus garras.

Lo único que me reconforta es que mis alumnos también opinan lo mismo, mi Whatsapp está lleno de sus mensajes agradeciéndome por darles esta oportunidad, todos están felices con la persona con la que los empareje y nadie se ha bajado del plan. Está funcionando mejor de lo que esperaba y tengo en mente hacer una segunda temporada de este proyecto, es más, muchos de mis alumnos han hablado del curso con sus conocidos y ya tenemos personas interesadas para empezar cuanto antes.

Intento concentrarme en mi trabajo, pero lo único que pienso es en la salida con Brenda que tendrá lugar dentro de pocas horas. Puede sonar raro pero acordamos encontrarnos en una iglesia, y no en cualquiera: en la capilla en la que nos vimos por primera vez en la que hoy se celebrará una boda, no conocemos a los novios pero tampoco nos importa, queremos revivir el día en el que nos conocimos. La única diferencia es que no interrumpiremos el casamiento solo nos conformaremos con ver lo que podía haber sucedido si Thiago no se hubiese confundido de dirección.

***

Ya estoy en el lugar, me senté en el mismo banco que aquel día y Brenda está a mi lado, si no fuera por eso, sentiría que estoy viviendo un déja-vú porque volví a provocar que una boda se detenga por mí. ¡Pero juro que está vez yo no hice nada!

Resulta que los novios no eran tan desconocidos como supuse en un primer instante. Cuando llegamos la mirada del novio se posó en mí y al cabo de un rato se acercó para hablarme, reconocí la voz enseguida aunque hace bastante tiempo no la escuchaba, era Enrique, el novio al cual le debía interrumpir la boda en aquel día de febrero.

— ¿Qué haces aquí? —me pregunto medio receloso.

Yo no podía hablar, estaba anonadado por la casualidad que me hizo encontrarlo en un casamiento, ¿se casa de nuevo? ¿Y con quién? Brenda tomó la palabra y le explicó porque estábamos allí. Enrique pareció más tranquilo y avisó a los invitados que se iba a tomar un momento porque necesitaba hablar conmigo.

Me arrastro consigo a la calle para tener una charla a solas.

— No sé si recuerdas que aquel día en el que se confundieron de iglesia llamé a tu compañero —hace una pausa esperando mi respuesta y yo asentí en reconocimiento—. Yo estaba muy enfadado y dije cosas sin pensar y una voz femenina me dijo del otro lado de la línea que si no era capaz de darle la cara a mi mujer que usase una máscara.

— Sí, lo recuerdo, perdóneme mi hermana a veces no piensa lo que dice —me apresuro a decirle.

— No, no te disculpes —dice apoyando una mano en mi hombro y mirándome a los ojos con agradecimiento—. Tu hermana me hizo entender, que no necesitaba ninguna máscara, que yo mismo me la había puesto hacía demasiado tiempo y que prefería vivir una vida infeliz de apariencia antes que mostrar mi verdadero ser.

Estoy sin palabras, no entiendo qué es lo que pasa y a dónde quiere llegar Enrique.

— Vos me hiciste abrir los ojos, cuando te vi en la televisión, temí que dijeras la verdad y que mi castillo de naipes que tanto me costó construir, cayera como si hubiese recibido un soplo de viento, por eso los amenacé con ir a un juicio, no estaba listo para enfrentar que mis conocidos me mirasen diferente.

— Pero no lo expuse, guarde el secreto —digo creyendo entender su discurso.

— No, no lo hiciste, como tampoco interrumpiste mi boda, porque era yo quien debía hacer esas cosas no un tercero convencido por dinero. Así que fui con mi esposa, nos sentamos y le empecé a contar toda la verdad, no me guardé nada, le dije que era homosexual, que no quería casarme y que tuve esa fatídica idea. Ella me entendió, le dolió y decidimos separarnos, desde ese entonces ya no nos vemos porque dice que mi figura le trae recuerdos tristes.

— Lo lamento pero me alegra que hayas tomado la decisión correcta —le digo de corazón.

— Yo también lo hago muchacho, y ahora entremos rápido a la iglesia que deben estar preocupados por nuestra demora, te presentaré a alguien muy importante: el hombre del que estoy enamorado y con el que quiero pasar el resto de mis días.

Me sentí afortunado de haber llegado a esta capilla justo el día de hoy para poder ver que Enrique volvió a tomar las riendas de su vida, nos quedamos hasta el final de la celebración y tiramos felizmente arroz a los recién casados.


Holiis mis pequeños animadores

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Holiis mis pequeños animadores. ¡Hay un soldado caído en la zona! Tengan cuidado: El amor puede ser contagioso, les recomiendo usar una máscara antigás para mantenerse alejados de este complejo sentimiento...

¿Qué me dicen del capítulo de hoy? ¡Enrique se animó a decir la verdad, se merece un gran aplauso!

¿Les gustó la idea de que los chicos vuelvan a ir a la iglesia en la que se conocieron?

No sé si ya están listos para el final de esta novela, pero muy pronto llegará. ¡Los espero en el próximo capítulo que será el último!

El animador de fiestas Donde viven las historias. Descúbrelo ahora