Todas las concubinas, y sirvientes hicieron una reverencia por la presencia del gran sultán.
— No levanten la cabeza, no lo miren a los ojos, ni siquiera tienen permitido respirar, ¿Entendieron?.— Dijo la encargada del harem.— Ahí viene su majestad.
Las concubinas, sin hacer caso, miraban de reojo, riendo coquetamente, mientras asomaban sus cabezas por aquel pasillo.
— Es muy guapo.— Rumoreaban.
Sin embargo, Lalisa pasó de largo, sin tomar en cuenta aquellas risitas que se escuchaban. Era consciente del revuelo que causaba en el harem, pero también era consciente de que no sería igual si supieran quién es realmente.
— ¿A dónde vamos, su majestad?.— Preguntó su fiel amigo, Iskender.
— Vamos de caza. Ya estoy aburrido aquí en éste palacio.— Le dijo, con un tono animado.
— ¿Ordeno que alisten el carruaje?.— Preguntó.
— No te preocupes, ya lo he hecho.
Así se dirigieron rápidamente al palacio de caza, en Edirne.
Al llegar se cambiaron a una vestimenta más apropiada, y salieron a cazar.
Estaban Lalisa e Iskender con arcos y flechas, y los jenízaros (Soldados otomanos), con sus respectivas espadas, atentos al cuidado del sultán.
— Ahí, majestad.— Susurró Iskender, apuntando al ciervo que caminaba traquilamente por el bosque.
— Vamos.— Ordenó Lalisa.
Se acercaron lentamente, con delicadeza, para no asustar al animal que aún no se había percatado de su presencia.
De pronto, una flecha atravesó la cabeza del ciervo. Fue preciso, y lo mató de manera instantánea. El problema es que aquella flecha no fue lanzada ni por Iskender, ni por el sultán.
— ¡Lo tengo!.— Se escuchó una voz femenina.
Antes de que los jenízaros pudieran hacer algo, Lalisa les hizo una señal de silencio.
— Escóndanse.— Ordenó, haciendo que todos se escondieran tras unos arbustos.
— Soy la mejor cazadora del mundo.— Dijo la chica desconocida.
Lalisa al verla quedó totalmente sorprendida. Era una chica hermosa, de cabello castaño, de estatura baja, y complexión delgada. Era como si el mundo se hubiera detenido. Ella parecía un ángel...
— ¡Jennie!.— La presencia de otra joven se hizo presente.— Vamos, ya es tarde. Nuestro padre se enojará si no regresamos antes de que anochezca.
— Ji Soo, apenas el cielo se ha anaranjado.— Dijo Jennie.
— Aún así. Sabes que no me gusta salir a cazar. ¿Por qué me obligas?.— Le reclamó.
— ¿Pretendes que salga sola con bandidos merodeando?.
— ¡Entonces no salgas!.— Alzó la voz.
— Debemos comer algo.
— Para eso trabaja nuestro padre, Jennie.
— ¿Crees que gana lo suficientemente para alimentarnos a todas?.— Dijo molesta.— ¡Ese sultán nos roba todo nuestro dinero con sus impuestos injustos!.
— ¡Shhh!. ¡Si te escucharan te ejecutarían de inmediato!.— Dijo Ji Soo alarmada.
— ¿Crees que me importa?. En cualquier caso, su majestad, el sultán, no andaría por éstos lados tan pobretones. He escuchado que es un hombre gordo, y feo. También que es un sultán muy cruel. ¿Cómo alguien así puede dominar el imperio?.
— ¡Oye, tú!.— Se escuchó una voz masculina, saliendo de aquellos arbustos.— ¿Cómo osas hablar así de nuestro sultán?.— Iskender salió a defenderla. Detrás de él salieron los jenízaros, pero Lalisa decidió quedarse escondida.
— ¡Oh, Dios!. ¡Corre, Jennie!.— Ji Soo la tomó de la mano, y corrieron lo más rápido que pudieron.
Los jenízaros iban a ir tras ellas, pero Lalisa les dió una señal para que las dejaran escapar.
— Déjenlas ir.— Ordenó. Miró a su costado, percatándose de que el ciervo seguía ahí.— Iskender, dame esa flecha.— Su amigo le obedeció, y se la entregó.— Así que Jennie, ¿Eh?.— Sonrió, sosteniendo aquella flecha.— Ustedes dos.— Llamó la atención de dos jenízaros.— Sigan su rastro, y llévenle aquel ciervo. Díganle que es de parte del sultán gordo, feo y cruel.
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El Sultán [Jenlisa]
FanfictionAl morir el sultán, uno de sus herederos (varones) debe tomar el trono el mismo día. ¿Qué pasaría si no hay herederos al trono?. [Basada en la novela: El Sultan]