V

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Lalisa estuvo conversando con Jennie por un buen tiempo. Se sentía cómoda, ya que Jennie hacía que el ambiente fuera perfecto.

— ¡Majestad!.— Lalisa escuchó la voz de Iskender a lo lejos.

— ¡Oh, no!.— Dijo Jennie.— ¡Escóndete!. Son los guardias del sultán, de los que te conté que tuve el problema ayer.— Le dijo.— Si me ven, seguro me matarán.— Se apresuró a lanzar sus cosas junto a las de Lalisa bajo los arbustos más cercanos, y se escondió tras ellos. Lalisa también lo hizo, ya que si Iskender la viera, descubriría su secreto.

— ¡Majestad!.— Se escucharon sus pasos firmes, y apresurados.— Maldita sea, ¿Dónde se metió?.— Dijo preocupado.

— ¡Señor!.— Se escuchó a uno de los agas.— Hemos revisado en todas partes, pero no hay ni rastro de su majestad.

— ¡Búsquenlo bien!. Si no aparecen con él dentro de dos horas, yo mismo tomaré sus vidas.— Amenazó.— Córre, y avisa a los demás que se apresuren, no debe estar muy lejos.

— Sí, señor.— Dijo, antes de correr hacia dentro del bosque nuevamente.

Al rato, Iskender también se fue, dejando a Lalisa y Jennie a solas.

— Al fin. Creía que no se iría nunca.— Dijo Jennie saliendo de aquellos arbustos.

— También yo...— Dijo Lalisa, sintiéndose un poco incómoda al haber estado tan cerca de Jennie, desnudas.— Es hora de irme, el palacio debe estar hecho un desastre.

— Cierto que eres una sirvienta de "su majestad".— Se burló.

— Es una buena persona, ¿Sabes?. Y muy guapo, por cierto.— Dijo, un poco molesta.

— Lo apostaría.— Respondió Jennie, con sarcasmo.

Lalisa rió un poco, mientras se apuraba en vestir. Cargaba una pequeña bolsa con cuarenta monedas de oro, y no dudó en dejarlas bajo la ropa de Jennie, mientras ésta no se percataba.

— Ya me voy. Me alegro de haberte conocido, Jennie.— Le sonrió. Tenía una sonrisa demasiado linda, y Jennie lo notó. Se puso un poco nerviosa, sin saber por qué.

— También yo, Lalisa.— Le sonrió de vuelta.

El sultán tomó su espada, y se devolvió al palacio. Fue difícil entrar, ya que habían muchos guardias al rededor. Pero al menos se encontró con los agas que ya la conocían, y pudo hacerlo.

Al entrar a su habitación, se cambió de ropa, y se sentó.

— ¡Agas!.— Entraron inmediatamente.— Avísenle a Iskender que ya he regresado.

— Sí, majestad.— Se retiraron.

Lalisa suspiró cansada. Se quedó mirando aquella alfombra fina, y elegante. No muchos podían gozar de lo que ella tenía, lamentablemente. Jennie le había contado sobre su vida, una dura, y triste vida, que mantenía en una pequeña cabaña en el bosque. Su padre vendía leña, pero con eso no les alcanzaba para comer. Esperaba que con lo que le había dejado, puedan mejorar su estado, al menos por un mes.

Tocaron a su puerta, interrumpiéndola.

— Adelante.— Dijo, cambiando su semblante.

— Iskender está aquí, señor. Desea verlo.— Le dijo uno de los agas.

— Dile que vuelva más tarde.— No quería soportar los regaños de Iskender.

— También hay una señorita esperando. Dice que es Kim Jennie, y viene a devolverle una supuesta bolsa de dinero a una sirvienta llamada Lalisa. Le hemos dicho que aquí no se encuentra tal persona, pero ella insiste.

— Dile que Lalisa había ido al mercado por orden mía, y que se quede la bolsa. Es un regalo de Lalisa, y no debería desperdiciarlo.— Le dijo, cautelosamente.— Puedes retirarte.

El aga hizo una reverencia, y salió.

Iskender estaba nervioso, y preocupado.

— Su majestad ha dicho que no desea verlo en éste momento. Ha ordenado que vuelva más tarde.— Le dijo el aga.

— Pero, ¿Está bien?. ¿Estaba enojado?.— Dijo, mientras se acariciaba el cuello, temiendo por su decapitación.

— Se veía bien, no se preocupe.

— Bueno.— Dijo, retirándose a sus aposentos.

Jennie fue informada, y volvió a su casa. ¿Cómo explicaría que fue a disfrutar de un lago, y volvió con una bolsa con oro?.

El Sultán [Jenlisa]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora