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Jennie palideció al ver a aquel hombre. Lalisa calculó que debía tener unos treinta y algo.

— ¿Qué hace aquí?.— Le preguntó Jennie.— ¿Por qué sigue molestándome?.

— Soy tu prometido. ¿Acaso no es mi deber?.— El hombre parecía realmente molesto.— Será mejor que vuelvas a tu casa. — Le exigió.

Lalisa no podía creerlo. Jennie estaba prometida.

— No, yo puedo hacer lo que quiera.

— Pagué mucho dinero por ti, así que vienes conmigo ahora mismo.— La tomó del brazo, siendo brusco.

Lalisa lo empujó, desenvainando su espada.

— Será mejor que no te vuelvas a acercar a ella. ¿Cuánto dinero pagaste?. Te doy el doble, incluso el triple.— Fue más como una amenaza que una oferta.

— Nada. Jennie me pertenece.— Decía el arrogante hombre.

— El sultán ha pedido por ella. No creo que quieras enfrentarlo.— Dijo Lalisa, sin pensar.

— ¿El sultán?.— El hombre retrocedió.— No puede ser cierto.— Dijo.— De todas formas, no me interesa si fue el mismo sultán quien la quiera. Ella es mía por derecho.— Se burló.— Si él la quiere, que venga y me corte la cabeza.— El hombre rió.— No pienso dársela a nadie.— Volvió a tomar a Jennie, arrastrándola con él.

— ¡Suéltame!.— Le gritaba.— ¡Me lastimas!.

— ¡Déjala en paz!.— La voz de Iskender se hizo presente. Lalisa lo miró sorprendida. Esperaba que con aquel cambio, no se diera cuenta de que ella era Mustafá.

— ¿Y quién eres tú?. No es tu problema.— Dijo el hombre.

— Soy Iskender Pasha, el Gran visir del imperio otomano. Deja a esa niña en paz, es una orden.

El hombre la soltó de inmediato, creyendo que venía de parte del sultán.

Jennie corrió a los brazos de Lalisa, y ésta aprovechó de esconder su rostro en el cuello de la misma.

— Por favor, no te muevas.— Le dijo Lalisa.— Si me ven aquí, me matarán por desobedecer al sultán.— Mintió.

— No te preocupes, quédate detrás de mí.— Le susurró Jennie.— Seguro también me matarán.— Bromeó, relajando un poco el ambiente.

— Pasha, ésto tiene una explicación.— Intentó decir el hombre.

— Ven conmigo. A quien le tienes que dar explicaciones, es a nuestro sultán.— Dijo, mientras lo tomaba.— Ustedes vayan a su hogar ahora mismo.— Dijo, mientras unos jenízaros aparecían, y se llevaban al hombre.

— Sí, señor.— Dijo Jennie, llevándose a Lalisa lejos de Iskender.

Cuando por fin ya estaban lejos, Lalisa se escusó diciendo que tenía que volver al palacio.

— ¿Estás segura?.— Preguntó Jennie, preocupada.

— No te preocupes, tengo mi espada.— Dijo Lalisa, causando una sonrisa tierna por parte de Jennie.— Te veré cuando el sultán regrese de la campaña. Seguro volverá aquí.— Le dijo, mientras su mano tocaba su mejilla.

Jennie cerró sus ojos, sintiendo el calor, y la aspereza de la mano de Lalisa.

— Te extrañaré...— Dijo sonrojada.

Lalisa sonrió, y la abrazó, antes de volver al palacio.

Cuando regresó a sus aposentos, se cambió de ropa, luciéndose con su lujosa presencia.

— Señor, Iskender dijo que había un hombre en el calabozo, esperando verlo.— Dijo un aga.

— Tráiganlo ya mismo.— Ordenó.

Al traerlo, el hombre no podía creer su mala suerte.

— ¡¿Tú?!.— Le gritó. Lalisa gozó al ver el miedo en sus ojos.— ¡Es imposible!. ¡Una mujer no puede ser sultán!.— Intentó atacarla.

Lalisa desenvainó su espada, apunto de cortar su cabeza, pero Iskender fue más rápido, y puso una daga en el cuello del hombre.

— ¿Sabes a quién estás enfrentando?.— Le dijo.— ¿Tienes idea de tu castigo?.

— ¡No puedes hacer ésto!.— Le gritó.

— Claro que puedo.— Sonrió Lalisa. Esa sonrisa demostraba lo cruel que podía ser.— ¡Soy el sultán Mustafá!.— Le respondió, antes de cortar su cabeza sin dudarlo.

— Mi señor...— Le dijo Iskender, llamando su atención.— ¿Por qué el hombre ha dicho que usted...— Lalisa lo interrumpió.

— No importa lo que él haya dicho, o no, Iskender.— Lo miró seriamente.— Lo importante es lo que tú escuchaste.— Le dijo amenazante.— ¿Qué escuchaste?.

— Nada, mi señor.— Hizo una reverencia.— Soy completamente fiel al imperio, y por sobretodo, a usted, mi sultán. Daría mi vida por usted.— Le dijo.

Lalisa sonrió, y tocó su hombro.

— Por eso eres mi amigo, mi más cercano. Puedo confiar en ti.— Le confesó.

— Es un honor para mí.— Dijo Iskender.— Mi lealtad le pertenece.

Lalisa sabía que tarde o temprano Jennie también tendría que saber la verdad. Quería decirle, pero, ¿Cuál sería su reacción?.

El Sultán [Jenlisa]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora