VIII

2.8K 456 66
                                    

Pasaron las semanas, y se acercaba otra campaña. Definitivamente Lalisa quería ver a Jennie antes de partir a la guerra.

— Vamos, Iskender. Iremos al palacio de caza antes de la campaña.— Dijo Lisa, mientras tomaba el colgante del cofre.

— Pero, mi señor, el Gran visir, Mehmet Pasha (Se pronuncia "Pachá"), está esperando verlo.— Le recordó.

— ¿Qué es lo que quiere hablar?.

— No lo sé, mi señor. Le he preguntado, pero dice que es confidencial.— Le respondió.

Lalisa suspiró, miró el colgante en su mano, y lo devolvió al cofre.

— Está bien. Ve a decirle que venga ahora mismo.— Dijo, tomando su turbante, con aquellas joyas preciosas colgando de él.

Se vió al espejo, y no se reconocía a sí misma. Incluso su vestimenta no le pertenecía. ¿Acaso el trono sí?. Sabía que no debía estar ahí. Ella no debía ser el gran sultán. No tenía derecho...

Los agas le informaron que el Gran visir había llegado.

— Mehmed Pasha, ¿Qué es lo que quería hablar con tanta urgencia?.— Le dijo seriamente.

— Siento interrumpirlo, su majestad. Los jenízaros vinieron hasta mi hogar, y me atacaron. Ellos reclamaban por su sueldo, mi señor. Dijeron que exigían un aumento...— Dijo Mehmed Pasha, manteniendo su postura de reverencia.

Lalisa se acercó bruscamente, asustando un poco al Pasha.

— ¡¿Cómo vienes a mi palacio, entras en mis aposentos, para decirme tal barbaridad?!. ¡Debiste dejarles en claro que su sueldo es justo!. ¿Acaso no eres mi Gran visir?. ¡Mantén tu postura, Pasha!. Si ven que mi mano derecha es débil, creerán que su sultán también lo es.— Le reprendió.

— Disculpe, mi señor...— El Pasha demostraba respeto ante el sultán.

— Ahora mismo te ordeno ir hasta los cuarteles, y decirles que vengan a mi palacio. Los quiero aquí antes de que llegue el medio día.— Le dijo.— Retírate.

Tal y como lo dijo, los jenízaros llegaron.

Lalisa se sentó en su trono, frente a los jenízaros, y les habló.

— Mi Gran visir me ha comentado que atacaron su casa, reclamando por sus sueldos.— Dijo, mirándolos a todos.— ¿Creen que lo que yo he puesto como su sueldo, no es justo?.— Los desafió a hablar.

— Mi señor, creemos que los sueldos son justos. El problema son los impuestos. Creemos que con tanto descuento a nuestros sueldos, casi no nos alcanza para alimentar a nuestras familias.— Aquello le hizo recordar a Jennie.

— ¡Es cierto!. ¡Mehmed Pasha nos ha robado demasiado!.— Gritó uno de los jenízaros.

Lalisa miró a Mehmed Pasha, el cual temió por su vida.

— Mi señor, no sé de qué hablan. Yo...— Ni siquiera podía hablar.

— ¿Cuánto es lo que impones, Pasha?.— Le preguntó.

— Lo que usted me ha ordenado, mi señor. Dos monedas de oro por familia.

— ¡Él miente!. ¡De las cuarenta monedas que ganamos, nos descuentan diez!.— Gritó otro jenízaro. Apoyado por los demás, comenzaron a hacer bullicio, reclamando.

Lalisa se levantó de su trono, mientras todos le hacían reverencia. Se acercó a Mehmed Pasha, y lo tomó de sus ropas.

— ¡¿Te atreves a mentirme en mi cara?!.— Lo miraba con odio y desprecio.

— ¡Majestad, no sé de qué hablan!. ¡Le juro por Allah que soy inocente!.— Dijo el Pasha.

— ¡Y te atreves a jurar por nuestro dios!.— Lo soltó con un empujón, haciendo que el hombre cayera al piso.— ¡Guardias!.— Estiró su mano, haciendo entender que le dieran su espada.— ¿Crees que cientos de jenízaros, que han dado su vida por mí, su sultán, me mentirían, Pasha?.— Le preguntó, acercando el filo de su espada al cuello de éste mismo.

— ¡Señor, le juro que soy inocente!.— Le dijo.

— ¡Admite tu error!.— Le gritó, perdiendo la paciencia.

— ¡Porfavor, perdóneme la vida!.— Le rogaba, mientras estaba arrodillado.

— ¡Todos tus bienes serán para aquellos que les has robado!.— Le dijo.— No tienes honor. No sirves ni en lo más mínimo para ser mi Gran visir. No sirves ni para ser llamado Pasha. ¡Qué vergüenza, Mehmed!.— Le dijo.

— ¿Qué pasará conmigo, mi señor?.— Dijo el hombre, viendo como el sultán Mustafá quitaba la espada de su cuello.

— Soy un sultán justo. No acepto traiciones, ni deshonras a mi trono.— Le dijo con calma.— ¿Crees que te dejaré ir?.

Mehmed Pasha miró con temor aquellos ojos cafés que lo observaban desde arriba.

De pronto, todos los jenízaros fueron testigos de cómo rodaba la cabeza del Pasha en el suelo.

El sultán, con la sangre en su espada, miró a los jenízaros.

— ¿Creen en mi justicia?.— Les preguntó.

— ¡Sí, majestad!.— Gritaron al unísono.

— ¡Nunca más se atrevan a enfrentarme!. ¡Al haber atacado la casa de uno de mis cercanos, me han atacado a mí!.— Gritó.— ¡Desde ahora recibirán cinco monedas de oro más en sus sueldos, por un año!.— Aclaró.— ¡Iskender!.— Llamó al joven.

— ¿Sí, mi señor?.— Respondió al instante.

— Desde hoy serás mi nuevo Gran visir.— Le dijo.

— Estoy muy agradecido, majestad.— Besó su túnica.

— ¡Tomen eso como una señal de advertencia!.— Apuntó con su espada ensangrentada al cuerpo inerte de Mehmed.— El que siga sus pasos, y ose traicionarme, tendrá el mismo final.— Dijo antes de retirarse.

Todos los jenízaros comenzaron a alabarlo.

— ¡Larga vida al sultán Mustafá!. ¡Larga vida al sultán Mustafá!. ¡Larga vida al sultán Mustafá!.— Gritaban.

Lalisa le entregó la espada a un aga, para que la limpiaran, y guardaran.

Lalisa ya deseaba ver a Jennie, por lo que se apresuró a marcharse al palacio de Edirne.

El Sultán [Jenlisa]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora