VI

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Al encontrarse con su padre, Jennie le entregó la bolsa con oro, diciendo que la había encontrado tirada cerca del lago en el que se había bañado.

— Espero que no me estés mintiendo. Si me entero de que lo has robado, yo mismo te llevaré delante del juez, ¿Entiendes?.— Le dijo amenazante.

— Papá, sabes que no sería capaz de hacer algo así.— Reprochó. Se sentía mal al mentirle, pero algo era algo.— Puedes usarlo para pagar tus deudas.

— No sé si usar algo que tal vez otra persona haya perdido.

— Padre, no te preocupes. Para tener una bolsa de oro, debe ser alguien que no lo necesite. Después de todo, ¿Quién perdería una bolsa de oro si la necesitara tanto?.— Dijo.

— Tienes razón...— Sonrió su padre, ya más tranquilo.— Allah nos ha bendecido, hija.— Agradeció.

— Ya lo creo...— Sonrió de vuelta. Ver la cara de tranquilidad de su padre, no tenía precio. Al fin podrían salir de aquellas deudas. Todo gracias a Lalisa...

Al recordar aquella sonrisa, y lo que provocó en ella, se sintió algo confundida. No sabía cómo sentirse. Tal vez eso era lo que llamaban "amistad". Después de todo, nunca había tenido una amiga. Sonrió al sentir que también podía ser especial para Lalisa. Tal vez también la consideraba su amiga...

Mientras tanto, el sultán se encontraba en sus aposentos, pensando también en Jennie. Su corazón latía más rápido al recordar su bello rostro, y su simpatía. En su corazón albergaba un sentimiento cálido, y dulce. Quería volver a verla...

— Mi señor.— Iskender entró al cuarto.

Lalisa se puso de pie de golpe, y su rostro se transformó por completo a uno de furia.

— ¡¿Cómo te atreves a entrar a mis aposentos sin mi autorización?!.— Gritó.— ¡¿Acaso quieres que te decapite?!.

— Perdón, su majestad. Es muy importante.— Lalisa dejó que hablara.— Su madre, la sultana Hafse, se encuentra mal. Me han informado que la han encontrado inconsciente en el suelo. Ahora mismo los médicos la están evaluando.— La preocupación, y el miedo se apoderaron de Lalisa, quién no dudó en ordenar volver al palacio de Topkapi.

Al llegar, su madre se encontraba en su cama, ya despierta, y reposando. Al parecer, no fue nada importante.

— Madre, debes tener más cuidado con tu salud. ¿Qué haría yo sin ti?.— Dijo Lalisa, mientras tomaba su mano.— Allah no lo quiera, pero si tú no estás conmigo, me quedaría sola en éste vacío mundo...— Su madre le sonrió, mientras una lágrima caía de su mejilla.

— Hijo, mi león, sabes que yo jamás te abandonaría. Incluso si la voluntad de Allah es llevarme con él, yo seguiría cuidándote desde arriba.— Le dijo.— No te preocupes, estoy bien.

— Me quedaré aquí a tu lado hasta que sanes.— Le dijo Lalisa.

— Hijo, he estado preocupada por ti. En el harem han vuelto a hablar de ti, y tu estado. No recibes concubinas.

— Ya hablamos de ésto, madre. No lo volveremos a hacer.

— Hijo, mira el estado en el que me encuentro. ¿Quieres que empeore?.— Lalisa la miró sin saber qué decir.— Al menos vuelve a llamar a tu favorita. Halime es muy hermosa, y ella es confiable. Desde que salió de tus aposentos, no ha dicho ni una palabra al respecto...

— Lo pensaré. Por ahora procura descansar, ¿Bien?. Debo ir a resolver unos asuntos, y luego volveré a ver cómo estás.— Se levantó rápidamente, y se fue a sus aposentos.

Hafse sonrió, y se levantó.

— ¿Ya ves, Cennet?. Así se tienen que hacer las cosas en éste harem para que te tomen en cuenta.— Arregló su cabello.

— Su actuación ha sido de las mejores, mi sultana.— Le respondió la sirvienta.

El Sultán [Jenlisa]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora