"Cariño, te arruinaré si me dejas quedarme."
Eleanor Snape ama a Ron Weasley,
es su mayor secreto.
Pero con los ojos de todos en ellos
es inevitable que se cometan errores.
Probablemente ella no le estaba haciendo mucho bien
de todos modos.
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—Elleee.— Ginny gritó mi nombre con una voz cantarina.
Adormilada, me froté los ojos para abrirlos y miré alrededor de la habitación. La luz del sol entraba a raudales por la ventana abierta, proyectando un brillo dorado sobre el piso de madera mientras Ginny estaba junto a su cama, doblando ropa.
Era de mañana y podía escuchar el susurro del resto de la familia por toda la casa; ollas chocando, puertas cerrándose, el Sr. Weasley gritándole a Fred, y diferentes voces bailando en el aire cálido debajo de mí.
—Es el día de la boda, ¿no?— Pregunté, apenas despierta todavía.
—De hecho lo es, lo que significa que es mejor que te levantes y comiences a prepararte, tenemos 2 horas hasta que lleguen los invitados.— respondió.
—Brillante.
Me di la vuelta y me senté, estirando los brazos sobre mi cabeza y bostezando.
—Todavía tienes un vestido que puedo pedir prestado, ¿verdad?— Pregunté, recordando que no sabía nada de esta boda cuando me mudé, lo que significa que no traje ropa bonita.
—En realidad, tengo una sorpresa.— respondió ella, acercándose para abrir la puerta del dormitorio.
—¡Mamá! ¡Elle quiere saber sobre un vestido!— Ella llamó en las escaleras.
De repente, la Sra. Weasley llegó trotando con una gran sonrisa en su rostro.
—Ah, sí, un hermoso vestido para una hermosa niña.— dijo, sentándose a mi lado en mi cama.
Me di cuenta de que tenía una bolsa grande en la mano y al instante sentí una punzada de culpa. Recé para que no se hubiera desviado de su camino para comprarme algo, porque de verdad me habría ido bien con algo de Ginny.
—Ahora sé que sabes que los Weasley no tienen dinero en las orejas, pero pensé que sería bueno si te hiciera algo, como una pequeña bienvenida a la familia.— dijo, inclinándose hacia abajo en la bolsa.
Sacó el vestido negro más elegante que había visto en mi vida. Tenía un cuello recto abierto con mangas blancas hinchadas, y parecía que llegaría justo a la mitad de mis muslos. Era extremadamente simple, pero era hermoso y me di cuenta de que se había esforzado mucho en ello.
—Mamá, es increíble. Gracias.— lloré, abrazándola.
—Ni siquiera te preocupes por eso querida, solo recuerda lo mucho que te gustó cuando llegue la boda tuya y de Ron porque seguro que yo también haré ese vestido.— se rió, insinuando el romance entre su hijo y yo.
Sonreí torpemente y seguí admirando el vestido.
—Bueno, mamá, estoy segura de que hay mucho que hacer abajo, y Elle y yo tenemos que prepararnos.— interrumpió Ginny.
