C I N C O.- h a b l a n d o d e a m o r

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Había sido toda una Odisea explicarle (mentirle) a Ángela Bianchi que iba a irse unos días a Livorno para hacer un artículo sobre la subasta de quesos añejos, por supuesto que la mujer pelirroja se escandalizó, pero decidió calmarse un poco cuando Mariella le presentó a Juan Pablo Villamil, luego de una larga tarde de preguntas incomodas, Ángela dio su bendición al bogotano, obviamente luego de insinuarle que su ahijada era la chica más bella del mundo y que seguía soltera, al menos hasta que dijera "sí" ante un altar.

—¡Madrina!—replicó sonrojada hasta las orejas la castaña una vez que escuchó como insinuaba que ambos harían una linda pareja. 

—Éste chico es guapo, Mar, es un músico, todo un bohemio, no como el soso de Erik—Mariella rodó los ojos.

—Ya me tengo que ir, Juan Pablo me espera abajo—dijo la chica.

Ambas bajaron las escaleras, Juan Pablo tomó la pequeña maleta de Mariella, sin dejarla objetar al respecto y la subió en la cajuela del automóvil, cosa que no pasó por alto Ángela Bianchi.

—Cuídala mucho—le pidió la mujer pelirroja a Juan Pablo, refiriéndose a Mariella. 

—No tengo dos años, sé cuidarme.

—No tenga pendiente, señora—respondió Villamil.

—Te dije que no me hablaras de usted, jovencito—advirtió Ángela.

—Cierto, lo olvidé, Ángela—Villamil se encogió levemente de hombros y le dedicó una sonrisa encantadora a la mujer. Mariella no pudo evitar fruncir el ceño con confusión, vaya, incluso, Juan Pablo parecía buena persona, con esa sonrisilla de blancas y relucientes hileras de dientes y esa mirada distraída que tenía, era un poco razonable que su madrina estuviera encantada con él. 

Cuando no era un gruñón de tiempo completo (que casi no sucedía), era agradable pasar tiempo con él, era encantador.

—Disfruten el viaje—Ángela rodeó con un rápido abrazo a Mariella y le dio una mirada sugerente, que la castaña decidió ignorar. 

Mariella se despidió rápido, debía sacar a Juan antes de que su madrina sacara sus dotes de casamentera. 

Afortunadamente, el viaje no era tan largo, en el interior del auto se escuchaba John Mayer y alguna que otra canción de artistas que Mariella jamás había escuchado, pero que a Juan Pablo le gustaban, incluso, el chico se tomó la molestia de enseñarle más de la música que él hacía junto a su banda. Nuevamente Mariella se sorprendió de lo agradable y fácil que estaba resultando hablar con él, se había mentalizado a aguantar silencios incomodos o comentarios mordaces, pero todo estaba en orden. Cuando el ojiverde hablaba de la música, se desprendía de esa máscara de gruñón sabelotodo y a Mariella le agradaba.

Buscando el rostro de Julieta |  j.p. villamilDonde viven las historias. Descúbrelo ahora