QUINCE.- BOGOTÁ

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—Debes sentirte orgullosa, Mariella. El artículo es emotivo y me alegra que por fin decidieras poner tu nombre—reconoció Meredith Kopit, la directora ejecutiva del New York Times.

—Gracias—Mariella sonrió, aunque sabía que su jefa no era capaz de verla a través de la línea del teléfono.

—Bueno, nuevamente felicidades. Nos veremos luego, Mariella.

—Por supuesto. Hasta luego—colgó la llamada.

Mariella suspiró mientras guardaba su teléfono en el bolsillo trasero del pantalón. Se dejó caer en uno de los escalones del porche de la casa, mientras apoyaba sus mejillas en las manos. Las últimas dos semanas había pasado de todo: el descubrimiento de una posible vida pasada, la muerte de la madre de Erik, Juan Pablo y el artículo que por fin entregó. Mientras se encargaba de redactarlo y revisarlo, los ojos verdes de Villa no salían ni un segundo de su cabeza, de hecho, hasta el pasto que crecía sin control en el jardín delantero de la casa le hacía recordar ese peculiar color que tenían los orbes del muchacho gruñón.

Una presencia a su lado la hizo dejar de vagar por sus recuerdos con el bogotano. Mariella volteó dándose cuenta que Nick Souza estaba a la par de ella, sentado y mirándola con un semblante que a la castaña la hizo encogerse.

—Dilo—pidió Mariella.

—Más bien, dilo tú—respondió el mayor.

—¿Eh?

Nick se permitió rodar los ojos ante la respuesta de su hija. Mariella era una chica curiosa pero también algo distraída.

—Leí el artículo.

—¿Qué te pareció?—preguntó ella con interés, siempre era bueno escuchar las críticas y opiniones de su padre.

—Muy diferente a todo lo que has escrito—respondió Nick—. Me gustó muchísimo.

—Gracias—respondió ella con una pequeña sonrisa.

—Hija, iré directo al grano. Llegaste demasiado rara de Verona, ¿es por ese muchacho que mencionas en tu artículo?

Mariella agradeció no haber estado tomando algún líquido porque habría terminado escupiendolo.

—Yo... no—balbuceó.

—Mariella...

—No, te estás imaginando cosas, papá. Fue solo un chico que conocí y me ayudó con unas cosas—se encogió de hombros restandole importancia.

—Bien, tú sabes—alzó las manos aceptandolo—. Mariella, no tienes que casarte con Erik si no sientes que de verdad quieres hacerlo.

—Yo...

Buscando el rostro de Julieta |  j.p. villamilDonde viven las historias. Descúbrelo ahora