Prólogo

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Schengen, Luxemburgo, 2010
(Noroeste de Europa. Unión Europea)

Sabía que si no lo hacía hoy, no lo haría jamás. Podía lograrlo, dentro de pocos años me largaría y olvidaré todo esto. —Pensaba decidida— Nada tenía más sentido que ahora.

—¡Larguense! ¡Larguense todos! —fue lo único que salió de mi boca, más que los sollozos que se me escapaban.

Estaba al fin diciendo a gritos, pidiendo a gritos lo que no era capaz de decirle a todos. Lastimosamente, nadie podía escucharme, pero me volvería loca si no lo sacaba ya; y como era costumbre, no quería lastimar a nadie. Ni siquiera a los que no merecían mi compasión.

—Bexley, por favor, déjanos ayudar —escuchaba que decía mi madre desde el otro lado de la puerta. La que claramente sí había escuchado mi petición de que se largasen. Probablemente debe haber estado cerca, y de hecho.

—No, está todo bien. —Mentía, como siempre hacía con respecto a como me sentía. Lo cual parecía un poco incongruente, porque me pasé por toda la casa gritando.

—Bexley, podemos arreglarlo  —se le unió mi padre— sé que es difícil, pero puedes seguir. Como lo has hecho hasta ahora.

—Solo por favor, déjenme en paz —hablé derrotada.

Mi vida estaba hecha pedazos, nada ni nadie podría repararla. ¡Todos creen que es perfecta! y todos me juzgan por ello, pero en realidad me ahogaba con cada segundo que pasaba y dejaba de respirar a cada pensamiento que me carcomía. No tenía a mi madre ni a mi padre cerca, ¿cómo podrían si quiera las cosas estar bien? Me habían abandonado, como a un perrito que tiran a la calle. ¿Es que no les carcomía la culpa? porque a mí sí y sólo de una cosa estaba segura, la culpa no era mía.

Nada es lo que pareceDonde viven las historias. Descúbrelo ahora