Capítulo Nº2: La fiesta: el jodido desastre

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Llegamos, como de costumbre es una enorme casa llena de luces, música a retumbar los odios, alcohol y mesas llenas de ello por doquier. La casa está apestada de gente, hasta me asombra que entremos nosotros. Gracias a Dios tenía grandes patios, si no, no se podría respirar aquí dentro.

A lo lejos vemos al resto de nuestro grupo conocido. Compuesto por algunos compañeros de prepa y otros externos, chicos y chicas que conocíamos de algunos otros lugares y que no son de nuestro instituto.

—Hey chicos, ¿Qué tal? —Saluda el más alto, Sam.

—¡Hola chicos! —respondimos todos al unísono.

—¿De qué va la cosa? —pregunta Cast.

—Pues nada, aquí pasando el rato y bebiendo. —responde una de las chicas, Barb.

En eso Cast me toma del brazo y avisa que irá a por algo de beber. —¿Qué vas a querer de beber, Bex?

—Lo que tú tomes, pero menos fuerte, por favor —accedo sonriéndole burlona, porque mi amiga, de tomar fuerte ella si que sabe. Esta chica podría tomarse la casa entera y seguiría como si nada. En cambio yo, tres cócteles y me muero.

Al cabo de un rato estamos todos riendo y bebiendo más de la cuenta. Hemos hablado un montón de cosas, desde cómo nos ha ido en la prepa, hasta de cuántos marcianos habrán venido a la tierra.

De repente siento mi brazo tirar —¡Vamos a bailar! —dice Scott energético.

Junto a él, me voy a la pista de baile. Sus pasos son rápidos y desenfrenados, está sin duda más arriba de la pelota. ¡Bebido hasta las orejas! Pero está tan feliz.

Está tan o igual de energético que yo por olvidar mis problemas, que por un momento olvido que estamos rodeados de personas y solo bailo. Probablemente estamos haciendo el ridículo, pero no me importa. Ese chico y sus locuras hacen que me ría de todo y me olvide por un momento que mi cabeza y mi vida están hechas un lío.

En eso, siento una mirada, intensa y fija, casi como si quemara. Comienzo a mirar a los alrededores de la casa, pero nada. Hasta que miro hacia las esquinas... Y ahí está. Un chico me está mirando fijamente, como si estuviera acechando. Es bellísimo. Es tan atractivo que me tiembla todo el cuerpo y me dan cosquilleos de solo verle. Sé que no es el alcohol, porque puedo ver más allá de sus intensos ojos.

Es un chico alto, lo bastante alto para que me intimide su altura, aunque ese no era el caso, ¿quién podría intimidarme a mí?. Aún así, su altura está por lo menos a dos cabezas sobre la mía.

Yo lo miro, igual de intenso que él me mira a mi, queriendo transmitir lo mismo que me transmite, pero no sé que es, aunque sin duda, su mirada es electrizante.

Su piel no es lo suficientemente blanca, pero tampoco es lo bastante morena. Parece estar lleno de tatuajes, tiene un cabello levemente claro y luce perfectamente despeinado, su semblante es oscuro, casi tan oscuro como la noche y sus ojazos... Ohhh Dios Santo, tiene unos maravillosos ojos verdes ¿o celestes? la verdad es que con todo el alcohol en el cuerpo no puedo descifrarlo, pero está que arde.

No sé si son sus ojos o el alcohol en mi cuerpo, no sé qué es, pero de que arde, Ohh Dios, si que arde. La corriente que disipa en mi interior es innegable.

Pero de repente hace algo que me sorprende, se acerca. Se acerca a grandes zancadas, a paso lento, pero seguro. En eso que comienza a avanzar, de un tirón se toma todo lo que queda en su vaso y lo lanza vacío hacia el costado. En todo este momento no ha dejado de mirarme a los ojos, pero mi sorpresa es tal cuando pasa por mi lado, se detiene, me mira de cerca, casi pegando su cara a la mía, me mira directamente a los ojos y me sorprende cuando pronuncia un  —Aléjate. —de forma clara y potente.

Nada es lo que pareceDonde viven las historias. Descúbrelo ahora