Capítulo Nº13: Borrachera

126 19 60
                                    

Son las tres de la mañana. ¿Por qué tengo que despertarme siempre a las tres de la mañana? Dios mío, que miedo.

Mi habitación está iluminada por la luna. Tampoco sé por qué duermo con las persianas abiertas. *Vives sin vecinos, idiota*, responde mi mente. Oh sí, pienso para mí. De todas formas, que miedo me ha dado.

—Bexley... —Creo escuchar un susurro.

Ay no, Diosito no me traigas espíritus, por favor. Sé que desperté a las tres de la mañana, pero por favor, aléjalos de mi.

El miedo me ha entrado y comienzo a removerme nerviosa en la cama. Vuelvo a escuchar ruidos que no logro entender y me quedo quieta.

—Bexley... —Vuelvo a escuchar. ¿La voz de Eithan?

Vuelvo a escuchar cosas que no se entienden y lo confirmo, es la voz de Eithan.

Salgo rápidamente de la cama y corro silenciosa hasta la ventana. Abro y saco la cabeza hacia fuera. Dios Santo, el muy cabrón me ha asustado. ¡He creído que había espíritus y es Eithan el que hablaba! y no necesariamente está susurrando, está gritando, pero como las habitaciones están lejos, las sentía como un susurro.

—¡Bexley! —grita más fuerte. Está por el frente de la casa y está borracho, se dirige hacia la entrada de lado a lado y balbucea improperios vagos.

—Dios mío, va a despertar a mis padres. —Susurro para mí y cierro la ventana.

Comienzo a caminar hacia las escaleras e intento bajar lo más rápido que puedo. Llego hasta el frente y abro la puerta. Eithan estaba apunto de tocar.

—¿Qué diablos haces aquí? —Cuestiono más en susurro, que gritando.

—¡Bexley! —dice fuerte.

—¡Shhh...! vas a despertar a mis padres.

—Bexley, necesito... necesito —intenta terminar una frase, pero está hablando demasiado fuerte.

—¡Shhh...! te digo —respondo arrugando el entrecejo.

Se queda mirándome serio, arruga el entrecejo y se cruza de brazos, como un niño pequeño en plena pataleta. —¡Tú y tus malditas acciones! —exclama protestando..

—¿Qué? ¿Yo? —Intento gritar por lo bajo. Este chico me pone de los nervios.— ¡Shhh! —vuelvo a recordar.

Eithan sigue con los brazos cruzados, pero esta vez arruga aún más el entrecejo. Al siguiente segundo deja la postura y se tambalea, casi cayendo.

—Ven —digo, intentando tomarlo, y paso sus brazos por encima de mis hombros, pero se vuelve a tambalear.— Eithan, por favor, pon de tu parte —reclamo.

—Déjame —dice, intentando zafarse.

—Ya basta, no puedo dejarte aquí.

—Déjame aquí —protesta— solo, como haces siempre.

—Shhh... —vuelvo a repetir, mientras intento que entre a la casa. —Ya entra —protesto.

—Déjame —se vuelve a remover entre mis brazos, pero esta vez se zafa. —¿Qué haces? —cuestiona. Gracias a Dios, baja la voz.

—¿Cómo que, qué hago? Entrándote a la casa, ¿no ves?

—No necesito entrar —dice con un tono que intenta ser molesto, pero solo me causa ganas de querer reír.

—Ya estás dentro. —Declaró complacida.

—No necesitaba entrar —dice forzando el ceño otra vez, como si quisiera parecer enojado.

Nada es lo que pareceDonde viven las historias. Descúbrelo ahora