Capítulo Nº8: Desconcertante

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Hoy debía quedarme en casa, ¡gracias a Dios! Después de la salida de anoche, solo deseaba quedarme en pijama y en cama, no tenía resaca, pero si estaba muerta físicamente. No había clases y era fin de semana, así que, yo estaba feliz.

Me muevo lentamente por la casa, nada me apura y no tengo nada mejor que hacer, y la verdad es que me alegra. Estoy por subir las escaleras nuevamente, con mi vaso de jugo en mano, cuando siento que tocan la puerta y luego suena el timbre. Ay Dios mío, y yo que deseaba estar sola.

Me acerco y abro la puerta. Ya está, no faltaba menos. Era Eithan. Por qué no miré por el ojal primero.

—¿Qué quieres? —pronuncié mientras abría la puerta y veía frente a mí a un Eithan  que mantenía una sonrisa en el rostro.

Él, a diferencia de mi, luce espléndido, atractivo como siempre. Lleva unos jeans y una cazadora negra. Luce relajado y fresco, como si jamás hubiese asistido a una fiesta ni bebido. En cambio yo, estaba en pijama, con el cabello desordenado y de seguro me cargaba una cara de trasnoche impresionante.

—Uy, no amanecemos de buenas hoy parece —se apoya contra el costado del marco de la puerta y me sonríe.

—¿Qué quieres? —repito sin humor ni en mi rostro, ni en mi voz.

—Tranquila chica, vengo de paso —dirige su mirada hacia sus espaldas, donde se encuentra su vehículo.

Miro hacia el vehículo también y no anda solo, la chica que le acompañaba en el cine está con él y se encuentra observando desde el vehículo, lejos.

Ruedo los ojos y lo vuelvo a observar, él sigue manteniendo una sonrisa en su rostro.

—Vine a dejarte esto —estira su mano hacia mi y cuando la abre puedo observar en su palma mi arete.

¿Mi arete? me toco la oreja, no está. Ni siquiera había pensado en mis aretes, ¡ni siquiera había notado que me faltaba uno! Anoche hasta olvidé quitarlos cuando llegué a casa.

Eithan sonríe en burla. De seguro porque ha notado que ni cuenta me había dado que tenía un arete faltante. —¿Y? tómalo —mueve la mano con gracia.

Lo tomo y roso su mano con los dedos, él solo me mira fijo.

—Gracias —le digo mientras comienzo a cerrar la puerta. Eithan pone el pie. —Qué, ¿no vas a despedirte?

—Adiós —le digo y cierro. Rayos.

Sé que es mala educación, no me estaba despidiendo y le estaba cerrando la puerta en el rostro, pero es que cuando ese chico está cerca, no sé qué hacer. No me da tiempo a reaccionar, sus acciones son tan raras. Anoche me había dejado a mitad de pista, me miró triunfante, luego le miré triunfante yo y su mirada fue de asombro, por lo que finalmente se fue desconcertado y resulta que ahora aparece aquí en mi casa, como si nada. Aparece con una chica, la misma con la que ya le había visto y encima viene a dejarme algo que podría haberme entregado otro día, como en la preparatoria, por ejemplo.

No entiendo nada de lo que está sucediendo.

Miro por la ventana y veo como Eithan se acerca a paso decidido a su vehículo, la chica dentro le mira con una sonrisa de medio lado y este, cuando llega al lado del conductor, se inclina hacia la ventana y le lanza las llaves, le dice algo que no puedo alcanzar a descifrar, ella sólo las toma y asiente. ¿Qué está haciendo? se supone que debió haber entrado al auto y haberse marchado. Pero este, lejos de marcharse, se da la media vuelta y comienza a caminar en dirección hacia la casa nuevamente. Comienzo a moverme de lado a lado, qué hago. Ya sabe que estoy aquí. —Obvio tonta, te acaba de ver —responde mi mente. Luce enojado.

Nada es lo que pareceDonde viven las historias. Descúbrelo ahora