Capítulo 3: El mensaje misterioso

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Violet

Ayer fue un día maravilloso, así que pensaba que hoy también lo fuera, porque la verdad no quería estar mal hoy luego de lo que paso ayer. Por lo que he pensado que hoy también puede serlo.

Le escribí de nuevo a Víctor para poder hablar con él y disculparme. Y así como ayer no me respondió, tampoco lo hizo hoy.

Pensé que ya había dañado el móvil y, ya me estaba regañando a misma por eso. Pero mi teoría se fue por el retrete cuando recibí un mensaje de mi padre, diciendo que mi madre será la que me traiga el desayuno.

Y efectivamente mi madre me trajo el desayuno, para luego irse sin decir nada. Por un momento extrañe el sótano donde tenía una mini cocina para preparar todo lo quería. Y no tenía que ver la cara de mi madre cuando mi padre no puede traerme el desayuno.

Tengo que admitir que algunas cosas me salieron horribles, porque solo las leía en el libro de recetas sin nadie que me ayude, por lo cual me las tenía que apañar yo sola como podía. Y así fue como aprendí a cocinar. Solo leyendo un libro de recetas, e intentando que las cosas salgan mejor luego de quemarlas las cinco primeras veces, o dejarlas medio crudas.

Comí mi desayuno que estaba que estaba delicioso, como siempre que mi madre despertaba de buen humor. A veces hasta me resultaba extraño como podía yo saber su humor con tan solo probar su comida. Era como que cada una de sus emociones, o estados de ánimo las reflejara en el sabor de su comida.

Cuando estaba triste la comida sabia... corrección no sabe, pues la comida queda sin sabor a nada, como si olvidara que la sal existía. Por otro lado cuando estaba enojada, la comida parecía que era de chocolate, porque todo le salía quemada. Cuando estaba entusiasmada o feliz, la comida sabia deliciosa. Tan rica que llega a pedirle más a mi padre, o a Víctor en secreto.

Luego de terminar de comer mi desayuno, espere que mi madre viniera a llevarse las cosas para poder decirle que estuvo deliciosa la comida, que me gusto bastante. Además, no perdería nada porque ella obviamente estaba feliz y, no me diría nada malo.

Cuando mi madre por fin entro a la habitación, vi que dudaba un poco al acercarse a mi cuando decidí pasarle la bandeja con las cosas, pero luego la tomo. Y, me sorprendió bastante que no me tenía nada de miedo al verme. Al parecer el hecho que me haya puesto los lentes de contacto que ella me había regalado cuando era pequeña, le gusto.

– Te ves... bien con ellas – me dijo mirándome cautelosamente.

– Gra... Gracias – tartamudeo como una tonta –. La comida te ha quedado genial, estaba deliciosa. Como siempre.

No dijo nada, solo asintió esbozando una pequeña sonrisa de boca cerrada. Por alguna razón verla sonreír, aunque sea un poco hizo que mi corazón diera un vuelco de felicidad. Sentí como si el corazón hasta había cambiado de lugar y no se encontraba en el donde supone que debería estar.

La verdad nunca la había visto sonreír después de lo que paso, era increíble poder verla hacerlo después de tanto tiempo... Espera, ¡he hecho que mi madre sonría un poco!

Empecé a saltar sonriendo mientras aplaudía como foca retrasada. Mi madre me mirada con el ceño fruncido extrañada. Por un momento lo vi como una parte de la peli que vi ayer; donde una chica hacia un escándalo por ser aceptada en la universidad, y su madre la miraba diciendo que ya se había vuelto loca.

Se vio tan... normal, como si siempre pasaba esto. Como si yo hubiese salido al parque con algún chico que me ha dicho que le gustó, le cuento todo a mi madre mientras soy un torbellino de alegría. Pero, la diferencia es que soy un torbellino de alegría por el simple hecho de ver a mi madre sonreír.

 La noche de la luna negraDonde viven las historias. Descúbrelo ahora