Capítulo 5: El chico de ojos grises

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Violet

No sé qué hacer, no puedo salir esta habitación porque está cerrada con llave por fuera. Si mi padre hubiese pensado en que esto pudiera pasar en algún momento, haría que tuviera un lugar donde esconderme.

Y esta persona frente a mí me da tanto miedo, no sé ni quién es, ni quiera puedo ver su rostro porque está cubierto con una máscara negra que solo deja ver sus ojos y sus labios.

Esos ojos grises me miran con tanta frialdad, que tengo miedo que pueda hacerme daño. Sus labios se curvan en una sonrisa de victoria, como cuando pierdes algo y ya lo has encontrado.

Cuando da un paso hacia mí sin despegar su mirada de la mía y, sin que su sonrisa se desvanezca. Siento que un escalofrió recorre todo mi cuerpo, en tan solo unos segundos. El da otro paso hacia mí, y yo retrocedo por instinto.

Mi respiración es irregular como si hubiese corrido un maratón, solo que esto es gracias a tanto miedo que se acumula dentro de mí. Un miedo tan intenso que no sé cómo rayos calmarlo.

Deshazte de él.

El susurro de esa voz en mi cabeza, hace que ahora no sepa a quien deba tener más miedo. Sí de mí, o de él. Porque sé que soy capaz de hacer algo peor de lo que él me pueda hacer a mí.

Levanto mi mano temblorosa – detente – digo con voz aterrorizada – detente ahora.

Su sonrisa de ensancha más con mis palabras, como si supiera perfectamente a que se esta enfrentando.

– Hola, Violet – dice con voz profunda y se detiene justo delante de mí.

Si antes tenía miedo ahora tengo más miedo aun. La manera en la que pronunció mi nombre, hizo que tenga más miedo del que ya tenía.

Él es como nosotras...

Sus ojos grises parecidos al cielo nublado. Me  miraban como si fuera un ser de otro planeta, como algo que jamás se ha visto en esta tierra.

– ¿Te han comido la lengua los ratones? – pregunta sin moverse del lugar donde se encuentra.

Su voz se me hace conocida, sé que la he escuchado en alguna parte, pero no sé a quién pertenece esa voz. Ademas, al no ser de alguien de mi familia, se que no le he visto la cara, y que posiblemente eso haga que tenga ventaja.

Él se acerca a mi un poco más, quedando a escasos centímetros de mi rostro. Veo como levanta su mano derecha y acaricia mi mejilla para luego colocar un mechón de mi largo cabello detrás de mi oreja.

Por alguna razón ya estoy más calmada, como si el no fuese hacerme daño alguno. Así que decidí hablar porque quiero saber cuál es el motivo de que el esté aquí

– ¿Qué quieres? – pregunto con voz tímida y un poco asustada.

Él sonríe nuevamente, pero esta vez no veo malicia en su sonrisa, sino diversión, como si mi pregunta fuera la más estúpida que alguna vez haya escuchado.

– Es hora de que salgas de aquí – dice finalmente –. Tú no deberías estar encerrada, eres demasiado valiosa para estar escondida.

– ¿Por qué debería creerte? – pregunto con desconfianza.

– Porque ni siquiera sabes porque estas encerrada – se aleja de mi sentándose en el borde de mi cama.

No creo nada de lo que dice. Porque si no soy albina como el dice, ¿Por qué mi piel esta igual al de las chicas por internet?, ¿Por qué mi cabello es blanco?, ¿Por qué me mentiría mi padre?, Y, ¿Por qué me tendría encerrada sin razón alguna?

 La noche de la luna negraDonde viven las historias. Descúbrelo ahora