Capítulo 7: Mi tesoro.

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Violet

Despierto con el sonido de las notificaciones de mi móvil y la vibración hace cada una encima de mi pecho. Abro los ojos con un poco de pesadez, pues estuve teniendo un buen sueño, a pesar de todo lo que ocurrió anoche.

No observe que más se llevaron  además de mis libros, no quería que me doliera más todo lo que me estaban haciendo en esta casa.

Miro la hora en mi móvil y me sorprende ver qué me he despertado temprano luego de haberme dormido tan tarde. Aunque la verdad no sé a qué le digo tarde, ni siquiera me di cuenta cuando me dormí.

Al sentarme en la cama, chillo asustada al ver a la chica que conocí anoche como la hija de Sofía. Que por cierto no me sé su nombre todavía.

– Tampoco es que me vea cómo tú para que te asustes – dice ella con cara de indignación.

– Si vieras como te ves ahí sentada, te asustaría mas tu cara que mi aspecto. – digo levantándome de la cama – ¿Se puede saber qué haces en mi habitación?

– Hablas como si yo no tuviera permiso de entrar – me dice sonriendo –. La verdad todos en esta casa pueden hacerlo sin tu consentimiento, así que ahorrate lo de que no tengo permiso para entrar aquí que no va funcionar.

La miró con odio matándola mil veces en mis pensamientos. Cuanto desearía poder borrar esa maldita sonrisa de su rostro.

Cuanto me agrada tu instinto asesino, querida Violet.

– Creo que se me olvidó contarte, que toodos tus libros serán quemados.

– ¡Eso no es cierto! – es lo único que puedo pronunciar. No creo que mi padre sea capaz de quemar mis libros, él sabe que es algo que amo más que toda mi vida, siempre hemos sido mis libros y yo, contra esta maldita vida de mierda que tengo. Además ¿Qué culpa tienen mis esposos literarios?

– Adiós, maldito monstruo – dice la chica antes de dirigirse a la puerta.

Si esto cree que voy a llorar este muy equivocada, no voy a destrozarme nuevamente, tengo que resistir toda esta mierda, hasta que el chico de ojos grises vuelva como dijo que vendría. Quiero confiar en él, por lo menos se que al salir de aquí podré hacer cosas que nunca he hecho, y eso es lo que hace que quiera huir.

Me dirijo al baño para darme una buena ducha de agua fría. Nunca me ha gustado bañarme con el agua caliente, prefiero el agua fría. Tan fría como el hielo. O peor que el hielo.

Me empiezo a quitar la ropa, para luego adentrarme en la tina con el agua que puse, en lo que limpiaba mi espantoso rostro. Que por cierto tengo unas ojeras enormes.

Me gusta mucho cuidar de mi rostro, la evidencia de eso es todos los cosméticos de belleza que están en mi baño. Todos estos cosméticos me los trajo Víctor; Recuerdo que cuando me traía alguno nuevo me decía que las personas de la tienda lo miraban raro, por comprar maquillaje o mascarillas de mujer.

Quiero creer que de todo lo que ha pasado, Víctor no me este mintiendo. En esta casa solo confío en él, y darme cuenta que él me miente al igual que todos es algo que se que me va destrozar más de lo que estoy.

                      ***

Como siempre me trajeron el desayuno hasta acá, solo que esta vez fue la chica esa quién lo trajo. Creo que debería ponerle un seudónimo a esa chica, porque no pienso preguntar por su nombre y tampoco creo que ella vaya a decírmelo.

Mhm... Creo que la llamaré... La aparecida. No me juzguen que no soy muy buena con los seudónimos. Además creo que esté a quedado bastante bien, dado a lo mala que soy.

 La noche de la luna negraDonde viven las historias. Descúbrelo ahora