Violet
El señor Thompson me llevaba de la mano, mientras que en su mano derecha tenía una catana.
Sabía mucho de armas ya que estaba acostumbrada a verlas, cada tres días salia de mi habitación para hacer un trabajo que me pedía mi padre. A veces me sentía muy mal por lo que me pedía hacer, siempre pensé que estaba mal que con solo diez años estuviera asesinando personas.
Varías veces le pregunté a mi padre que porque hacía esto, solo que me respondía que ellos eran personas malas, que su alma había sido corrompida.
La primera vez que use la catana que mi padre me regaló fue para cortarle la cabeza a una señora que había dejado que un señor violara a su hija. Mi papá estaba muy enojado, no sabía porque ayudaba a esos niños. Pero en mi mente todo lo que me enviaba hacer era normal.
Al llegar al lugar donde siempre me lleva todos los miércoles, veo a tres niños de aproximadamente once años. Me asusté un poco, ya que nunca había tenido contacto de cerca con chicos de mi edad, y me pareció emocionante, pensé que serían mis amigos, que al fin mi padre me traiga chicos para jugar.
- Ellos han hecho algo malo, tesoro - dijo mi padre arrodillándose frente a mi para estar a mi altura.
Sabía que desde que decía esas palabras, yo tendría que matar a esos niños. Sin embargo, yo no quería hacerlo, quería protegerlos para que jueguen conmigo.
- Ya sabes lo que tienes que hacer, ¿Cierto? - continuó esté.
- Papi, yo... Yo no quiero hacerlo - le dije con los ojos cristalizados -. Quiero que sean mis amigos.
- Tesoro, sabes que desde que llegan aquí, no podemos dejar pasar lo que hicieron. - Me dijo acariciando mi cabello - Obedece a papi, tesoro.
El señor que estaba al lado de mi padre, quién ahora sostenía la catana, se la paso y mi padre la miró con una sonrisa, como si estuviera viendo su reflejo en ella. Luego me la puso entre las manos, se levantó hasta quedar parado a mi lado, para luego con su mano tocar mi espalda en una seña de que avanzará hacia los niños.
Tenía mucho miedo de cómo me mirarán, no quería que los primeros niños que había visto en toda mi vida tuvieran miedo de mí.
Ya estando frente a ellos mis manos comenzaron a temblar, y lágrimas salían de mis ojos. En serio no quiero hacerlo, no quiero matarlos. Por más que haya matado, esto era diferente; eran niños.
- Hazlo - ordenó mi padre detrás de mí.
No podía solo desobedecer, eso sería obtener un castigo. Y yo no quería que me castigarán.
Mire a los niños a los ojos por primera vez, y sus ojos mostraban el miedo que tenían. Sus gritos eran callados por una mordaza que les colocaron.
- Tesoro, hazlo, ¿Que esperas? - volvió a ordenar mi padre.
Cerré mis ojos que ya estaban inundados por las lágrimas, y apreté la catana, sin verlos empecé a moverla con agiladad, sabiendo perfectamente que los estaba despedazando. Podía sentir su sangre en mi rostro.
Los gritos de los que trabajan con mi padre no se hicieron esperar, pues desde que mataba a alguien siempre victoreaban y chocaban sus botellas de alcohol o vasos de una bebida parecida al agua.
- Muy bien, tesoro - me dijo mi padre sosteniendo una copa en su mano.
Ross suelta mi mano, y me mira como si no creyera lo que acaba de ver.
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La noche de la luna negra
ParanormalViolet es una chica que nunca ha salido de su habitación, y tiene muchos deseos de salir de dicho lugar. Pero, ¿En realidad es lo que necesita? ¿Quiere saber el por qué de estar encerrada? O quizás nada sea lo que parezca.