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A casa, piensa Martín. Casa.  No puede esperar a llegar a casa, donde puede quitarse los jeans y acurrucarse debajo de las sábanas y cerrar los ojos y dormir durante una hora o tal vez diez hasta que su cerebro esté completamente descansado y no sienta que está a punto de estallar por su cráneo.  Pero por ahora está atrapado en la parte trasera de un auto con Juam y un conductor que aparentemente no entiende que el silencio es oro.

Si estuviera de mejor humor, Martín podría empezar una conversación con él, hablar con entusiasmo y reírse de sus pobres excusas para hacer bromas, pero en este momento simplemente no está de humor, y Juan se da cuenta. Por supuesto que se da cuenta. Él se da cuenta de todo.

,,¿Tu cabeza de nuevo, hm?"  Juan murmura, los labios presionados contra la mejilla de Martín. El de ojos verdes solo asiente débilmente, haciendo un suave gemido y acurrucándose contra el hombro de Juan. Su cabeza todavía está palpitando, pero con su rostro enterrado en la estúpida y cara chaqueta de cuero de Juan, está un poco mejor porque todo lo que puede oler es Juan, todo cálido y familiar. Dios, no puede esperar a llegar a casa.

Llegan a su piso justo cuando Martín ha empezado a dormitar. Juan agradece al conductor, rápido y cortés, siempre tan profesional, antes de poner una mano sobre el hombro de Martín y tirar de él hacia la puerta, instándolo a que sea rápido. Nadie sabe dónde está este piso, pero siempre existe la posibilidad de que alguien los vea y los siga a casa.  Sus conductores suelen ser buenos para asegurarse de que no los sigan, dando vueltas por el vecindario hasta que los parásitos se confunden irremediablemente, pero a Juan le gusta estar seguro, de todos modos.

Martín se quita los zapatos tan pronto como atraviesa la puerta principal, se dirige directamente al sofá y esconde la cara en una almohada decorativa terriblemente hortera e incómoda.  Siente que el sofá se hunde ligeramente bajo el peso de Juan mientras se sienta a su lado, con una mano cálida en su espalda, alisando su camisa y Martín siente que toda la tensión abandona su cuerpo, volviéndose para darle a Juan una sonrisa de agradecimiento.

Juan le devuelve la sonrisa, todo hoyuelos y dientes, acariciando su regazo de manera tentadora y Martín lo ama tanto que podría morir mientras se arrastra y descansa su cabeza en el cálido regazo de Juan. Las manos de su novio están sobre él antes de que se haya asentado, los dedos acariciando su cabello y rascando su pelo rizado despaciamente. Martín gruñe con una sonrisa, acariciando la mano de Juan.

,,¿Estás bien, Bachi?" Juan pregunta gentilmente, los dedos acariciando su cara y Martín logra un suave uh-huh antes de quedarse dormido, envuelto en el toque y el aroma de Juan y casi lo asusta pensar que nunca será tan feliz como cuando está en los brazos de este hombre.

No Te Vayas// Isargas Donde viven las historias. Descúbrelo ahora