-¿Quién se alegra por estar en un mundo apocalíptico?
Esas fueron las palabras de una joven adolescente que se topó con un hombre imponente al momento de salvarle la vida. Fue caótico para ambos el proceso de comprender que, ahora mismo, el mundo es...
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Rainbow.
"Ya no quiero pelear... ya no puedo seguir."
Pensé.
Caí de rodillas al charco de barro, apoyando las manos para defender mi rostro de la caída. Las lágrimas cristalizaron rápidamente mi mirada, dejándome ciega por segundos. Aun así, no puedo seguir lamentándome, una mano ajena me levanta del suelo con violencia y la voz de Harry se escucha con fuerza a la hora de darme órdenes.
—No puedes rendirte, Rainbow. Te lo suplico —murmuró, cerca de mi oído—. No lo hagas por mí, pero lamento decirte que ahora somos nosotros —suspiró, cargándome como si fuese una princesa para escapar de las personas que nos persiguen—. Luchemos por lo que nos queda o caminaremos entre los muertos —susurró, aferrándose a mi cuerpo con todas sus fuerzas.
En medio de la tormenta que atravesamos puedo divisar, en su mirada color chocolate, que él se encuentra destruido y también que ya no puede seguir luchando. Sin embargo, lo sigue haciendo por mí, su respiración es agita y siento que en cualquier momento va a caer conmigo al suelo. De todos modos, a Harry le quedan fuerzas para seguir peleando y se que no se va a rendir así de fácil y yo debería seguir sus mismos pasos porque es lo que haría Negan.
—Bájame, Harry —declaré, tocando suavemente su pecho herido—. Vamos a pelear con esos hijos de perra y les demostraremos que nuestra gente, la poca que queda... sigue siendo fuerte... —lloré con fuerza, pero sus brazos me dejaron en el suelo y se aferraron a mi cuerpo para consolarme—. Vamos a matarlos, por la comunidad, nuestra gente y... —sin querer, mi voz se quebró.
—Eh, cálmate. No estás sola, Rainbow —susurró.
Las manos de Harry agarrando mi rostro hace que haga el click que tanto necesitaba, por lo que me aferré con todas mis fuerzas al machete y al revolver que llevo en la mano derecho.
—Terminemos con esto por y para nuestra gente —farfulle cargando el revólver antes de dar el primer disparo a una persona detrás de mi compañero.
"Por Los Salvadores."
(...)
—¡Vamos! ¡Joder! ¡Ayuda! —estallé con todas mis fuerzas—. No voy a perderte, ¿oíste? Sobre mi cadáver —grite arrastrando el cuerpo malherido de Harry.
No hemos comido bien durante semanas, ni siquiera pudimos beber agua porque la sequía es importante. Además, no solo ese es nuestro problema, el hecho de que ahora mismo tenga una bala en su pierna me produce pánico porque carezco de las herramientas necesarias para extraerla.
—¡Ayuda! —grité con todas mis fuerzas masacrando cabezas de caminantes.
El problema es que estos vienen por él, no por mí y no puedo arriesgarme a dejarlo solo porque van a lastimarlo.
"Ayúdame, por favor. Te lo ruego."
—¡Ayúdenme, por favor! —sollocé, arrancando mi machete de la cabeza de uno de ellos para sacar mi revólver y empezar a disparar.
"¿Es así como merecemos morir?"
—Debe haber algo más... —lloré siendo incapaz de seguir disparando porque mi munición se ha terminado.
Caí de rodillas y solo cubrí el cuerpo de Harry con el mío, manchando su camiseta de sangre con mis lágrimas.
Aun así, un disparo fue lo que me obliga a despertarme del horror y la imagen de un hombre de ojos claros se presente ante mi.
"Nuestro salvador, Harry. Gracias"
(...)
—¿A cuántos caminantes has matado? —cuestionó.
Abrí mi boca para hablar, pero mis cuerdas vocales no quisieron hacer esfuerzo porque el nudo que tengo en la garganta me está ahogando y la necesidad de querer quebrarme me están superando.
—M-Muchos... —confesé con la visión cristalizada, levantando el rostro del suelo para encontrarme con todas las personas de esta prisión—. ¿Personas? En este jodido mundo todos han dejado de serlo y si no lo haces para sobrevivir... ellos van a pisotearte hasta el cansancio —confesé molesta, recordando la vez que tuve que asesinar a hombres porque era su vida o la de los niños y mujeres de mi comunidad—. ¿Por qué...? Porqué esos hijos de perra acabaron con mi comunidad y se lo merecían... mataron a niños, mujeres... hombres inocentes... —confesé rabiosa— mataron a... a... —mi voz se quebró.
—No nos basta con las palabras de la chica, ¿qué hay del hombre?
—Ayúdenlo, por favor. Él se lo merece más que nadie en este mundo y si es necesario que uno de los dos se vaya... pienso hacerlo yo. Por favor, él necesita de su ayuda —rogué, ignorando a ese sujeto de mala expresión para dirigirme hacia su líder.
