Capítulo 1. La junta de accionistas

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IMPORTANTE: Esta historia es la continuación de "Hasta saldar la deuda", por lo que es necesario la lectura de esa primera parte para poder seguir la trama.

Notas de la autora: ¡Hola! Después de un tiempo para madurar la continuación, aquí estoy de vuelta :). Como la vez anterior, intentaré publicar un capítulo por semana. La fecha de las actualizaciones normalmente será domingos sobre las 22h (horario peninsular español). ¡Gracias por leerme y espero que os guste!


Hacía meses que era incapaz de vivir. Regina se sentía como un cascarón vacío. Todos los días se despertaba a la misma hora, desayunaba algo ligero e iba a trabajar. Prácticamente se quedaba encerrada en su despacho desde que amanecía hasta que anochecía e intentaba volver siempre lo más cansada que pudiera a su apartamento. Todo ello con el fin de dormir del tirón y así evitar las pesadillas que la atormentaban.

En ellas, veía a Emma alejándose, a Henry dejándola sola, y al mirarse en el espejo no podía distinguir nada más que un borrón oscuro en el lugar que debía estar su rostro. No había podido cumplir con la promesa que le hizo a la que fuera la persona más importante de su vida y tampoco había podido ayudar a aquella que había logrado que su corazón volviera a latir. Regina era un fraude. Y lo peor de todo es que no dejaba de pensar en lo que habría ocurrido si hubiera tomado otras decisiones, si hubiera confiado más en quienes tenía al lado... Si tan solo hubiera sido sincera con ella.

Pero pensar en eso no la llevaba a nada más que a una culpa que le corroía las entrañas. De hecho, aquella noche ni siquiera las pastillas habían logrado ayudarla a dormir. En sus sueños, el fantasma de sus remordimientos la perseguía sin darle tregua y ella había despertado con el cuerpo empapado en sudor, agitada y a la vez agotada. No estaba segura de cuánto tiempo podría seguir así, pero sí tenía clara una cosa: Sería el suficiente para lograr salvar la compañía de Henry y encontrar a Emma.

Tal vez había sido precisamente su resolución lo que la empujó a caminar esa mañana hacia la entrada de un restaurante que le era más que conocido.

Regina alzó la vista y leyó el rótulo que colgaba sobre la puerta: Lumiere. El lugar no había cambiado ni un ápice desde la primera vez que lo vio, hacía dos años. La entrada tenía amplios ventanales, tras los que se podía intuir el interior del local aún a oscuras, y estaba adornada con cuidadas flores y arbustos que cubrían parte de su fachada. Inspiró hondo, cerrándose el abrigo ante una corriente de aire que la tomó por sorpresa.

—Me había parecido verte, pero no estaba segura de que fueras tú —dijo una voz a sus espaldas. Cuando Regina se dio la vuelta, recibió a la mujer que había junto a ella con una sonrisa cándida—. Cuanto tiempo.

—Demasiado —coincidió Regina—. ¿Cómo has estado, Mary?

La muchacha se encogió de hombros, acercándose hasta quedar a su lado. Mary Margaret Blanchard era una joven de estatura ligeramente inferior a la suya, de rostro dulce y complexión grácil. Llevaba el cabello bastante corto, recogido en una diminuta coleta y con varios mechones azabaches cayéndole a ambos lados del rostro. En los últimos meses, a raíz de la desaparición de Emma, ella era la persona que se había convertido en su principal apoyo.

«Emma...», el estómago le dio un vuelco al recordarla, pero enterró enseguida sus emociones tras una máscara de aparente normalidad. Incluso camufló el temblor de sus dedos ocultándolos en el interior de los bolsillos de su abrigo.

—Todo lo bien que podemos estar. ¡Oh! David ha empezado un curso de crochet, ¿te lo había dicho? —comentó Mary alegremente. Regina arqueó una ceja—. Sí, a mí también me pareció una afición de lo más rara... A fin de cuentas, ¿crochet no es algo para viejos? Pero, oye, la bufanda que llevo la tejió él —añadió, señalando la pieza de ropa.

Hasta creer en tiDonde viven las historias. Descúbrelo ahora