Cuarta Carta

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Querido Daniel.


Desde que me desperté y recorrí cada centímetro de tu cuerpo no pude volver a pegar los ojos, ya el sol había salido, tu madre llegó a la habitación un poco desaliñada, sus ojeras se marcaban, el maquillaje no era suficiente.

Me pidió que fuera a casa para descansar cómodamente, eso era lo que más deseaba, aunque eso significaba despegarme de ti, dejar de ver tu piel suave y pálida, tus labios perdiendo color, tus ojos cerrados, tus manos con agujas incrustadas surtiéndote de suero para mantenerte "alimentado".

Había descubierto un nuevo pasatiempo, nunca había puesto mi mirada sobre ti mientras dormías, sólo deseaba que estuvieras dentro de mí. ¿Fui superficial? No lo sé y creo que para ti no lo fui porque en tu rostro podía ver el placer que te causaba hacerme tuyo.

Deposité un beso sobre la venda que cubría tu frente para despedirme, caminé suavemente sin querer irme mirando hacia atrás y casi me golpeó con la puerta que estaba cerrada.

El cielo estaba nublado, caminé por la calle tratando de encontrar un taxi porque aún me perdía yendo hacia mi casa. Al fin lo encontré y tardé en llegar a casa porque había bastante tráfico, todos iban a sus trabajos o salían de ellos. Ese es el pan diario de esta ciudad.

Bajé del taxi y me di cuenta de que mis padres ya estaban de nuevo en casa porque el garaje estaba abierto, saqué las llaves de mi bolsillo y la introduje en la cerradura.

—¿Mamá?, ¿papá?, ¿están en casa? —­­pregunté después de cerrar la puerta.

—Sí —respondió mi madre fríamente. —¿Tú dónde estabas? —preguntó.

—En el hospital —respondí.

—¿Estás enfermo?

—No, estaba cuidando a Daniel.

—¿Y es que ese niño no tiene mamá? —gruñó.

—Sí, pero somos pareja y quise cuidarlo.

—¡Perfecto! Tras de irresponsable, maricon —dijo alzando la voz.

Su forma despectiva de llamar a las cosas ya no consiguió herirme, hace años que se comporta así conmigo y es algo con lo que aprendí a vivir o quizá sólo a sobrevivir. Daniel, si alguna vez te preguntaste porqué trató de darte lo mejor es porque quiero estar a tu lado siempre y olvidarme de todo lo que he pasado.

Mi madre seguirá culpándome por la muerte de mi hermano toda la vida. Subí a mi cuarto y cerré la puerta empujándola fuertemente, me eché sobre mi cama deseando dormir un poco, pero llegaron imágenes de aquella mañana a mi mente y terminé acariciando las sábanas.


Con cariño, Michael. 

Cartas A DanielDonde viven las historias. Descúbrelo ahora