Querido Daniel.
Era hora de alistarme y salir camino al hospital, sería otra noche cuidando de ti, otra noche en donde recordaría lo bien que la pasábamos estando juntos, leyendo juntos, viendo películas juntos, haciendo el amor, despertando a tu lado. Esos recuerdos se han convertido en mi alimento diario.
Salí de casa sin prisa, tenía bastante tiempo para llegar a hacerme cargo de ti, tu madre debería estar en este momento contigo. No puedo escribir en la libreta, así que decido hacerlo en mi teléfono móvil.
Llegué rápido al hospital, no había tráfico. Subí a tu habitación por medio del ascensor, la puerta estaba entreabierta y algunas voces se escapaban. Reconocí la de tu madre y la otra era la de un hombre que nunca había escuchado, pero seguro era de un médico porque estaban hablando de ti.
—Señora, es posible que su hijo nunca despierte —dijo la voz masculina. —Debe considerar esa opción —finalizó.
—No pienso desconectar a mi hijo —respondió Laurie alterada. —¿Qué clase de médico es usted que sugiere acabar con la vida de alguien? —preguntó gritando.
—Perdón, señora, pero no se lo estoy sugiriendo —tomó aire. —Se lo estoy recordando —respondió el médico.
Daniel, debes estar pensando que le quité el trabajo a tu amiga, pero esto no es un chisme, se trata de tu salud y yo sin querer escuché la corta conversación que sostenía el médico inepto con tu madre. Ya me imagino cómo será el regaño que me darás por estar escuchando tras las puertas, aunque no tienes ningún derecho moral porque Carla y tú parecen viejas chismosas de barrio clase media.
Se escucharon unos pasos y me retire de la puerta para no ser descubierto. El médico haló la puerta y salió de prisa, tu madre se quedó en la habitación. Entré al cuarto y tu madre estaba sentada en el sillón, con su mano derecho apoyando su mentón.
Tu madre tenía una cara de preocupación que también me alarmó, pero no me atreví a preguntar qué sucede porque era obvio lo que había escuchado: los médicos no daban muchas esperanzas, aunque nosotros habíamos decidido seguir esperando. Nos saludamos y yo me ubiqué cerca a la camilla, estaba de pie pues en la habitación únicamente había un sofá para una sola persona.
Faltaban diez minutos para que el reloj marcara las seis en punto de la tarde, era la hora exacta donde tu madre te dejaba a mi cuidado. Laurie se puse de pie, tomó su bolso que estaba en algo así como una mesa pegada a la camilla, creo que su función es sostener los alimentos de quienes están aquí, pero tú no recibes esas raciones. Caminó hasta quedar a mi nivel, con su mano derecho agarro la tuya y la apretó fuerte, alzó la mirada y te vio con esos ojos que inspiran amor. Creo que alguna vez mi madre me vio así, pero fue hace tanto tiempo que ya no recuerdo lo que se siente. Me pregunto si yo estuviera en tu lugar mi madre me cuidaría de la misma forma que lo hace Laurie contigo, ese es sin duda un amor de madre puro que demuestra que no quiere verte partir. Quizá esta situación de recuerda a cundo murió tu padre, sin embargo, no dije ninguno de mis pensamientos en voz alta, supongo que eso no debe ser nada agradable para tu madre.
Con cariño, Michael.
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Cartas A Daniel
Teen FictionHabíamos pasado la noche juntos, otra vez me había entregado en cuerpo y alma a él, a sus deseos, a sus pasiones, a sus besos desenfrenados. Daniel se había quedado en el balcón de mi casa apreciando la vista del hermoso azul que se pintaba en el fi...