Querido Daniel.
Tu madre me había dicho que debía descansar, pero realmente no lo hice. Simplemente seguí tirado sobre la cama después de la llamada que le hice a Carla. La idea era invitarla al centro comercial donde ustedes estaban de compras aquel día que decidí seguirlos. Tú te diste cuenta y cada rato volteabas a ver hacia atrás. Al ver tu cara quedé encantado, pude ver tus facciones, aunque de lejos. Tenías puesto un jean de color azul oscuro y una camiseta blanca, de tu hombre derecho colgaba una maleta. Además, tus manos iban ocupadas cargando unas bolsas de compras de las cuales estoy seguro que eran de Carla.
Estaban caminando por un pasillo de tiendas de zapatos, al salir de allí con otra bolsa más, pero esta vez Carla la estaba cargando porque tú no podías llevar una más. Luego, fueron a una de las heladerías y juntos pidieron un helado y se sentaron alrededor de una mesa, yo también ingresé al local y pedí un helado en taro versión personal sabor vainilla. Me senté a tres mesas de distancia de ustedes y me hubiera gustado saber de qué tanto hablaban y reían. Tu risa me pareció única y llena de alegría, aunque eso cambió cuando empecé a conocerte más a fondo, tu sonrisa sólo era una forma de ocultar la depresión que consumía tu vida.
Sabes, Daniel, te admiro. No sé cómo logras absorber todo lo malo que sucede a tu alrededor, a pesar de todo siempre tienes una hermosa sonrisa y eso me da ánimos para no darme por vencido, para seguir amándote en cada segundo de mi vida. Nunca pensé en conocer a alguien que con verle por primera vez me sintiera tan... ¿enamorado quizá? No sé si alguna vez te hayas preguntado si el amor a primera vista existe, pero en mi caso puedo decir que te amé desde el primer día que te vi.
La mañana pasó tranquila, estuve en mi cuarto pensando en cómo nos conocimos, en cómo me alegré al verte llegar a tu casa y darme cuenta que seríamos vecinos y también recordé cómo lucías esa toalla tan sexy atada a tu cintura hasta que te asomaste por la ventana y la cerraste, ¿tenías que arruinar mi diversión?
Seguí leyendo el libro que saqué de tu stand de libros, me tomé el atrevimiento de escribir reflexiones a lápiz en la margen de las hojas, eso me recordó que tú subrayas frases interesantes, así que deduje que no habías leído esa novela y te lo agradecí porque podré pedirte que lo leas. Primero te contaré el inicio para que quedes con una profunda intriga con las que no podrás vivir tranquilo hasta que lo leas.
El reloj de mi muñeca izquierda marcaba las dos y treinta minutos de la tarde. Mi madre subió a mi habitación y me informó que el almuerzo estaba servido, cerré el libro que tenía en mis manos, pero antes le hice un pequeño doble en la parte superior de la hoja para no perder el hilo de la lectura. Sí, cariño, ya sé que vas a decir que soy un monstruo porque tú odias esa opción y que por eso tienes una colección de separadores de hojas.
Seguí a mi madre hasta llegar al comedor, allí estaba mi padre y ya había empezado a consumir sus alimentos. Mamá preparó una torta de vegetales, un arroz que tenía pedacitos de coco, una porción de trozos de pechuga de pollo bañados en una salsa espesa que estaba inundada de especias y un jugo de naranja en tarro, ¿en serio se había tomado el tiempo para preparar algo nutritivo a excepción del jugo? Ese tiene un sabor artificial a naranja.
Con cariño, Michael.
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Cartas A Daniel
Teen FictionHabíamos pasado la noche juntos, otra vez me había entregado en cuerpo y alma a él, a sus deseos, a sus pasiones, a sus besos desenfrenados. Daniel se había quedado en el balcón de mi casa apreciando la vista del hermoso azul que se pintaba en el fi...