Sexta Carta

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Querido Daniel.


Tu amiga, la ojiverde, ¿por cierto, ya te había dicho que sus ojos parecen de gato? Te pido que no me vayas a matar, odias ese tipo de comparaciones. En fin, tardó bastante que tu madre me invitó a tomar y comer algo en la cafetería del lugar y pues la verdad yo pensaba hacerlo porque no había desayunado. Al terminar lo que pedimos tu madre se retiró después de cancelar lo consumido y fue a hablar con el médico que estaba de turno, aunque no supe la razón. No había mucho que nos pudieran decir de ti, seguías inmóvil, alimentándote a través de un catéter con suero, y creo que te pondrán una sonda en la garganta para alimentarte, o eso fue lo que escuché.

Saqué mi móvil porque sonó una notificación de un mensaje de WhatsApp, abrí la aplicación y era un número desconocido que me decía que era Carla y que necesitaba hablar conmigo. Le respondí que la esperaba en la cafetería del lugar.

Pasados unos quince minutos la chica de cabello color dorado apareció por una de las puertas, llevaba un bluyín y una blusa de color rosa claro y el cabello trenzado.

—Hola, Michael —saludó y prosiguió a sentarse.

—Hola, Carla, ¿cómo estás? —devolví el saludo. —¿Quieres comer o tomar algo?

—No, gracias, así estoy bien —respondió. —Estoy más o menos bien.

—¿Y eso?, ¿qué sucede?, ¿hay noticias sobre Daniel? —pregunté alterado.

—No, eso es lo que me tiene así, no hay noticias de él. —soltó rápidamente con tono triste. —¿Y si no despierta? —indagó.

—Estoy seguro que despertará. —dije seco y mirándola a los ojos.

—¿Qué escribes? —preguntó mirando mi libreta.

—Son cartas para cuando Daniel despierte, así sabrá qué pasó mientras estuvo en coma. —respondí sin más.

—Eso es bastante romántico —gritó. —Podrías escribirle sobre lo que hablé hoy con él. —propuso. —Quizá, cuando despierte no lo recuerde.

—Es buena idea, podrías contarme para escribirlo —le pedí.

—Me da vergüenza contigo —chilló.

—No tienes por qué preocuparte —mencioné para que tomara confianza.

—Bien —aclaró su garganta. —Exactamente le conté lo siguiente —dijo poniendo sus brazos sobre la mesa. —No sé si Daniel te haya contado que le platiqué que había un nuevo profesor en el instituto y debo admitir que me gustó —contó mientras sus mejillas tomaban un tono rojizo. —Es acuerpado, pero no está marcado, tiene cabello y ojos negros, piel trigueña, alto y una voz muy sexy —empezó a narrar. —Me he acercado a él y hemos salido en un par de ocasiones —dijo. —Ah, se me olvidaba, escribe en esa carta que nuestro hermoso profesor, bueno, en realidad es sólo mío, tiene tres lunares en triángulo al rededor del ombligo. —escupió esas palabras. —Y Michael, no me mires así, ya te imaginas cómo es que lo sé.

—Me pregunto si Daniel te habrá contando sobre nuestra intimidad —dije indignado.

—Pues —dijo. —Ojalá, lo haga, pero puedes tú darme primicias —terminó riendo.

—Eso está clasificado en información confidencial —dije riendo.

—¡Ups! Michael, se me hace tarde, tengo una cita —advirtió.

Carla se puso de pie y se fue alejando con pasos largos. Daniel, por favor, deberías enseñarle a esa chica a hablar suave, creo que toda la cafetería escuchó sus aventuras con su docente. No creo que tenga dificultades para aprobar la materia. No me explicó cómo es que no sé te ha pegado lo vulgar, aunque en la cama olvidas el significado de decente.


Con cariño, Michael. 

Cartas A DanielDonde viven las historias. Descúbrelo ahora