Querido Daniel
En esta madrugada la tristeza me invade, estuve en la cena que organizó tu madre, la cual fue muy sorpresiva, pero nada buena. Empezó con un discurso de amor maternal, habló sobre ti cuando eras apenas un niño y de todas las travesuras que hiciste, hubo un momento en que reíamos por todo lo que hacías con escasos cuatro años de edad. La cena pintaba bien hasta que dijo que había tomado una decisión sobre ti, todos quedamos callados y atentos hasta que pronunció, literalmente, las siguientes fatídicas palabras: "es hora de dejarlo partir, hay que dejar que descanse y nosotros seguir nuestra vida. Vive alimentado de manera artificial, ya debió haber perdido gran parte de su locomoción y esto ya lo veíamos venir.''
Tu abuela se paró de la mesa y de un grito, que seguro se escuchó en toda la casa, dijo que eso sólo pasaría por sobre su cadáver, Mateo también se puso de pie y le gritó: "matona''. Luego, subió corriendo las escaleras y la puerta de uno de los cuartos generó un fuerte sonido al ser golpeada. Para ser un niño comprendía todo muy bien, era claro que ese niño veía en ti algún recuerdo de su infancia. Por mi parte, sólo salí de esa casa envuelta en gritos, no sabía qué pensar, qué creer, no sabía qué era lo mejor. Por un lado, podrías despertar y por el otro sólo estábamos reteniendo un alma a la fuerza.
Las horas son un martirio, no puedo cerrar mis ojos porque llegan todos aquellos buenos momentos que pasamos juntos, son como una flecha que atraviesa mi conciencia y trajera un cartel en su punta diciéndome que te salve y después de tanta indecisión y pensamientos vagos he decidido hacer lo que no me atrevía a hacer hace un mes, haré el último intento, y si no funciona tomaré el mismo camino que tú porque esta vida sin ti no es nada, es vacía, es gris y tormentosa. El pecho duele, mis ojos permanecen rojos e inflamados y el sueño es poco, llevo malas calificaciones a punto de perder algunas materias.
Con cariño, Michael.
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Cartas A Daniel
Teen FictionHabíamos pasado la noche juntos, otra vez me había entregado en cuerpo y alma a él, a sus deseos, a sus pasiones, a sus besos desenfrenados. Daniel se había quedado en el balcón de mi casa apreciando la vista del hermoso azul que se pintaba en el fi...