Decimoséptima Carta

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Querido Daniel


El paso a seguir era el que no diría que tanto daño había causado el golpe que sufriste desde mi balcón. El médico nos pidió que abandonáramos la habitación, tu madre volvía a sonreír y yo sentía que mi corazón quería salir y pegarse a tu pecho para nunca más separarse. Habías estado sumido en un estado de coma por casi tres meses, tres meses que parecían una tortura, en donde habíamos perdido la esperanza, ¿podrás perdonar que casi se da la orden para desconectarte?

El médico salió de la habitación, nosotros estábamos en el pasillo esperando ansiosos y no pudimos contener el silencio y las preguntas salieron como dagas directas al profesional.

—¿Qué pasó? ¿está todo en orden? —preguntó Laurie.

—La situación de Daniel no es del todo buena, pero es algo que puede corregirse. Todo depende de él. —fue la primera respuesta que dio. —Por haber estado tanto tiempo en coma ha perdido motricidad en algunas partes del cuerpo, presenta algunas dificultades para pronunciar palabras largas o hablar fluido, creemos que esto se debe al golpe. —decía mientras escuchábamos con atención. —Estará una semana aquí en el hospital y se le harán las primeras terapias para que empiece a recuperarse, después se le asignará una fisioterapeuta en casa. —finalizó el médico y siguió su camino mientras nosotros volvíamos a donde estaba Daniel.

—Creo que he estado mucho tiempo desconectao de la realidad —dijiste muy despacio.

—Pero ya estás con nosotros y tengo que cuidarte mucho más. Pensé que te perdería. —dije mientras pasaba mi mano derecha por tus piernas.

—Te extrañamos, Dani —pronunció Laurie.

—¿Mamá, puedes dejarme a solas con Michael?

—¿Cómo se te ocurre? Podemos estar los tres aquí sin problema —vociferé. —Tu madre es la que debe estar aquí. Si alguien debería salir, ese sería yo.

—No hay problema, Michael —dijo la pelinegra. —Iré a comer algo, mientras eso pueden hablar.

Laurie salió de la habitación y un silencio no atrapó, pero ese silencio no era incómodo, sino que era ese silencio que nos traía paz, mirarnos a los ojos y perdernos en esa miranda que despertaba nuestros deseos más profundos. No me era fácil quitar mi mirada de tus ojos color verde, estaban más claros de lo normal, hacían juego con tu sonrisa, era una sinfonía de suspiros.

—¿Podrías explicar-me qué significa este anillo? —preguntaste para romper el silencio que nos arropaba.

—¿Qué crees que pueda significar, cariño? —respondí con una pregunta.

—Acepto —me dijiste.

Parecía una fantasía o incluso un sueño, una sonrisa se pintó en tu rostro y seguramente di una más amplia porque nuestra vida que habíamos soñado empezaba a hacerse realidad. Estaremos por el resto de la vida juntos. Agarré tu mano en un y dejé un tierno beso en la parte superior de esta.

Con cariño, Michael

Cartas A DanielDonde viven las historias. Descúbrelo ahora