2 - VISITAS INESPERADAS

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...En un pequeño pueblo campestre...

Había en el medio de una pradera rodeada de un modesto bosque, una gigantesca casona, de estilo típico colonial e inmaculadamente blanca que se imponía en el paisaje.

Pertenecía a una señora muy mayor y de baja estatura, siempre con un gran rodete en su blanca cabellera y una mirada que podía llegar a ser la más dulce o la más temeraria según la ocasión. Con ella vivían uno de sus hijos y su nieta.

Según le habían contado a la chica que hacía poco más de un mes había cumplido veinte años, sus padres habían muerto cuando ella tenía pocos días de nacida, por eso fue criada por su abuela y su tío. No eran realmente familia sanguínea, pero el haber vivido con ellos toda su vida y el cariño que le brindaron, le otorgaron con total seguridad y sin ninguna duda ese título.

La joven era realmente hermosa, su piel apenas aceitunada y su cabello azabache, de cuerpo estilizado pero con sus curvas bien marcadas, sus brillantes ojos verdes como esmeraldas brindaban una mirada profunda. Dependiendo de cómo se sintiera podía atraer la atención de todos los que estuvieran a su alrededor o alejarlos como si tuviera una enfermedad contagiosa, se diría que poseía una rara personalidad ya que podía ser muy dulce y amable o tremendamente fría y cruel.

Toda su vida había sido diferente a los demás, su abuela nunca la había dejado ir a la escuela hasta que llegó a la adolescencia por lo que no tenía verdaderos amigos, su tío fue su constante y paciente profesor hasta que llegó a una edad en la que la señora aceptó que ella comenzara a conocer otras cosas además de su casa y personas aparte de ellos dos.

Por lo que le enseñaba tanto su tío como su abuela, sabía perfectamente que en el mundo no existía nadie que fuera como ella y eso no era por su temperamento, sino por sus habilidades.

Tenía varios dones o maldiciones, según como cada uno que supiera pudiera pensar, de poder ver el alma de las personas y todos los seres míticos que se mezclaban con el común de la gente y que ante sus ojos aparecían como realmente eran, podía con su mente manejar la voluntad de los demás, podía escuchar lo que pensaban, ver situaciones que estaban ocurriendo en lugares alejados al que ella se encontraba y según su abuela, también podía hacer muchas cosas más pero aún no se habían desarrollado.

Literalmente al mirar a alguien a los ojos por más de cinco segundos, la joven sabía qué clase de persona tenía frente a ella, si su corazón y su alma tenían más luz u oscuridad o si eran otro tipo de seres superiores o inferiores.

La primera cosa que le fue enseñada y la que recordaba cada día era que nada ni nadie es totalmente blanco o plenamente negro, que el principio del antiguo "Ying y Yang" era cierto, en todo lo bueno existe algo malo y en todo lo malo hay algo bueno, formando un equilibrio muy frágil y a veces maleable, pero equilibrio al fin.

Cuando era niña creyó que se volvería loca por lo que sus ojos veían y lo que su corazón percibía, pero poco a poco su tío y su abuela le enseñaron a manejar sus poderes para que los utilizara solamente si ella lo deseaba, aunque aún cada tanto tenía crisis donde llegaba a llorar por horas seguidas y sentir todo el peso del mundo en su corazón, lo que la llevaba a dormir por días enteros.

Cuando se sentía triste comenzaba a llover, cuando se ponía furiosa una tormenta eléctrica aparecía y hasta podía temblar el suelo, cuando estaba feliz el cielo era limpio con un sol brillante.

De alguna forma sabía que su presencia en este mundo era importante, no porque tuviera demasiada autoestima en ella, sino porque parecía que todo a su alrededor se lo hacía notar.

Algo que continuamente le decía la anciana era que ella debía permanecer neutral, nunca debía tomar partido por un lado u otro, sin importar lo que ocurriera ella tenía que estar en medio para que permaneciera una tambaleante armonía que constantemente amenazaba con perderse.

INFIERNO CELESTIALDonde viven las historias. Descúbrelo ahora