TREINTA

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Capítulo 30: Calma (Parte uno).

Alessandro.

Me concentro en disparar a todo el que esté enfrente de mi. Con Melek nos turnamos a la hora de hacerlo. Debemos apresurarnos y ser rápidos, ya hay muchos soldados heridos, otros con heridas letales y otros con heridas no tan graves.

Escucho a lo lejos los gritos de la brigadier de una de mis tropas, trata de auxiliar a otro de nuestros brigadieres que se encuentra herido.

Me agacho cuando me quedo sin balas y Melek se coloca de pie. Mientras recargo veo como le apunta a alguien de manera fija, solo volteo a ver un segundo a mi arma, cuando siento los sonidos de balas retumbar muy cerca.

Casi que en cámara lenta, giro mi cabeza hacia un lado y veo como el cuerpo de la brigadier cae a mi lado. La sangre brota de su pecho, percibo que es el área de su corazón, lo que me hace sentir un poco de pánico.

Levanto un poco mi cuerpo y veo como el cabecilla de la mafia Turca mira atentamente a nuestra dirección sin bajar el arma.

El le ha disparado a su propia hija, sin pudor, me lo demuestra su sonrisa cínica. Vuelvo a posar mi atención Melek. Tomo su brazo e intentó buscar su pulso, al principio me alarmo al no sentir nada pero en menos de cinco segundo logro detectar un leve pulso.

Por mi mente pasa la idea de esperar a que esto se acabe para que Boram crea que su hija está muerta pero sé que la brigadier tiene los minutos contados y no planeo perderla por una simple estrategia que nadie me asegura que funcionará.

Recorro el lugar con mi mirada y veo como unos soldados suben a una camilla al otro brigadier herido.

— ¡Hey! — grito para llamar la atención de alguno de ellos — . ¡Pide una para acá también y apresúrate!

Mientras tapo la herida de Melek, intentando en un esfuerzo desesperado parar con la hemorragia, me encargo de que ningún otro hombre de los Aktan llegue hasta nosotros.

Tal como se lo pedí al soldado, la camilla no se demora en llegar. Los ayudo a subirla y mientras que ellos la conducen hasta el interior del edificio, otros soldados y yo los rodeamos para protegerlos de cualquier impacto de bala.

Sigo luchando, pero se me dificulta no pensar en lo que ocurrirá con Medusa, la necesito con vida y no necesariamente para relaciones estrictamente profesionales.

Cuando veo como Boram Aktan logra llegar a una de las escaleras que lo adentraran al interior del edificio. Corro para alcanzarlo, sin importar que esté en medio de un tiroteo corro en medio de la pista de aterrizaje hasta lograr llegar hasta las escaleras por las que Boram bajó.

La ira me nubla la mente, recuerdo todos los informes que he leído de este hombre, todas las torturas, desapariciones, muertes y personas violadas que hay a su nombre y el de sus hombres, recordar la sonrisa tenebrosa que tenía cuando impactó el pecho de su hija me hace querer matarlo sin importar que no tenga ninguna orden para hacerlo. Es un ser despreciable.

Veo a lo lejos como se encarga de liberar a su hijo, sus hombres cortan las cadenas de este y los escoltan por el pasillo. Estoy escondido detrás de una de las gran puesta, apunto mi arma hacia la pierna del hombre y le disparo. Intento hacer lo mismo con Mehmet pero no me da el tiempo, solo he podido inmovilizar a Boram.

Todos los hombres que lo acompañan se ponen en alerta. Estoy jodido, no puedo salir, solo acabaría con alguno de ellos pero son muchos y estoy solo.

Sigo escondido mientras ellos se encargan de auxiliar a su jefe. Lo suben a una de las avionetas con total atención mientras yo me quedo rogando por haberle dado directo en una de las arterias importantes, no le daría tiempo de llegar a un hospital donde pueda ser atendido sin que la policía nos informe de su paradero, y sin ayuda médica morirá desangrado.

Propósitos ocultosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora