OCHO

1.1K 100 27
                                    

Capítulo 8 : La carpeta.
Melek.
Camino entumecida hacia mi cubículo, pensando en todo lo que me ha pasado en las últimas horas. En Turquía nunca había vivido algo parecido en una misión y mi general nunca me había cuestionado nada.

En cierto punto me siento ofendida por el pensamiento de Alessandro, ya que no le he dado los suficientes motivos para desconfiar de mi. Puede sonar muy cínico de mi parte, cuando  sé que me encuentro infiltrada y que el general tiene razones de sobra para desconfiar de mi.

Por otro lado está el hecho de que han matado a uno de los hombres de mi padre, hay muchas variantes de quienes pudieron hacerlo. Mi primera opción era la organización, pero cuando Alessandro me cuestionó, descarté totalmente la idea. 

Saco mi dispositivo de la organización y le mando un mensaje a mi  capitán avisando que saldré a hacer unas diligencias. Su respuesta llega rápido, con un simple “Ok”.

Camino por la central hasta llegar a la entrada del subterráneo, me monto en mi camioneta y salgo a la ciudad con dirección a una bodega que arrendé la semana antes de irnos a Colombia. 

Al llegar, desciendo de mi camioneta y camino hasta la bodega, la cual se encuentra en el piso menos uno, casi al lado de los estacionamientos.

Con el mando a distancia abro la puerta hasta una altura donde pueda entrar agachada. Una vez dentro presiono el botón para que la puerta se deslice hacia abajo.

Dejo mi celular encima de la mesa que hay en el centro de la bodega y camino hacia un mueble que compré para traerlo hasta acá. 

Abro la cajonera y saco uno de los tantos celulares antiguos que he conseguido. Ingreso un chip nuevo, configuro el teléfono y llamo al numero que ya me sé de memoria.

Suena cuatro veces el pitido, hasta que la persona contesta. 

— Florecilla ¿A qué se debe el honor de tu llamada? — Mehmet me habla en Turco. 

— Esto debe ser rápido, no quiero correr riesgos — digo de forma apresurada — ¿Hay pistas del asesino de Roskum? 

— Nada — es su respuesta —. Pero no te preocupes, nosotros nos encargaremos de eso. A ti te necesitamos para otra cosa. 

Trago saliva al oír sus palabras. 

— ¿Qué sería? — camino por la bodega.

— Necesito que hagas algo para que la organización no se concentre en nosotros ¿Puedes hacerlo? — pregunta como si fuera una niña chiquita — . Digo, tu ayuda ha sido nula en todos estos años. 

— Lo haré — corto la llamada. 

No quería seguir escuchando las estupideces de mi hermano mayor. Si bien he estado desde los quince años en la organización,  mi ayuda no ha sido mucha por el simple hecho de tener un cargo “bajo”, pero eso es algo que mi familia no quiere entender.

Saco el chip del celular y lo quiebro, mientras que al teléfono lo quemaré por ahí. Enciendo mi laptop personal que tenía en el auto y abro algunos documentos importantes que me servirán para lo que planeo hacer en las próximas horas. 

Es hora de demostrarle a mi familia que sirvo para algo, más de lo que ellos se podrían imaginar.

Al terminar de imprimir lo que necesito, veo la hora en mi celular y noto que ha pasado mucho tiempo desde que salí de la central.

Propósitos ocultosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora