Capitulo 39

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Hoy en la mañana Félix se fue sin antes decirme buenos días como lo hace siempre. Se tenía que ir porque hoy estaría algo ocupado. Aunque ya iba a preparar a entrar a la cocina, pero no se pudo cumplir porque las princesas me llevaron al jardín a tomar el Té. Dejando a los demás en la cocina, pero me entendieron un poco, además todavía no era el momento de reparar el almuerzo.

—Vamos, dinos que se siente ser novia de mi hermano. Me compadezco porque es un amargado —alce una ceja Atenea me miraba divertida, pero no negaré que era así.

—Si, dinos ahora que toda la familia lo sabe, debes prepararte para ser presentada con nosotros primero y después con el pueblo —ese comentario de Josefina me dejo pensando.

—Sí, creo que será más tarde.

—Aun así ya quiero verte en el palacio —alego Atenea.

—Gracias, aunque solo quiero tener una vida tranquila —dije tranquilamente tomando la taza que tenía en mi mano.

—Sí, pero si quieres eso será un poco difícil, no somos de tener algo pacífico. Y más si vas a ser la nueva esposa del príncipe Félix.

Casi me ahogo con el agua del Té.

—Espera, ahora somos novios nomas —hablé algo alterada.

—Sí, pero quien sabe que suceda más adelante, además debes aprender modales, ética, entre otras cosas.

Nos empezamos a reír, pero lo último si me dejo pensado un poco después de conversar con Atenea, al poco rato me despedí de ellas; porque tenía que cocinar el almuerzo. Pese a que sea novia del príncipe Félix, aún tengo que trabajar.

Las horas se pasaron volando, todos estaba normal a excepción del ausentismo de Nicolás, Christian y el príncipe Federico, este último estaba en su despacho, pero de ahí todo estaba normal. Ya era de tarde un poco para que sea las 4 hasta entro un hombre.

—Señorita Mia, el príncipe Joaquín manda a que vaya a su despacho.

Eso me hace sentir nerviosa y ansiosa, pero asiento con la cabeza.

Me quito el delantal que llevaba puesto caminando hacia el despacho del príncipe Joaquín, estaba afuera de su puerta, tomé una respiración profunda y toco con mi mano. Escuche un pase desde adentro, abro la puerta pasando adentro. Lo vi ahí sentado en su escritorio, mirando unos papeles, me hizo pensar en Félix de cómo se verá en unos cuantos años más.

—Me llamo su majestad —dije con la cabeza agachada.

—Si ven aquí ponte al frente de mi escritorio —Camine hacia la madera de caoba que tenía al frente, note que dejo sus papeles. Al levantar la cabeza lo noté que me observaba, pude darme cuente que tenía el mismo color de ojos que Félix—. Seré franco, quiero que dejes a mi hijo.

—Perdón —dije confundida.

—Si pon tu precio —note como sacaba una chequera en sus manos—. Que tal cien mil euros para que lo dejes y dejen de estar jugando al juego de los enamoraditos.

No podía creer lo que escuchaba, pensé que era un hombre diferente, sonreí de lado.

Me indigno mucho lo que escuchaba.

—Yo... yo —agaché mi cabeza—. No puedo aceptarlo.

—Vamos, todas las personas tiene un precio.

—No en esta vida no todo es el dinero, tal vez es un pensamiento algo absurdo. Pero yo lo pienso así —exprese firmemente—. Perdón por alzar la voz. No aceptaré el dinero que me ofrece.

—Vaya, entonces quieres más

—No entienda, no quiero dinero. Si estoy con Félix es porque lo amo, no por su dinero o por lo que él maneja. Si me disculpa me retiro —me di la vuelta hasta que escucho una risa, me giro un poco.

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