§ E I G H T E E N §

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POV Narradora

—Meg, lo que dices es muy serio, ¿estás completamente segura?
—Te juro que eso decía... Estaba escrito con una clase pintura y se veía un poco mal, a lo mejor fue hecho apresuradamente.— dijo esta con una de sus manos en su barbilla, su ceño fruncido y su boca en una línea recta, pensando.

Sin embargo el rubio cenizo torció la boca, no estaba del todo convencido ya que acusar a alguien así de secuestro, sin ninguna pista o evidencia que lo inculpe, era muy serio.

—Meg, a lo mejor no viste bien, como dijiste: Se veía un poco mal. Puede que lo hayas visto borroso e inventaste cosas que no decía en verdad.— dijo este encogiéndose de hombros, tratando de buscar alguna explicación a lo que su compañera asegura haber visto, sin embargo esta negaba.

—No estoy mintiendo. Necesitamos revisar bien esa casa.— dijo esta con una enorme determinación.— Vigilaremos esta casa. Cuando salga, yo entraré a ver si encuentro alguna víctima.
—Meg, no podemos hacer eso. Si no tenemos una orden no podemos hacer...
—¿Quieres apostar? ¿Quién le va a decir al jefe? ¿Tú?— preguntó la peliblanca alzando una de sus cejas.

—Sabes que yo no te delataría.— murmuró este torciendo sus labios.

—Bien, entonces nadie se tiene por qué enterar. Ahora, vamos a la estación, necesito preparar unas cosas.— dijo esta rápidamente, abrochando su cinturón y dirigiendo su vista al frente. El rubio cenizo se le notaba su inconformidad, si todo resultaba ser falso, si ese chico resultaba inocente, podrían ser despedidos e incluso demandados.

La preocupación del rubio en aquel auto era demasiado notoria, su compañera de un suspiro y cerrando los ojos comenzó a hablar, más que nada, para convencerlo.

—Gold, date cuenta, esa persona de ahí no es inocente, ¿bien? ¿Cómo explicas que se vea así de sospechoso? Y además, ¿quién se pone tan nervioso por un poco de alcohol?

—Es que... —suspiró.— ¿Como estás tan segura de...?
—¿Ya no reconoces ni a tu propio primo?— preguntó de repente la peliblanca encarando bruscamente al policía de cabellos cenizos. Este abrió sus ojos al mismo tiempo que su boca, sin embargo de esta no salía nada. No tenía ninguna palabra para articular. Su mente estaba en blanco por unos pocos segundos, hasta que...

—Esos ojos...
—Estaban rogando por ayuda, Gold... — terminó la frase la chica al mismo tiempo que ponía una de sus manos encima de las del chico, dándole su apoyo.— Tenemos que ayudarlo a él y a la otra persona que tiene secuestrada.

[...]

—Bien hecho, Solecito. Lo hiciste muy bien... Por cierto, ¿te habían dicho que el negro te queda jodidamente bien?— el azabache comenzó a quitarle la capucha de la sudadera para así dejar al descubierto su cabellera negra.— Ven, necesito ponerte bien ese tinte si queremos que te quede bien.— el de ojos grisáceos simplemente se limitó a asentir, recibiendo un beso en su mejilla derecha.— Buen chico.

Ambos adolescentes comenzaron a bajar las escaleras, antes de que el segundo azabache tocara el último escalón su lastimado tobillo se torció, se escuchó un crujido y el antes rubio cayó al suelo en un fuerte estruendo.

—¡Golden!— gritó el castaño tratando de acercarse al individuo, que sólo lograba quejarse en silencio. La voz ya no le salía, ¿en serio se había lastimado tanto y apenas lo empezaba a notar?— ¡Golden, por Dios! ¿Estás...? —antes de que su mano lograra tocar el hombro de Golden, un pie le pisó fuertemente la mano.— ¡ACK-!
—¿Acaso yo te di permiso de que lo tocaras?— preguntó lentamente el azabache mientras incrementaba la fuerza en la pobre mano del castaño.

—¡F-Fred! ¡Duele!
—¿Acaso te di permiso de decir MI NOMBRE?— más fuerza. La mano del castaño comenzaba a temblar. ¿Eso había sido un crujido?

—¡N-No! ¡P-Perdón! ¡N-No lo volveré a hacer... C-Cariño!— el pie de Fred fue retirado lentamente mientras que el castaño pegaba su mano lastimada a su pecho. Eso dejaría un moretón. O tal vez peor...

Los tres adolescentes jadeaban, uno: por su tobillo, el otro: por su mano, y el tercero: por una extraña mezcla entre exitación y esfuerzo. Maltratar a las personas que "amas" al parecer te hace gastar muchas energías.

—Mucho mejor...— mencionó el azabache mientras examinaba suavemente el lastimado tobillo del de ojos grisáceos, mientras este soltaba suaves quejidos y una expresión de dolor se instalaba en su rostro. Por otro lado, el castaño sólo soltaba gruesas lágrimas que rápidamente limpiaba con su mano no-maltratada.— Ay, amores... Iré por unas cuantas vendas, alcohol, pomada y unos cafés... ¡Por cierto! Les compre donas, mis amores. Espérenme, ¿vale?— sonreía tan amablemente que ambos adolescentes hubieran jurado que si vieran esa sonrisa en otro contexto, se hubieran enamorado de esa hermosa sonrisa. El azabache cargó estilo princesa al del tobillo lastimado y lo dejó alado de Freddy de una manera tan delicada que parecía irreal. ¿De verdad estaban lidiando con el mismo Fred que los secuestró, torturó y aterrorizó?

La expresión de ambos adolescentes era puro asombro, pero trataron de disimularlo con una pequeña sonrisita y asintiendo. La sonrisa del de ojos rojizos aumentó.

—¡Bien! ¡Ya regreso!
—¡Cariño!— exclamaron al mismo tiempo Freddy y Golden, haciendo a Fred voltearlos a ver con una ceja alzada, pero aún sonriendo.

"Creo que me puedo acostumbrar a mi nuevo apodo. Esta mucho mejor que Desgraciado."— Pensó el azabache mientras se acercaba con dulzura a sus dos víctimas.

—Díganme... ¿Pasa algo? ¿Quieren algo más?— preguntó acariciando las mejillas de ambos chicos.

—F-Freddy y yo no aguantamos el dolor... ¿Puedes darnos algo para calmarlo en lo que vas a la tienda?
—Solecito, no creo que...
—Por favor, amor...— rogó esta vez el castaño mientras tocaba la mano la mano de Fred, la que anteriormente mencioné que estaba tocando la mejilla de este.— Por favor...

Fred enrojeció. Le gustaba... Le gustaba demasiado...

"Sí... Sí... Ruégame más, hazlo, ruégame..."

—¿Podrías... Hacerlo por mi, amor? Por favor...— "Dilo, oh si, dilo...".

—Oh, dios...— suspiró el azabache, con su cara mucho más enrojecida que antes y con ALGO parado y fuera de su lugar. Freddy yo que tu, no lo decía.

Te lo ruego, amor, te lo ruego...— lo dijiste. El azabache contuvo su respiración por un breve instante. El ex-rubio abrió sus ojos de una manera impresionante, el sabía que era lo que estaba por venir.

—De rodillas. Ahora.— el castaño sorprendido se limitó a asentir mientras que el de ojos grises se giraba con todas sus fuerzas para ver hacia la pared y tapar fuertemente sus oídos. Las saladas lágrimas comenzaban a salir de sus ojos, resbalando por sus ojeras hasta sus mejillas y caer al suelo.— Cariño... Oh, cariño, no sabes lo feliz que estoy ahora... Y espero, que como buena reina mía, sepas complacer a tu rey...

INSANEDonde viven las historias. Descúbrelo ahora