POV Narradora
El castaño en cuanto despertó se había quedado inmóvil, en estado de shock y con la boca abierta. Las lágrimas inevitablemente siguieron saliendo de sus ojos azulados.
Sintió arcadas... Iba a vomitar... Y lo hizo...
Cerró fuerte los ojos mientras el líquido salía de su boca, un líquido de color oscuro.
Comenzó a sollozar más cuando escupió para tratar de quitarse el desagradable sabor que tenía en la boca, pero su boca comenzó a saber a un peculiar sabor metálico.
Sangre...
Trato de articular una palabra pero sus cuerdas vocales estaban destrozadas.
Le dolía mucho... Le dolía la garganta a horrores... Pero no se comparaba con el dolor que empezó a sentir en su pecho al recordar la cara de felicidad y cinismo que tenía el azabache...
—E-El...— un pinchazo de dolor en su garganta.
"El muy hijo de puta lo disfrutó..."
Golden por su parte estaba en posición fetal todavía llorando por lástima hacia el castaño.
Recordó el cómo le fue a el primer día con el monstruo...
"—F-Fred, ¡d-detente!—gritó este de dolor y con lágrimas bajando por sus pálidas mejillas.
—¡Esto le ocurre a los malditos infieles como tú!— otro latigazo. Y otro. Y otro. Y otro..."
Cerró los ojos mientras agitaba su cabeza en el pobre intento de no recordar ese día...
—Golden, concéntrate en algo más, en algo más, en algo- — unos sollozos provenientes de afuera lo hicieron volver a la realidad.
"Freddy..."
—Fred, este chico no tiene la culpa... Él no tiene nada que ver... Él- — unos pitidos lo hicieron levantarse del suelo, sabía lo que significaba, eran las cámaras de seguridad, eso sólo significaba una cosa...— Alguien está cerca de la casa de Freddy... —¿Cómo lo sabía? Llevaba bastante tiempo con el monstruo para saber qué significaba eso.— Ay no... ¡Freddy!— llamó este al castaño, el cual giró su cabeza en dirección al armario, todavía con lágrimas en sus ojos.— Freddy escúchame, por lo que más quieras, no lo hagas enojar... Escucha bien, ¡NO LO HAGAS ENOJAR! ¡Es que-!
—¿Es que qué, Goldencito?— salió la voz del azabache desde algún punto entre las sombras, haciendo sobresaltar al castaño.
—Fred, no.— suplicó el rubio sabiendo lo que venía.
—Fred, sí.— respondió este burlón y divertido. Se acercó a donde el rubio se encontraba, al armario, lo abrió con brusquedad haciendo al de ojos grises estremecer y cerrar los ojos.— Es hora de cambiarte de lugar, solecito.— dijo este agarrando de un brazo a Golden y cargarlo como saco de papas.
El rubio ya ni siquiera se oponía. Sabía que no tenía caso intentar patalear o golpearlo...
Subieron escaleras arriba dejando solo al castaño.
El pitido seguía sonando haciendo que el castaño fijara su vista a la computadora.
El ardor desapareció por un momento al ver que había un carro estacionado enfrente de su casa.