POV Narradora
—¿Estas seguro de esto?— preguntó el rubio con una expresión de preocupación y miedo. El castaño solamente asintió viendo aún esa mancha rojiza en el suelo. Sus corazones palpitaban con rapidez, pero no sabían si era por la emoción o por el miedo... Ninguno sabía cuál era el motivo, a lo mejor y eran ambas emociones juntas.
—No quiero seguir aquí, Golden... Quiero salir... Quiero ser libre otra vez...— contestó el de ojos azulados, sintiendo su garganta picar.— ¿Tú no quieres volver a ver a tu familia?— preguntó ahora Freddy hacia su compañero, el cual se quedó pensativo.
—Sí... Quiero volver.— declaró el de ojos grisáceos.— Pero todo se ha arruinado ya... No pensé que fuéramos a estar así de lastimados y débiles. Necesitamos recobrar fuerzas.
—No pienso seguir viviendo junto a ese monstruo.— ordenó.— Ya he tenido suficiente de él.El silencio reinó en aquel sótano, mientras ambos chicos seguían hablando y planeando el cómo salir de ahí... ¿Y si todo salía mal? Pero también estaba la opción de... ¿Y si todo salía bien?
[...]
—¿Qué...?
—¿Qué es esto?Ambos adolescentes estaban muy sorprendidos, su secuestrador de repente llegó con un plato, y en el plato había dos donas de chocolate que... Se veían tan apetitosas...
El estómago de ambos secuestrados gruñó con furia. ¿A quién querían engañar? Se estaban MURIENDO de hambre. Su boca comenzaba a producir más saliva y podían sentir en sus papilas gustativas el sabor del chocolate, y es que nadie los culpaba.
Parecían perritos viendo ansiosos su plato de comida.
Después de comer solamente puré de papa, arroz y un simple pan, a cualquiera se le haría agua a la boca con algún postre así.
Por otro lado, el azabache al ver tan tiernas reacciones, sonrió de manera dulce y acercó a ambos rostros el plato.
—Son sus recompensas, amores míos. Son para ustedes.— dijo este dejando el plato en el suelo, ambos chicos encadenados se miraron el uno al otro y sonrieron felices. Rápidamente se abalanzaron sobre el plato con las deliciosas donas, y comenzaron a devorarlas, degustando cada bocado lo más que podían.— ¡Amores, amores! ¡Despacio! No quiero que se... —el castaño comenzó a toser y a golpearse su pecho.— ... Ahoguen.— murmuró este, demasiado tarde. Tomó entre sus manos un vaso de leche fresca y rápidamente puso el vaso cerca de los labios ajenos.
El castaño llegó a escupir un pequeño trozo de la dona masticada que había dentro de su boca en su ataque de tos, su boca se abría para tratar de conseguir oxígeno, pero con la comida restante, cada vez se volvía más difícil.
"Al parecer su actividad favorita es ahogarse y perder el oxígeno..."— pensó el azabache mientras sonreía de lado.
El de ojos azules seguía tosiendo y en cuanto sintió el vaso rozando sus labios y el líquido tocando su cavidad bucal, tomó grandes tragos.
Hubo un breve silencio, rápidamente Freddy sintió un escalofrío recorrer su espalda y el miedo lo consumió.
—L-Lo siento, y-yo... Debí ser cuidadoso, yo...— el pobre castaño tartamudeaba asustado. Recordó lo que había pasado la última vez que despreció la comida de Alfred.
A pesar de ya haber pasado por tanto, aún tenía miedo a morir... O... ¿Tal vez no?
Una risa lo sacó de su transe de terror y lo hizo ver directamente a los ojos a Fred. Aquellos rojizos orbes seguían siendo tan hipnóticos como siempre.
—Osito, no te preocupes... Está bien, te estabas ahogando, no me pidas perdón por algo como eso, ¿bien?— de nuevo estaba siendo demasiado amable. Golden alzó una ceja confundido, pero cambió rápidamente su expresión a una sumisa cuando aquellos ojos rojos se encontraron con los suyos.— Solecito, ¿te ha gustado?— preguntó este, acercando su mano a su mejilla y acariciándola suavemente.
El rubio solamente pudo asentir levemente, con sus ojos bien abiertos.
—Las he comprado especialmente para ustedes, me alegra tanto que les haya gustado.— admitió esté adquiriendo un leve sonrojo y con un toque de timidez en su voz. Rápidamente giró y tomó otro vaso de leche para acercarse más a Golden.— Este vaso es para ti, venga, tómatelo todo, cariño.— al igual que con Freddy, el azabache acercó el vaso a la víctima con delicadeza, dejando que este se terminara el vaso de leche en un abrir y cerrar de ojos.
—Gracias... Gracias, cariño.— dijo Freddy sonriendo un poco. "Ojalá esta sea la última sonrisa que veas, hijo de puta". El sonrojo del otro individuo incrementó de manera notable mientras bajaba la vista al suelo.
—De nada, mi reina. Saben que yo por ustedes haría lo que sea.— admitió este mirándolos a ambos, sin borrar su sonrisa.
Los tres hombres se sonreían el uno al otro, muchas sonrisas falsas en aquella habitación.
El rubio comenzó a sentir su cuerpo más relajado. No... No estaba relajado, estaba haciéndose más débil, se comenzaba a sentir mareado y sus ojos no lograban enfocar de manera correcta.
—¿Qué...?— vio sus manos y comenzó a ver doble. Ya sabía que algo malo iba a suceder... La última vez que Fred fue así de amable con él, terminó en su sótano encadenado.
El castaño por su parte empezó a sentir sus párpados pesados y su cuerpo sin fuerzas, sin poder ser capaz de levantarse o de siquiera mantenerse erguido.
La respiración de ambos chicos comenzó a ser pesada y sus ojos se entrecerraron. Una risa ronca salió de los labios de Fred.
—¿De verdad pensaron que me engañarían?— pregunto esté alzando los rostros de ambos chicos, sosteniéndolos por los mentones.
—No... No...
—Oh, sí. Queridos, déjenme recordarles algo...— acercó sus rostros al suyo para quedar a la altura de sus oídos.— Ustedes me pertenecen... Y que les quede claro que... Nunca van a salir de mis brazos.—No, no... No... N... No...— el castaño, con mucho esfuerzo, pudo volver a ver a su compañero de prisión.— G... Gol... Gol... den...— cayó al suelo, sin cuidado alguno.
El rubio sintió su corazón encogerse y las lágrimas comenzaron a acumularse en sus ojos.
—T... Te... Te od... Te... O...— no pudo completar la frase porque cayó de igual manera al suelo, inconsciente. Lo único que lograron escuchar fue un pitido que no cesaba.
Ambos adolescentes estaban tirados en el suelo, y el azabache solo comenzó a acariciar sus cabellos con suavidad.
—Mis dos amores... Creo que es hora de irnos.
« Cayeron en su trampa... ¿Y ahora como van a salir de ahí? »