POV Narradora
Había pasado un tiempo, un tiempo desde que aquel pelirrojo había desapareció de la faz de la tierra.
Los carteles de "Se busca" sobre él habían comenzado a aparecer en cada poste que había en la calle. El azabache incluso se sabía de memoria el número de carteles sobre Alexander que había de su casa a la tienda de la esquina, donde compraba sus alimentos necesarios para él y para su dos aves encarceladas. Aquellas dos hermosas aves, aves que él había apodado como: Osito y Solecito...
—¡Muy buenos días, Fred querido! ¿Qué vas a querer hoy? Tenemos lista tu docena de huevos y también queso del que te gusta.— dijo sonriente aquella anciana, aquella anciana que siempre sonreía a todos a pesar de haber tenido varias perdidas de familiares.
"¿Cómo lo haces?"— se preguntó Fred mientras veía como sus arrugas eran mucho más visibles ahora que esta sonreía amablemente. Le devolvió la sonrisa mientras asentía y se aceraba a la bolsa con sus productos en ella.
—Muchísimas gracias, Margaret, no sé que sería de mi sin ti.— admitió este depositando un beso en la suave y arrugada mejilla de aquella mujer mayor, haciéndola reír.— Esta vez también quiero llevarme unas donas, si no es molestia.— dijo mientras señalaba aquellos panes fritos en aceite y cubiertos de algún glaseado. La anciana soltó un "Desde luego" y comenzó a tomar las donas con pinzas para después colocarlas en una caja de color café, aquella clásica caja de donas.
—¿Cuántas vas a querer, querido?
—Solamente voy a querer 3, como sabrás, vivo solo, así que no me puedo permitir comprar demasiada comida, no me la podría terminar yo solo...— dijo este soltando una risita que sonó bastante tonta, pero la anciana no dijo nada al respecto, sino que solo rió por el comentario del azabache y comenzó a colocar las 3 donas en la caja.— Por eso siempre invito a alguien a comer...— se susurró a sí mismo mientras su puño se cerraba, haciendo que sus nudillos se volvieran blancos y también sus dientes se juntaran en una macabra sonrisa.—Listo, cariño.— soltó de repente la mujer de tercera edad poniendo encima del mostrador la caja de donas, haciendo volver a la realidad al azabache.—Serían $6, por favor. — El azabache le entregó el total de dinero que la mujer le pedía mientras esta lo ponía dentro de su caja registradora.— Las donas son recién salidas del horno, disfrútalas mucho, amor.
El azabache tomó la caja entre sus manos, al igual que sus otras compras. Se dirigió a la salida y antes de salir del pequeño local, miró atrás y sonrió de manera amable.
—Muchísimas gracias, Margaret. Nos vemos la próxima semana.— terminó por decir para finalmente salir por aquella puerta y sonreír satisfecho.
Caminó unos pocos minutos hasta que se encontraba frente a su propia casa. Inhaló y exhaló mientras la sonrisa permanecía en su rostro.
—Hoy es un hermoso día...
Estaba a punto de meterse a su hogar, a nada de que su mano hiciera contacto con la perilla cuando...
—Buenos días, caballero... Soy el oficial Gold O'Brien y ella es la oficial Megan Williams, ¿podría regalarnos 5 minutos de su tiempo, por favor?
El corazón del pelinegro se congeló por unos instantes, pero después tomó aire y sonrió para girarse y encarar al policía.
Analizó rápidamente echándole una mirada de arriba hacia abajo a ambos individuos, no eran nada espectacular: El primer oficial era delgado pero fuerte, se notaba que iba al gimnasio, no tenía barba ni bigote, su cabello era rubio pero demasiado... Su cabello parecía blanco, sus ojos eran de un café tan oscuro que parecían negros, y su piel era muy pero muy pálida. La oficial por su parte era delgada, su cabello era completamente blanco y sus ojos eran color avellana clara, su cabello estaba recogido en un moño y su semblante era mucho más serio que el del chico. Ambos se veían demasiado jóvenes.