POV Narradora
El castaño se quedó helado al ver la sonrisa enfermiza del azabache mientras se quitaba el líquido de su rostro y se levantaba de su lugar lentamente.
Se dirigió hacia el rubio y lo cargó como costal de papas y lo metió en un armario -o eso supuso el castaño- y le puso llave.
—¡Fred! ¡No le hagas daño! ¡El cambiará! ¡No lo hizo con intención!— gritó el rubio a través de la puerta haciendo que el azabache golpeara la puerta, callando cualquier grito del rubio.
—Bien, ¿en que estábamos? Oh, ya recordé...— subió las escaleras rápidamente, abrió la puerta y la cerró con fuerza dejando al castaño solo. Bueno... casi solo.
—Freddy... Lo siento...— el castaño se quedó confundido por las palabras del de ojos grises.
Se abrió la puerta fuertemente dejando ver al de ojos rojizos con una extraña cosa... ¿que acaso eso no era lo que utilizan los dentistas para que los pacientes abran la boca?
"Oh, re contra mierda..."
—No... No, Fred, no... Por favor no lo hag- —un golpe seco interrumpió al castaño y sintió como algo entraba en su boca de manera brusca.
Cuando sintió que todo forcejeo por parte del mayor cesó intentó cerrar la boca pero no pudo, un instrumento extraño se lo impedía.
—Mi querido cordero, nunca, escucha bien: NUNCA vuelvas a hacer una estupidez como esa... ¿Quedó claro?— este se acercó hasta quedar cara a cara al castaño el cual asintió temeroso. El azabache sonrió y besó su mejilla tiernamente.
El castaño cerró los ojos aliviado, pensó que todo había terminado... Qué equivocado estaba.
Fred se acercó a donde estaban las computadoras, hizo a un lado una y abrió un cajón del cual sacó una botella.
—Pero no puedo permitir esa clase de comportamientos, mi amor... Tendré que darte tu merecido castigo.— dicho esto abrió la botella desenroscando la tapa y lanzándola a un lugar cualquiera.
Tomo de ambas mejillas al castaño, el cual lo miraba con miedo.
—Solo sentirás un pequeño ardor...— cuando terminó la frase, vertió aquel líquido en la boca del castaño.
Al principio sintió un dolor agudo en toda su cavidad bucal, después fue como si algo lo quemara. Fue un dolor tan insoportable obligándolo a soltar un grito callado por el líquido.
Se retorció, grito, se sacudió, movió su cabeza intentó escupir el líquido pero no pudo.
El azabache tomó el extraño objeto y se lo quitó de un tirón mientras el castaño instintivamente cerraba la boca con asco. Iba a escupir hasta que la mano del azabache se posó en sus labios.
Ya no aguantaba tener esa horrible sensación, tenía que expulsarla.
—Trágatelo.— ordenó firmemente el azabache mientras presionaba su mano con más fuerza a los labios del castaño.
El castaño negó. Negó repetidamente con la cabeza y con lágrimas de dolor en sus ojos.
Sintió como aquel líquido lo quemaba más y más. Sentía su garganta desgarrarse. Sentía como su ser se iba desmoronando, le dolía mucho...
El de ojos rojizos quitó su mano para que el castaño agachara la cabeza a un lado de la silla y escupiera aquel líquido que le quemaba la boca.
Pero cuando su maltratada boca hizo contacto con el aire sintió como el ardor se hacía más fuerte.
Comenzó a llorar abiertamente aun con la boca abierta. Podía sentir que con cada movimiento por más ligero que fuera su boca ardía, como si algo estuviera quemando su boca a fuego vivo.
Gritó con todas las fuerzas del mundo... Grave error. El azabache le dio un golpe que lo dejó inconsciente.
El rubio solo podía encogerse en su lugar cerrando los ojos y llorando en silencio.
—¿Qué clase de enfermo eres, Alfred?— susurró entre sollozos lo más bajo que pudo.
—Uno al que alguna vez fue tu novio y al que alguna vez le fuiste infiel.— respondió el azabache haciendo estremecer al rubio.— No habrá cena hoy ni mañana, mejor amigo.— anunció este para volver a dar otro golpe a la madera del armario, haciendo cerrar fuertemente los ojos al rubio.
Odiaba recordar el cómo conoció a ese enfermo... No quería ni pensar en esa historia pero su mente lo obligaba a viajar al pasado y revivirla.
—Por favor... Alguien sáqueme de aquí...— rogó este para volver a soltar sollozos esta vez más audibles ya que Fred hace unos momentos había subido las escaleras.— Sáquenme, sáquenme, sáquenme...