Shigaraki recorrió el sendero celestial con presteza, el aburrimiento estaba engullendo cada centímetro de su ser, ¿Por qué tenía que estar en el cielo? ¿Qué debía hacer? Ser un demonio se había tornado tedioso y desesperado. Además, ¿Por qué All Might no lo dejaba causar un poco de caos en el mundo mortal? ¡Lo necesitaban! Claro, después de la rebelión cualquiera desconfiaría de él. Sin embargo, aunque estuviese muerto, Tomura aún era fiel a All for one. Pese a ello, haber sido "perdonado" le daba cierta libertad y aún podía hacer una que otra travesura.
Suspiró, ¿Qué mierda podría hacer? De súbito, recordó el sentimiento más puro del ser humano, amor. Habían pasado unos años desde que lo había hecho. Necesitaba a cuatro mortales y dos hilos. Sonrió, cogió la mano de su padre y cubrió su rostro con ella — Padre, padre — Susurró — Este será un "inocente y minúsculo" experimento.
Cubrió su cuerpo con las manos de su familia y se acercó a la puerta que guiaba al mundo mortal. Al ser sigiloso y silencioso, daba la lejana impresión de estar escuchando los pasos de un ratón. Cruzó el umbral y bajó, sus magnificas alas de noche se desplegaron, imponentes y centelleantes. Atravesó las nubes de algodón a una velocidad impresionante y cuando se dio cuenta, ya se encontraba en la tierra.
Buscó y buscó, ningún humano parecía interesante. Repentinamente, se topó con dos mujeres embarazadas. Una de ellas poseía una preciosa cabellera verdusca, casi tan verde como si fuese una hoja joven. La segunda tenía hebras de oro con toques penumbrosos en la parte superior. Shigaraki se acercó, invisible y despiadado, alargó sus uñas y con cada una, tocó el estómago de ambas mortales y ya estaba. Había dotado a esos bebés con la vista dorada, serían capaces de ver el hilo rojo del destino. Tomura esperaba una cosa: sufrimiento, ya deseaba verlos crecer y quién sabe, tal vez morir de tristeza, ¿Romperían las reglas del hilo? ¿Serían amados? ¿O tendrían que cortarlo?
— Los anteriores humanos murieron de tristeza, no tuvieron el coraje suficiente para cortar el hilo — Balbuceó — ¡Vamos niños, espero que ustedes si lo corten! Ya quiero ver como sus sentimientos se pierden — Exclamó y se desvaneció con la brisa helada de un otoño viejo.
Los años pasaron y poco a poco, aquellos bebés crecieron. Con siete años, Midoriya Izuku era un niño curioso y vivaz. Su pequeño cerebro despertaba ante el más minúsculo estimulo, ¿Qué era eso? ¿Qué era aquello? ¿Cómo se usaba? Eran las preguntas que flotaban cada día alrededor de su mente. No obstante, había algo extraño que Izuku aún no comprendía y qué causaba estragos en sus entrañas. Aquel hilo largo y rojo, casi tan rojo y precioso como una espesa gota de sangre, pero, ¿De dónde venía? Arrugó la nariz, ¿Por qué todos tenían uno? El infante alzó una mano y observó su meñique, ahí estaba el suyo.Lo observó danzar al compás de la melodía del viento. El hilo estaba atrapado en una danza sin fin, porque, ¿Tenía un final? Izuku nunca había visto el otro lado de la fibra. Inhaló y exhaló, se encontraba caminando en dirección a la casa de su mejor amigo, Kaminari Denki, ¡Había descubierto algo! ¡Y necesitaba contárselo! Sus pequeñas piernas se movieron con rapidez.
Arriba, los nubarrones hambrientos devoraban el cielo y sometían al sol. El mundo estaba gris y descolorido, aquellas borlas de algodón se preparaban para llorar. Al sentir una gota de agua bajando atrevida por su mejilla, Izuku hurgó en su mochila amarilla y extrajo un pequeño paraguas. Cubrió su cuerpo y continuó andando. Divisó la casa de Denki y sonrió, tenía muchas ganas de mostrarle su nuevo descubrimiento. Al estar frente a la puerta, se puso de puntillas y presionó el timbre. A los pocos segundos, se escuchó una animada voz.
— ¡¿Quién es?!— Se escuchó un grito infantil. Izuku suspiró, su amigo había adquirido la costumbre de gritar cada vez que alguien tocaba el timbre.
— ¡Soy yo, Denki! ¡Abre! — Gritó y soltó una risilla. En cierto modo, era divertido.
La puerta se abrió con estruendo, Denki corrió y abrazó a su amigo. Ambos rieron, habían pasado dos días sin verse, pero se sentía como si fuese una penumbrosa eternidad. Izuku cerró el paraguas y entró —¡Descubrí algo! — Dijo alegre, en su voz había rastros de una emoción contenida.
— ¡Yo también! — Gritó — ¡Vamos a mi habitación! Después saludas a mi mamá, esto es importante — Advirtió sospechoso, Izuku entrecerró los ojos, ¿Será en verdad importante? Pensó. Ambos niños subieron las escaleras con lentitud, sus madres les habían dicho que era peligroso si corrían. Caminaron un corto tramo y entraron en una colorida habitación.
Las paredes estaban pintadas de un amarillo brillante, habían juguetes aquí y allá, cobijaban el suelo con un manto desordenado y caótico. Para Izuku, la habitación de Denki era como estar en un parque de diversiones a plena luz del día. Kaminari tomó la pequeña mano de Izuku y lo guió hasta la cama. Se acomodaron y el niño volvió a gritar.
— ¡Vi el final del hilo! — Los ojos de Izuku se abrieron en demasía, ¿El final del hilo? Midoriya solo conocía a otra persona capaz de ver el hilo y esa era Denki — Vino una mujer extraña a visitarnos y su hilo y el de mi papá se encontraron. El hilo se encogió cuando estuvieron cerca. Izuku, fue espectacular, ambos tenían un extremo en el meñique y el hilo se quedó estático, como si finalmente hubiese encontrado lo que estaba buscando.
Izuku ladeó la cabeza, volvió a hurgar en su mochila y sacó un pequeño cuaderno y un lápiz. Lo abrió y empezó a mover la mano, asentía y anotaba. Denki hablaba y él recopilaba la información. Repentinamente, recordó lo que venía a contar: su gran y extraño descubrimiento.
— ¡Es mi turno! — Exclamó emocionado. Denki le lanzó una mirada de confusión y curiosidad. Sus ojos del color del oro resplandecieron, para Izuku, fue como estar viendo un intenso y asombroso rayo de sol. Midoriya soltó otra risilla, Kaminari era en verdad genial — El hilo de mi papá se oscureció, se volvió totalmente negro y opaco, fue extraño. Mira, lo anoté todo en mi libreta — Le entregó el cuaderno y Denki comenzó a leer.
Sus labios se fruncieron, ¿Por qué negro? ¿Acaso el papá de Midoriya había hecho algo malo? Consternado, ladeó la cabeza, no le gustaban los colores oscuros, mucho menos aquello semejantes a las tonalidades de la noche.
— ¿Tu papá es malo? — Preguntó curioso. Observó cómo el rostro de Izuku palideció. De repente, un torrente de palabras pegajosas empezó a brotar de sus finos labios. Midoriya estaba murmurando. Izuku murmuraba, Izuku hablaba y hablaba sin parar. Kaminari se acercó a él y con su pequeña mano, cubrió la boca de su amigo.
— ¡No creo que mi papá sea malo! ¡Debe haber algo extraño con ese hilo! — Balbuceó, los nervios estaban carcomiéndole el estomago. Ambos se enfrascaron en una plática infantil y bulliciosa, haciendo ademanes con las manos — ¡Debemos investigar! — Dijo Izuku — ¡No tenemos idea de que es este hilo o qué significa, necesitamos pistas, información y de paso chocolate! ¿No tienes? Es que quiero — Denki parpadeó, claro que tenía, su mamá había comprado hoy. Entre pláticas, gritos y sonrisas, el día llegó a su fin.
Midoriya Izuku y Kaminari Denki no tenían respuestas.
Midoriya Izuku y Kaminari Denki eran dos niños curiosos.
Midoriya Izuku y Kaminari Denki debían ser pacientes, tal vez algún día no muy lejano obtendrían lo que deseaban.
ESTÁS LEYENDO
Hilo rojo | KatsuDeku |
FanfictionMidoriya Izuku y Kaminari Denki son capaces de ver el hilo rojo del destino. Si el hilo es negro, significa que tu destinado está enamorado de alguien más y si cortas tu hilo, tus sentimientos y alegría se esfuman. Solo queda un cascarón vacío y un...