Eleven

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Kirishima parpadeó, ¿Dónde se encontraba? Movió la cabeza en todas direcciones, ¿Y el sol? ¿Y las nubes? Volvió a parpadear, a tan solo unos metros, había un parque de diversiones abandonado. Frunciendo en entrecejo, comenzó a caminar. Cada paso se sentía eterno y desconcertado, ¿Por qué cada vez el lugar se veía más y más lejano? De súbito, el lugar cobró vida. Sin embargo, un paisaje macabro se dejó ver, las atracciones estaban fabricadas de huesos y músculos.

Como si el lugar fuese el interior de un enorme monstruo. Cerró los ojos por un corto lapso, ¡Esto era un sueño! ¡Debía serlo! Quedándose inmóvil, inhaló y exhaló, ¿Qué tenía que hacer para despertar? Sin pensarlo, pellizco su brazo derecho, no obstante, no sucedió nada. Tal vez, era necesario experimentar un dolor más fuerte.

Respirando hondo, introdujo sus uñas en su antebrazo, soltó un gemido de dolor. La fuerza aplicada fue demasiada y aún así, no fue capaz de despertar. Suspiró y decidió avanzar, sus piernas se movían con una lentitud desesperante, ¡Quiero abrir los ojos! Pensó irritado. Al cabo de unos minutos, llegó a la entrada del parque, volvió a respirar hondo y entró. Pestañeando, escrutó el carrusel, los caballos parecían calaveras resquebrajadas y cansadas. De repente, el cielo vibró y se oscureció. Sin embargo, daba la impresión de estar viendo trazos espeluznantes de tonos rojizos. Semejándose a un vasto océano de sangre contaminada, Kirishima emitió un grito ahogado, ¡¿Qué mierda?!

De pronto, escuchó el doloroso llanto de un infante. Podía sentir cómo el sufrimiento engullía sus pulmones hasta exprimirlos, ¿Por qué? Se preguntó aterrorizado, daba la impresión de que aquel niño y él compartían un vínculo muy fuerte. Sin pensarlo, empezó a correr, necesitaba consolar a ese niño, decirle que todo estaría bien y que no estaba solo. Sin embargo, al encontrarlo, algo en su pecho vibró. Una sensación desesperada lo encerró en una jaula de dudas y de confusión — ¿Yo soy ese niño? — Frente a él, yacía un pequeño Kirishima, sus mejillas regordetas estaban repletas de lágrimas de cristal.

El infante sollozaba sin parar, ¿Cuál era el motivo? Se preguntó exaltado. Dando pasos lentos se acercó al niño, estando a tan solo unos centímetros, una espesa niebla lo envolvió con sus garras y cubrió por completo a su otro yo. Kirishima alargó el brazo, en un intentó vano de alcanzarlo, no obstante, ni siquiera fue capaz de tocarlo. Súbitamente, una idea irrumpió con violencia y arañó a su cerebro con fuerza, ¿Y si soplaba? Al fin y al cabo, era un sueño. Sin pensarlo dos veces, sopló y sopló y de repente, la niebla se esfumó.

Se acercó un poco más y pese a ello, no pudo palparlo. Era como si el pequeño Kirishima fuese un fantasma, inalcanzable y gaseoso. Daba la lejana impresión de que era un denso humo de colores. Repentinamente , apareció otro niño, tenía el cabello de oro y ojos de tonos carmesí — Katsuki... — Balbuceó sorprendido. Lo observó acercarse a una velocidad aterradora y sin dejar de correr, rozó su hombro y se detuvo justo al frente de su otro yo.

— ¡Kirishima! ¡¿Por qué estás llorando?! ¡¿Te ha pasado algo?! — Preguntó con una mueca de preocupación pintada sobre su terso rostro — ¡Estoy aquí! ¡Ven! — Anonadado, observó cómo Katsuki cobijaba con sus brazos al pequeño Eijirou — Solo yo puedo reconfortarte, solo yo puedo hacerte sonreír de nuevo y solo yo puedo borrar la tristeza de tu vida — Dijo con voz calmada y colmada de un cariño eterno. Su otro yo sonrió y correspondió el abrazo.

— ¡Lo sé! ¡Solo tú puedes hacerlo! — Respondió aún llorando. No obstante, Kirishima pudo notar un ápice de felicidad en su expresión risueña — Pero, ¿Por qué me dices todo esto?

— Necesito que lo sepas y que jamás lo olvides — Exclamó divertido — Y al saberlo, tal vez dejes de llorar. Estoy aquí, imbécil, jamás te dejaré.

— Es cierto — Habló una voz tétrica y despreciable — Solo debes depender de él, hora de despertar, Kirishima Eijirou.

Sus párpados se elevaron y sus ojos ardieron, ¿Qué mierda había sido ese sueño? ¿Depender solo de Katsuki? — ¿Jamás me dejará? — Murmuró. Repentinamente, un sudor frío recorrió su cuerpo, entorpeciendo sus sentidos y creando llagas invisibles sobre su piel — ¿Qué es esto? — La pregunta le raspó la garganta y trajo consigo un letal grupo de imágenes. Katsuki y él sonriendo, abrazándose y peor aún, besándose. Era extraño, como si alguien las estuviese poniendo en su cerebro de forma deliberada — ¿Qué está pasando? — Se preguntó. Se levantó con brusquedad y se tambaleó hacia la derecha, ¿Cómo vería a Katsuki a la cara sin pensar en ese sueño?





Los ojos de Izuku se abrieron con lentitud, ¿Qué hora era? Tanteando sobre la mesa de noche, encontró el reloj y al analizarlo, soltó un grito ahogado, ¡Se le había hecho tarde! De súbito, su celular empezó a vibrar

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Los ojos de Izuku se abrieron con lentitud, ¿Qué hora era? Tanteando sobre la mesa de noche, encontró el reloj y al analizarlo, soltó un grito ahogado, ¡Se le había hecho tarde! De súbito, su celular empezó a vibrar. Curioso, lo desbloqueó y al ver la pantalla, sus mejillas se colorearon de un tenue rosa. Habían tres mensajes, todos de Katsuki.

"¿Estás despierto, estúpido Deku?"

"Tic, tac, tic, tac"

"¿Desde cuándo los nerds llegan tarde?"

Sin darse cuenta, las comisuras de sus labios se alzaron hacia arriba. A los pocos segundos, negó suavemente, sin embargo, sus pupilas echaban chispas de anhelo y paz. Poco a poco, Katsuki se convirtió en puñado de estrellas en un cielo abismal y tenebroso.  Como el suave aleteo de una mariposa, el chico entró en la vida de Izuku y convirtió el caos en tranquilidad, pero, ¿Y el hilo rojo? El temor de la maldición aún prevalecía en su corazón, dejándolo indefenso ante un vasto mundo de tortura. No obstante, la confianza acariciaba su piel con suavidad, grabando marcas desesperadas de esperanza y consuelo.

Confianza vs la maldición, esa era la guerra que se libraba en el interior del alma de Izuku, pero, ¿Qué debía hacer? Katsuki no se parecía en nada a su padre o a la madre de Denki. Midoriya era capaz de ver una llama ardiente de amabilidad en sus acciones, sus palabras soeces e incluso en su personalidad tosca y grosera. Su mirada carmesí era penetrante y una rendija hacia un espacio calamitoso de amor. Izuku suspiró, desde hacia días, existía una pregunta que agujeraba su cerebro: ¿Y si se estaba enamorando? Cada día durante el almuerzo, sus mejillas se convertían en inquietantes cerezas maduras, sus piernas flaqueaban como si fuesen dos resortes y su pecho vibraba a una velocidad espeluznante.

Así que, ¿Era amor? ¿O solo una ilusión cruel e insensible? Negando, se levantó y trastabillando se dirigió en dirección al baño. Se alisto en cuestión de minutos y empezó a correr, atravesó la puerta velozmente y se obligó a correr más rápido. Rozando hombros y lanzando disculpas torpes, fue capaz de divisar el portón de la Yueei. Entró y con un salto rápido, buscó su salón de clases. En el instante en el que estuvo vio su asiento, una ráfaga de alivio le heló el cuerpo. Katsuki le lanzó una mirada burlona y luego se volvió, meneó la cabeza y ambos se concentraron en las palabras de Aizawa.

La mañana avanzó y al llegar al almuerzo, ambos caminaron hacia el auditorio del departamento de música. Al entrar, Katsuki parpadeó, habían puesto un piano justo en el centro del escenario. De súbito, una idea maliciosa invadió su mente y la transformó en un río de pensamientos graciosos. Sin pensarlo, dejó su caja del almuerzo sobre una de las sillas y ante la mirada de un anonadado Izuku, subió al escenario.

— Deku, ¿Sabías que sé tocar el piano? — Izuku negó sorprendido, vaya, Katsuki era una caja de sorpresas — Y conozco la canción perfecta para tu infantil trasero — Dijo exaltado — Escucha — De repente, una suave melodía envolvió los tímpanos de Izuku, adentrándose en sus oídos y llenándolos de un gozo desconocido. Al reconocer la canción, frunció el ceño — ¡Maldita Estrellita, ¿Dónde estás? Quiero verte sin dudar... — La voz ronca de Katsuki se asemejaba a una tonada divertida y preciosa, como si fuese la melodía de su alma. Hipnotizado, Izuku sonrió, ¿Cuál era el nombre de esa sensación que invadía y llenaba de calidez su corazón?

Ambos continuaron disfrutando su tiempo juntos. Al mismo tiempo, Kirishima los observaba con curiosidad, ¿Por qué los había seguido? Se preguntó y aún sin saberlo, sus mejillas se colorearon de un rojo vivaz. Su sueño disparaba imágenes a diestra y siniestra en su cabeza, ¿Qué estaba pasando?

Hilo rojo | KatsuDeku |Donde viven las historias. Descúbrelo ahora