Las manos de Izuku acariciaron el césped joven y húmedo. Las nubes habían llorado y lo habían hecho con una tristeza increíble, ¿Seré yo el triste o aquellas motas de algodón sentían lástima por mí? Se preguntó. A sus once años, Midoriya comprendió el significado de la ira y la intolerancia. Se volvió, se encontraba sentado cerca de la parte trasera de su casa. Las paredes lucían sombrías y desesperadas por huir, tantos gritos, tantas peleas y tantas cosas irreales. Las discusiones de sus padres habían aumentado y no se detenían. Fluían y fluían, como si fuesen un cruel debate.
Arrugó la nariz, ¿Tendrá algo que ver con el hilo? — Blanco — Murmuró, ¿Qué significaba el color blanco? El hilo de su padre se volvió blancuzco y pulcro, daba la impresión de estar viendo algo triste y melancólico — Blanco, negro y rojo, ¿Por qué esos tres colores? — La pregunta se extinguió en un mar de sollozos contenidos.
Izuku quería ahogarse en llanto y derretirse en el. Su mamá y su papá no se amaban, eso era un hecho innegable. Sin embargo, ¿Por qué seguían juntos? ¿Por él? Y si así fuese, dolería mucho, casi tanto como ser atravesado por una daga infectada de veneno. La brisa matutina revolvió sus cabellos e invitó al pasto a bailar. De súbito, escuchó un ruido a lo lejos, sonrió, eso solo podía significar una cosa, Denki se aproximaba. El chico le había colocado una ruidosa, desesperante y chillona bocina a su colorida bicicleta.
Dejando de lado los alaridos de sus padres, Izuku se irguió y buscó la salida. Necesitaba paz, un momento sin angustia y unos instantes de luz y si Denki podía dárselos, los tomaría. Cerca de la puerta había un pequeño mueble de telas azuladas y almohadas mullidas. El chico buscó su mochila y la encontró debajo de uno de los cojines. La tomó y removió todo en su interior, ¿Dónde estaba? ¿Dónde estaba su libreta? Arrugando la nariz buscó en todas direcciones y no podía verla.
— ¿Buscas esto? La encontré en la cocina — Arqueó una ceja, observó aquellas perlas de cristal que dejaban máculas sobre las tersas mejillas de su madre, estaba llorando. Ladeó la cabeza y buscó a su padre, ¿Por qué? ¿Cuándo terminaron de gritar? El hombre se encontraba cerca de la televisión, escrutando el aparato con una intensidad irritante.
Izuku estudió el hilo de su papá, tan blanquecino y tan frío, casi tan blanco como un copo de nieve desperdigado. Parpadeó y chasqueó la lengua, aquel hombre frente a él era diferente, había cambiado en cuestión de meses. Con una sonrisa tensa, cogió la libreta y le dio un suave abrazo de despedida a su madre. Su padre le lanzó una mirada indiferente y se alejó. Midoriya mordió su labio, abrió la puerta y salió huyendo, ¿Qué había sido eso? Sus pupilas lucían apagadas y descoloridas, daba la impresión de estar viendo los ojos de un muerto nauseabundo.
— Izuku, ¿Estás bien? — Denki lo trajo de regreso a la realidad y le hizo dar un leve salto — ¿Tienes sueño? — Midoriya pestañeó, había un moretón en la muñeca de Denki. Arrugó el entrecejo, ¿Qué había pasado?
— ¿Qué pasó? — Preguntó con tono bajo y sombrío, ¿Qué habían hecho ellos? ¿Acaso ver ese hilo traía desgracias? El padre de Denki huyó hace exactamente un mes y su amigo solía fingir que estaba bien y eso lo enfermaba.
— Su hilo se tornó negro, Izuku, hace dos días y su alegría se esfumó — Exclamó asustado — Es como si ella estuviera muriendo de tristeza — Sintió un nudo en la garganta — No le importó que papá se fuera, pero nada puede cambiar en tan poco tiempo. Es el hilo, lo sé — Denki bajó sus párpados por unos segundos — Tocar la bocina me hace sentir bien — Susurró. El sonido chillón le atesto un golpe certero al silencio y lo despedazó. Sin embargo, una nueva ola de calma los derribó. Kaminari hizo el amago de sonreír — A ambos nos va mal, ¿Cierto? ¡Y solo tenemos once años! ¡once! — Repitió en voz baja.
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Hilo rojo | KatsuDeku |
FanfictionMidoriya Izuku y Kaminari Denki son capaces de ver el hilo rojo del destino. Si el hilo es negro, significa que tu destinado está enamorado de alguien más y si cortas tu hilo, tus sentimientos y alegría se esfuman. Solo queda un cascarón vacío y un...