Three

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Las personas sinestesicas tienen sus sentidos muy desarrollados. Hay unos que siente el sabor de las palabras al decirlas.








Izuku apretó su pecho con fuerza, sus pulmones se quedaban sin aire a una velocidad aterradora. Hiperventilando, abrió y cerró la boca, sin embargo, no salió nada. Afuera, las lágrimas de los nubarrones enfurecidos despojaban al mundo de su color y lo teñían de un plateado desalentador. Kaminari mordió su labio, ¿Qué era aquella sensación de vacío que engullía poco a poco su valentía? ¿Qué debía hacer? Sintiendo un nudo mordaz en la garganta, cogió la mano de Izuku y se aferró a ella. Paulatinamente, sus piernas flaquearon y su corazón dio un vuelco. Las paredes a su alrededor parecían burlarse, cada ladrillo era como un diente feroz y puntiagudo. Sin pensarlo, Denki alzó su mano libre y saludo al chico de cabellos carmín.

— Hola — Tartamudeó inseguro y con el miedo revolviendo sus entrañas.

— ¡Hola! ¿Cuales son sus nombres? — Respondió. Aquella pregunta les heló la sangre.

Sus hilos se tensaban cada vez más y más, encogiéndose hasta el punto de casi tirar de sus meñiques. El único en percatarse de ello, fue el chico rubio. La confusión empezó a hacer meollo en su ser y la curiosidad emergió desde el punto más oscuro de su cerebro, ¿Qué había sido eso? ¿Fue su imaginación? Arrugando la nariz, observó al infante de cabellos verduscos. Las pecas se extendían por toda su piel, daba la impresión de estar viendo un trozo del frío firmamento, abarrotado de astros y polvo estelar.

— ¡Oye, tú! — Dijo señalando a Izuku — ¡Dime tu nombre! — Lo interrogó con el dedo alzado y con la frente fruncida, ¡Necesitaba saber su nombre! ¡Conocerlo y saborearlo! No había un motivo, solo deseaba hacerlo.

Midoriya parpadeo, ¿Estaba hablando con él? Aquel pequeño de hebras de oro y ojos rojizos y centelleantes, le lanzó una mirada desconcertada y peculiar, ¿Por qué lo veía de es forma? ¿Qué era ese repentino interés en él? ¿Lo veía acaso como una fiera encerrada en una jaula transparente de vergüenza? Denki entrelazó sus dedos con los de Izuku y susurró: "Vámonos" lo dijo tan bajo que casi pareció un gruñido. Ambos inhalaron y exhalaron. Sin pensarlo, caminaron en dirección a la salida. Lo hicieron con una lentitud casi dolorosa, todo bajo la mirada atónita de los otros niños.

A los pocos segundos, corrieron, buscando su bicicleta. Se encontraban envueltos en una cortina de plata y cristal. Sus mentes lloraban lágrimas de dolor y desesperación, ¿Qué les esperaba en un futuro? ¿Sufrimiento? ¿Sufrirían como sus padres? Denki cogió la bicicleta e Izuku se acomodó, se pusieron en marcha y se movieron con velocidad, rompiendo la lluvia y haciéndola añicos.

— ¡Denki, no me quiero morir de tristeza! ¡He visto cómo sufre mi papá! ¡El tuyo huyó y tu mamá llora todos los días! — Gritó. Izuku se aferró al cuerpo del Kaminari.

No obstante, hubo algo que no notaron, ¡Estaban siendo perseguidos! El chico rubio manejaba su bicicleta con rapidez, sobrevolando el asfalto y robando trozos de agua, ¿Por qué necesitaba saber el nombre de ese chico? ¿Será simple? ¿Delicado? ¿Sabrá bien?

— ¡¿Por qué los seguimos, Katsuki?! — Exclamó el niño pelirrojo. Se encontraba sentado sobre la parrilla de la bicicleta.

El chico lo ignoró y se concentró solo en una valiosa interrogante: ¿A qué sabrá el nombre de ese niño? Katsuki era sinestésico, una persona capaz de percibir el exquisito y arrebatador sabor de las palabras. Cada sílaba se deslizaba por su lengua y se impregnaba en ella, dejando pequeñas gotas de gusto y delicia. Tan encantador y tan único. Cada vocablo retorcía sus papilas gustativas y arrastraba cada letra hacia sus venas, tatuándolas sin consideración alguna. Bakugo Katsuki era un chico indescifrable y poseía un toque enigmático de arrogancia. No obstante, también estaba siendo arrastrado por un ancla de curiosidad, ¿Por qué se habían movido sus meñiques al mismo tiempo?

Hilo rojo | KatsuDeku |Donde viven las historias. Descúbrelo ahora