Four

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Los días pasaron, calurosos y amarillentos, el sol se había apoderado del mundo. Los nubarrones habían sido consolados y su llanto se había detenido. Izuku contó hasta diez, el tiempo parecía detenerse en un determinado número. Con cada grito, los segundos se partían en dos, los minutos se hacían añicos y las horas aullaban, ¿Por qué el cielo solo observaba? Solo miraba y miraba hacia abajo, deleitándose y despreciando al vil ser humano. Parpadeó, el césped estaba caliente, le calentaba la sangre. De súbito, la voz de su padre llegó clara y alta a sus oídos. Destrozo sus tímpanos y le heló el corazón de golpe.

— ¡No lo entiendes, Inko! ¡Ese niño ya no es excusa para quedarme! ¡Ya no lo amo más! ¡No amo a nadie! ¡Mi vida se ha ido a la mierda! — Cada palabra despedazaba su alma y hundía lo trozos en un océano de dolor — ¡Solo estoy aquí porque me lo pides!

Izuku arrugó la nariz, ¿Por qué? Se preguntó, ¿Había hecho algo mal? ¿O tal vez era el hilo? Sin embargo, dolía y mucho. A sus once años, Midoriya tenía clavada una espina de desesperación en el corazón. Aquella espina se hundía más y más, atravesando sus venas y contaminando su sangre, ¿Qué debería hacer? Se preguntó atribulado. De hecho, ¿En qué estaba pensando? Todo daba vueltas y vueltas, dejándolo en un estado obnubilación.

Paralizado, se irguió. Sus piernas flaquearon y por un lapso, su cerebro se convirtió en un rompecabezas impenetrable. Ningún pensamiento entraba y ningún pensamiento salía. Repentinamente, un idea engulló la poca cordura que le quedaba y la transformó en valentía y atrevimiento.

Sin pensarlo y sabiendo que no se arrepentiría, atravesó la puerta de la casa con presteza y buscó a sus padres. Se guío por los gritos y se detuvo justo delante de ellos. La adrenalina recorrió su sistema y se detuvo en su cuello. Sus huesos temblaron y pecho se contrajo, ¿Debería o no hacerlo? Respiró hondo, el hilo blanco de su padre brillaba con intensidad. No era culpa del hombre, eso era un hecho innegable. No obstante, aquel trozo de magia no tenía derecho de coger represalias contra su madre y él, ¿Acaso era su culpa que el alma gemela de su padre estuviera muerta? No, no lo era y jamás lo sería, ¡Qué se joda el destino!

— ¡No me amas, no amas a mamá y estás aquí obligado! ¡Entonces, ¿Por qué no te vas, papá?! ¡Ya no lo soporto más! ¡Quiero que te vayas! ¡Ve a hacer lo que quieras afuera y déjanos en paz! — Las sílabas se deslizaban por su garganta a una velocidad sorprendente. Con cada palabra, las paredes a su alrededor se encogían — ¡Y tu mamá! ¡Podemos vivir sin él! ¡Estaremos juntos hasta el final! — Gritó agobiado.

Inhaló y exhaló, su alma ya no era capaz de arrastrar su cuerpo cansado. Con el corazón flotando entre nubarrones de desesperanza, desplegó sus alas invisibles de agonía y corrió. Corrió tanto como sus piernas se lo permitieron, ignoró el grito atiborrado de miedo de su madre y se embarcó en una carrera angustiosa. Su mente repetía sus propias palabras una y otra vez, ¿Y la reacción de su padre? ¿El brilló de sus ojos se habrá apagado aún más? ¿Su madre estará llorando? ¿Por qué el arrepentimiento no lo estaba torturando hasta hacerlo sangrar? ¿Por qué no sentía dolor? La angustia repentina que había dominado sus sentidos por unos minutos se había desvanecido y convertido en un respiro de calma. No obstante, no se detuvo, no fue capaz.

Por unos segundos, perdió la coordinación y se tambaleó hacia la derecha, ¿Dónde se encontraba? Recupero el equilibrio y pestañeó. Escrutó su entorno, había árboles, casas medianas y casas de tres plantas. Ladeó la cabeza, se encontraba en la parte B de la ciudad. Izuku vivía en la parte A de Musutafu. Chasqueó la lengua y buscó algún parque. Al encontrarlo, se dirigió hacia un rincón alejado y se sentó. La tranquilidad del viento y la danza de las hojas jóvenes y viejas de los árboles, se filtraron cómo un hechizo hipnotizante sobre su piel y sus pulmones. Magia, eso es lo que era, el baile de la brisa revolvía su cabello con furia y pasión.

Hilo rojo | KatsuDeku |Donde viven las historias. Descúbrelo ahora