Eight

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Los rayos del sol destrozaban al mundo, transformando a los humanos en marionetas y armando un show increíble de colores. Aquellos relámpagos amarillentos su fusionaron con la mirada carmesí de Katsuki, dotándola de un brillo hipnótico. Sus pupilas se asemejaban a un hechizo magnífico y encantador, para Izuku, fue como ver un cielo repleto de granadas rojas, ¿Cómo puede algo ser tan bonito? Daba la sensación de estar parado enfrente de dos rubíes cubiertos por un manto tupido de ternura.

Inhaló y exhaló, esperaba encontrárselo en alguna calle de Musutafu, sin embargo, no de esta forma. No en una mañana temprana y fresca, ¿Qué debía hacer? ¿Huir? ¿Quedarse estático? ¿Hablarle? No lo sabía, la opaca presencia del chico era la alarma de un inminente caos.

El averno estaba aquí para encerrarlo en una jaula gélida de desesperación, ¿Qué debía hacer? Volvió a preguntarse. No podía huir para siempre, no podía, no podía entregarse a un abismo desesperanza. "Huye, huye, huye", le indicó su consciencia. Pese a ello, fue incapaz de hacerlo, una mano cálida y suave se aferró a su muñeca. Se volvió con una lentitud casi dolorosa, respiró hondo, ¿Qué estaba haciendo? ¿Por qué lo detenía? Poco a poco, Midoriya empezó a sacarse un silencioso monólogo de la garganta. Por unos segundos, una corriente eléctrica invadió su columna vertebral. Un nerviosismo impenetrable recorrió su venas a una velocidad abrumadora.

Katsuki por su parte sonrió, todos sus dientes se dejaron ver, vaya, ¿Quién creería en tan tremenda coincidencia? Escruto el rostro ajeno. Aquellas pecas aún parecían lejanas constelaciones, ¿Por qué eran tan tiernas? Bufó, sus pupilas se asemejaban a dos salvajes esmeraldas. Tan verdes, tan profundas, era como estar viendo un océano plagado de hojas jóvenes. El tiempo a su alrededor se congeló, la brisa y el sol se quedaron estáticos, ¿Por qué su corazón latía con frenesí? La calidez emanada por la piel de Izuku estaba impregnándose sobre la suya y sin pensarlo, dijo:

— ¡Te encontré! — Lo dijo con tanta intensidad que el cielo sonrió.

— ¿Me encontraste? — Respondió Izuku con la ansiedad devorando sus entrañas, ¿De qué estaba hablando?

Katsuki hablaba en serio, tal y como lo indicaba su profundo tono de voz, ¡Había encontrado a Deku! ¡La curiosidad en persona! No obstante, ¿De dónde venía tanto interés? Arrugó la nariz. En ese entonces, cuando era un niño, recorrió todo Musutafu en un vano intento de encontrarlo, pero, ¿Cuál era el motivo? Bah daba igual, al fin y al cabo, tendría tres años para averiguarlo. Midoriya Izuku estaba usando el uniforme de la Yuuei y eso significaba una sola cosa: lo vería a diario.

— ¡Dime que estás en robótica! — Habló de forma rápida — ¿Qué? ¿Acaso eres mudo? — Ladeó la cabeza, ¿Por qué no respondía?

— ¡Izuku! — El grito hizo que ambos se volvieran hacía la derecha. Un chico rubio corría veloz en su dirección, se detuvo justo al lado de Midoriya y estudio con horror el rostro de Katsuki. Denki emitió un grito ahogado, ¿Qué estaba pasando?

Resignado, Izuku sonrió incomodo. El temor estaba haciendo un hoyo en su pecho, perforando cada vez más y más hondo, ¿Qué mierda? Lo dijo tan bajo que casi pareció un furioso gruñido, "No seas un cobarde" Aquella frase se grabó con fuego sobre su cerebro. Era cierto que el hilo se había tensado y acortado, ¡Se encontraba delante de su alma gemela! Sin embargo, no podía dejar que la cobardía se convirtiese en una aterradora ancla. Obligó a su cuerpo a moverse, cogió toda la valentía que habitaba en su espíritu y habló.

— ¡Denki! ¿Dónde estabas? ¡Quiero presentarte a alguien! — Cada sílaba raspó sus labios y despedazo sus cuerdas vocales — Él — Señaló al chico con su mano libre — ¡El es Bakugo Katsuki! — Intentó sonar animado y amable.

— ¡Ah! — Denki parpadeó confundido, ¿Qué estaba haciendo Izuku? — ¡Mucho gusto! — Tartamudeó con la confusión resquebrajando sus huesos — Mi nombre es Kaminari Denki — Le lanzó una mirada interrogativa a su amigo. De súbito, su sangre se heló y sus piernas flaquearon. Su hilo empezó a tensarse a una velocidad desesperada. Aquel chico de cabellos carmesí corría en su dirección. Con cada paso que daba, el pecho de Denki crujía y se sumergía en un océano de ansiedad.

Hilo rojo | KatsuDeku |Donde viven las historias. Descúbrelo ahora