Twenty-one

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Cuatro años después.


Shigaraki borró todo rastro de Bakugo Katsuki y Midoriya Izuku vivió.

Kaminari Denki y Midoriya Izuku ya no pueden ver el hilo rojo del destino.





Los ojos de Izuku se abrieron con presteza, ¿Qué hora era? Estirando ambos brazos, se levantó. Las plantas de sus pies vibraron, el frío subió por sus tobillos y se extendió a lo largo y ancho de su cuerpo. Haciendo una mueca de incomodidad, caminó hacia la ventana. Al estar frente a ella, la observó hipnotizado. Era tan negra y tan abismal, daba la lejana impresión de estar viendo el fondo de un precipicio mortal. Parpadeando lo notó: las nubes contaminaban el lejano firmamento.

— Es de noche y está lloviendo — Susurró — ¡Qué día más cruel! De súbito, una nostalgia desoladora le envolvió el alma — De nuevo, esa soledad maldita está creciendo en mi corazón, ¿Qué debo hacer? ¡Joder! — El grito le raspó la garganta — ¿Qué es lo que me hace falta?

A sus veinte años, Izuku vivía en un averno ardiente y despiadado. Vivía una vida vacía y detestable, "¿Para qué vivo?" "¿Por qué siento que algo me falta?" Esas preguntas rondaban en su mente, contaminaban hasta el rincón más inhóspito y despedazaban poco a poco su espíritu. Sus piernas flaquearon y de pronto lo descubrió: estaba llorando. Las gruesas lágrimas le carcomían la piel de las mejillas y las hacían arder. Ardían bajo una intensa llama de angustia e ira.

Furibundo, soltó un gruñido, ¿Por qué vivir era tan doloroso? Es decir, había hablado con muchos psicólogos, tomado diversos antidepresivos y aún así, se estaba ahogando en un tristeza descomunal. La misma pregunta rondó en su mente y se detuvo justo en el centro: ¿Qué es lo que me falta?

— ¡Izuku! ¡Se te hace tarde para la universidad! — La voz de Toshinori irrumpió con violencia en sus oídos y se grabó sobre sus tímpanos. Sus palabras hicieron eco en su cabeza.

Limpiándose el rostro con el dorso de la mano, recogió sus cosas, se despidió y salió. Toshinori en cambio, frunció el ceño, ¿Qué era lo qué estaba pasando? Había algo que no cuadraba, algo que hacía falta en Deorum. Sin pensarlo, revisó cuanto poder le quedaba, ya era hora de investigar. Había vivido con esa sensación por cuatro años. Tenía poder para hacer dos cosas: contactar a Sir Nighteye y solucionar aunque sea un poco el problema, si es que había uno. Cerró los ojos y contó hasta diez, visualizó su reino y pronunció las palabras de invocación:

— Exaudi me, Sir Nighteye... — De pronto un portal se abrió delante de sus narices — ¿Cómo estás Mirai? — Preguntó sonriendo.

— No me quejo — Respondió — ¿Cómo te sienta la vida de un semi-humano? — All Might ladeó la cabeza.

— Es interesante, pero dejaremos ese tema para después — Mirai parpadeó, ¿Qué era esa expresión seria en la cara de Yagi? — Necesito que investigues si ha habido algún cambio en Deorum, ¿Puedes hacerlo? — El ángel asintió y desapareció por unos segundos. Toshinori arrugó la nariz, ¿Cómo es que no lo notó antes?

— Al parecer hay rastros de magia negra en los tres mundos, alguien ha estado jugando — Sir Nighteye habló con severidad, ¿Por qué no se había dado cuenta? ¡Qué bochornoso! ¡Y él era el encargado del cielo en la ausencia de All Might! — ¡Han estado usando un ocultador! — Ante tal descubrimiento, Toshinori volvió a arrugar el ceño, ¿Quién podría ser? — Y ya lo sabes, es imposible desenmascarar al responsable, ¡Necesitamos que se deshaga del ocultador!

Toshinori apretó los puños, ¿Quién podría ser? ¿Quién? Súbitamente, un mar de recuerdos le inundó la mente. Pudo ver como la sonrisa de Izuku se convertía en añicos, como sus ojos sollozaban hasta el cansancio y como la felicidad de su alma se le escurría por los dedos.

Hilo rojo | KatsuDeku |Donde viven las historias. Descúbrelo ahora